La amigable compañía de las marmotas



  
Cercanías de Salvagny, 19 de junio de 2017

Refuge de Moëde-Anterne – Salvagny

La sensación de alejarse. Tras desayunar con Kilan en el refugio de Moëde-Anterne, me enfrento a los bucles del sendero que me llevan al col de Anterne. A mi espalda, el macizo del Mont Blanc, que parecía haber desaparecido definitivamente el día anterior de mi vista, ha empezado a emerger de nuevo poderoso y señorial en el horizonte. Me alejo, esa sensación de quien se va despidiendo poco a poco de algo, de alguien. Me sucedió durante varios días el verano de 2014 cuando dejando atrás las costas del mar Adriático día tras días, mientras trepaba por las montañas de Eslovenia, lo fui viendo alejarse como un amigo que agita su pañuelo desde el andén de un hipotético ferrocarril que nos va llevando lentamente a otra parte. Esa era la sensación hoy mientras dejaba atrás las montañas de mi primera juventud. Una sensación que no duraría en esta ocasión mucho después de que alcanzara el col de Anterne. Allí saqué mi pañuelo, lo agité en el aire y me despedí de mis viejos amigos, de Les Courts, la Verte, l’Aguille de Requin… el Mont Blanc.

Al otro lado del collado nuevas montañas, el gran lago de Anterne, un gran farallón de paredes en su orilla opuesta, el refugio Alfred Wills, un nuevo collado y el descenso hasta una bella cascada y al final la localidad de Salvagny. Pero unos kilómetros antes me encontré un restaurante y decidí parar. En esta parte de las montañas la señal de datos es prácticamente nula. Aproveche el wifi del establecimiento para hacer mi crónica diaria. Se la mando a Victoria por Telegram. Mi vida de caminante, de momento, aunque he restringido los horas de camino a las etapas de la web de la Vía Alpina, no da para elaborar o repasar los textos como yo quisiera, tarea que mi compañera de viaje en esta vida asume con gusto ;-). Cenquiu, my love.


Mi encuentro esta mañana, descendiendo del col de Anterne, con unas marmotas que parecían querer un rato de conversación me sugirieron algunas reflexiones relacionadas con la hipótesis del libro que venía leyendo (Daron Acemoglu & James A. Robinson: Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza). La tesis que mantienen los autores de este libro (muy recomendable, por cierto, para saber de la realidad en que vivimos) es que los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza están íntimamente ligadas a las instituciones del Estado y a la historia de las mismas. Sus argumentos están íntimamente ligados a la concepción de dos tipos de instituciones, extractivas unas e inclusivas las otras. Siendo las primeras instituciones empleadas en lucrar a una clase privilegiada a través de mecanismos de apropiación y extorsión de la clase más baja, por ejemplo en América Latina la de de los indígenas por parte de la Corona española que usaba su poder para conseguir el oro y la plata destinada a la propia Corona. Se usaba la riqueza del país para extraer del lugar beneficios exclusivos para los conquistadores. En la situación de políticas inclusivas, el caso de Inglaterra en contraposición a España, las compañías que se establecieron en las costas de Norteamérica pronto se vieron obligadas a conceder derechos políticos a los colonos, lo que derivó más tarde, cuando en 1688 el Parlamento recortó poderes al rey, en instituciones más democráticas que velaban por el mantenimiento de un ley que protegía la propiedad privada, las patentes, todo aquello que otorgaba seguridad al ciudadano que se veía así incentivado para crear negocios y empresas y desarrollar nuevas tecnologías. En relación con esta diferencia en las instituciones era obvio que el desarrollo de los países debía ser notoriamente diverso. Los autores, siguiendo este argumento, analizan el diverso desarrollo de países de todo el mundo: la diferencia entre Corea del Norte (con una pobreza similar a la de algunos países subsaharianos) en comparación con Corea del Sur; los países de Sudamérica en relación con Estados Unidos y Canadá…

Qué tiene que ver esto con las marmotas? Directamente nada, tan sólo una disculpa para hacer una lejana comparación viendo lo diferentes que son las marmotas de los Pirineos, huidizas en extremo, al punto que uno nada más puede verlas de lejos, y familiares y confiadas las de esta parte de los Alpes; algo que sucede con los gorriones, de tan diverso comportamiento, por ejemplo, los del Retiro en comparación con los que encontramos en el campo, huidizo éstos y amigables y cercanos en el Retiro. La historia de los países, como la historia de las marmotas y los gorriones, parece marcar el comportamiento posterior de las culturas y los países que las sustentan. Yo traté durante meses de hacerme amigo de un petirrojo que vivía en nuestra parcela; fue imposible. Y sé, sin embargo de amantes de los pájaros del Reino Unido a los que les resulta muy fácil establecer este tipo de amistad con estos simpáticos pájaros.

No pretendo establecer hilos comparativos, pero es obvio que la historia de nuestros comportamientos y hábitos son determinantes tanto para que un país tenga una economía floreciente como para que nuestra relación con los animales sea amistosa o por el contrario agresiva y salvaje. Cuando yo tenía cinco o seis años ya andábamos cazando gorriones con cepos, que poníamos bajo las ventanas de la casa de unos ancianos amantes de los animales que les daban de comer. Valientes mequetrefes, ¿no? Nuestro gozo de niños era ver cómo nuestros cepos se cerraban sobre el cuello de los gorriones dejándoles sin vida. Esa era la educación de la calle entonces. Hoy ya somos algo más civilizados. La sinvergonzonería que existe en España también tiene que ver con esto. En ningún país verdaderamente civilizado del mundo se habría mantenido un gobierno como el nuestro después de tanto mangoneo y corrupción. Se necesita una gran tradición de expolio para que esto pase por las enormes tragaderas de una población adormilada frente a la injusticia y al abuso de unos pocos sobre la mayoría.

Esa es nuestra historia. Cualquier ciudadano decente, caso de ser un descendiente Borbón, debería sentir vergüenza (vergüenza histórica) por el simple hecho de ser coronado rey, descendiente pues de tanta caterva de ladrones y aprovechados, y sin embargo ahí los tenemos como representante del país.


Mi crónica termina aquí. Hoy me llevo el buen recuerdo de las marmotas que, sintiéndose entre otros animales civilizados no huyen espantadizas sino que juegan amigablemente con esos otros bípedos, los homo sapiens que caminan junto a sus madrigueras. Vive y deja vivir; verás como así el futuro será más amable. 








5 comentarios:

Montserrat de la Madrid dijo...

Es un sitio precioso

Marga Fuentes dijo...

Excelente post, aparte de tus fotos con ese toque tan personal.
Disfruta de este viaje que disfrutaremos contigo

Alberto de la Madrid dijo...

😊

Paci dijo...

EXCELENTE REFLEXION SOBRE LA POBREZA Y RIQUEZA DE LOS PAISES, Y TODO MEZCLADO CON UNOS PAISAJES "INCLUSIVOS".

Alberto de la Madrid dijo...

Saludos. Cada vez es más difícil encontrar conexión. Hoy tocó cargar con un enorme cansancio.