Sobre Zams, 19 de
julio de 2017
Llevo más de un
mes en que sólo muy ocasionalmente me cruzo con un mochilero que vaya más allá
del valle que piso o aquella cumbre que rodeo, sin embargo de pronto el camino
se ha convertido en la Gran Vía. Todo el jolgorio del que hablaba ayer en el
refugio a las seis de la mañana ya estaba en pie haciendo imposible que
siguiera durmiendo hasta mi hora acostumbrada, más o menos en torno a las
siete. Cuando hube desayunado y cargué con mi macuto para ponerme en marcha ya
tres batallones zigzagueaban por las pendientes que llevaban a paso Seescharte
amén de algún que otro despistado que iba por libre. La razón, parece, era que
uno de lo principales itinerarios europeos, el E-5 tiene en este tramo hasta
Merano, ya en Italia, uno de los fragmentos más populares. Esto de los E-1, 2,
3, 4, etc. son como los Caminos de Santiago en España, grandes rutas para los
amantes de los caminos que atraviesan el continente por múltiples itinerarios.
De vivir unos cientos de años más con el cuerpo en condiciones quizás uno
podría dedicar la vida a hacerlos todo. Vagar por los caminos como los
constructores de catedrales de la Edad Media, o como los mendigos y vagabundos
con una pequeña renta básica podría ser un modo bastante luminoso de sacarle
jugo a la vida. Recuerdo que el amigo Manuel Coronado, que anda ahora creo que
por Hungría haciendo el E-4 que lleva a Atenas y que partió de Tarifa junto a
Gibraltar, en una ocasión, yo había hecho este itinerario entre Tarifa y
Andorra, quiso animarme a que continuara más allá de Andorra ofreciéndome los
tracks del itinerario. La contesté entonces que la vida no me daba para tanto.
Y es cierto, la gente con la que hablé ayer en el refugio hacía un itinerario
de seis días. Año tras años reúnen unos pocos días de verano para continuar el
E-5 donde lo dejaron el año anterior. Hay mucha gente que hace la Vía Alpina
así. A veces tardan una década en completarla. Una vez me encontré un grupo de
catalanes cerca de Montserrat que llevaban cinco años haciendo cada fin de
semana dos o tres etapas de alguno de los caminos. Tenían calculado que para el
2027 tendrían acabados todos los caminos de Santiago. Sí, estas cosas parece
que crean adicción. Yo tenía la percepción de jamás llegaría a Atenas caminando
como Manuel Coronado y sus amigos, pero después de llevar pateados tantos
caminos de los Alpes creo, si el cuerpo aguanta, que sí, que lo mismo el año
próximo me dedico a terminar con todas las Vías Alpinas que hay diseñadas.
Después de haber atravesado los Alpes de parte a parte por tercera vez, si nada
se tuerce en esta ocasión, una vez más voy a caer en esa característica que se
estudia en la psicología de la Gestalt que habla de cierta tendencia a terminar
ciclos o a completar tareas. A algunos, como al amigo Carlos Soria, esa ley de
la completabilidad parece que le empuja a llevar a cabo el ascenso de todos los
ochomiles del planeta, así que ¿por qué no a mí se me va a dar el capricho de
hacer todas las travesías de los Alpes que se me pongan por delante?
Este jubilado que
lleva ya unas cuantas semanas pateando el monte no debe de estar en mala forma,
porque esta mañana subía tan bien, a ese ritmo que no hay camino que se
resista, que fui pasando batallón a batallón hasta dejar atrás o todos los
grupos. Joder, qué bien trabajaban mis piernas esta mañana. Parecía un
chiquillo empeñado en llegar el primero a donde fuera.
Al otro lado del
collado, una estrecha horcada que sólo permitía el paso de una persona a la
vez, aparecía un intrincado valle sobre el cual se elevaba como señor del lugar
un picacho de muy apuesta presencia, una gran pirámide en forma de triangulo
que apuntaba al cielo como un flecha. Más abajo me tuve quitar ropa de encima,
hacía calor. Se adivinaba que en algún momento el sendero se podría de patas
porque el valle al fondo aparecía angosto rodeado de altas paredes de roca. Una
hora después, cuando el camino sorteaba la ladera izquierda por un sendero que
aparecía tallado en la roca empezó repentinamente la bronca de una tormenta
inesperada. ¡Bonito lugar para una tormenta! Uno, dos, tres, cuatro segundos
del relámpago y el fragor del trueno restallaba en todo el valle. El diluvio
inesperadamente cayó sobre nosotros. Una pareja que iba delante parecía celebrarlo.
A mí también me gustaba aquello. Con estas tormentas de camino siempre me
asalta un preciso razonamiento, las disfruto como gran espectáculo que es, y en
general no me producen ningún temor, la razón lo que me dice es que si un rayo
me pilla no me voy a enterar absolutamente de nada. Simplemente dejaría de
existir. Ahora estás vivo y al rato ya no existes. Esas cosas tan propias de
cualquier existencia. El sendero atravesaba por mitad de paredes barrenadas,
describía alguno zigzags pero pocos. En lo recodos en que el sendero debía
salvar alguna hendidura el agua se precipitaba como una cascada. Pasé a un
grupo de tres que había encontrado un pequeño techo de roca donde protegerse de
la lluvia. La tormenta no duró más de media hora. De hecho un rato después
salió el sol. Había traspasado una valla y estaba colocando el anillo de cuerda
que la sujetaba a un palo cuando al volverme casi me di de narices con una
aparición. Frente a mí tenía una de esas cosas bonitas que hacen que la vida
sea más amable y agradable de vivir y que reaccionaba ante mi inesperada
sorpresa con una sonrisa encantadora. Me indicó que siguiera delante, pero
¿cómo iba a seguir adelante dejando atrás a esa aparición angelical? Uno es un
poco bruto a veces pero ni siquiera en medio de un demencial aguacero hubiera
dejado de ceder el paso a cosa tan bonita como aquella. Jo, qué maravillas
pueblan a veces el mundo, me iba diciendo mientras respetuosamente aminoraba
algo mi paso para poder regalarme por un rato más con aquellas trenzas y con
aquel rostro que la sonrisa había vestido con una sencilla y locuaz belleza que
yo recrearía durante un buen rato.
Después del
encuentro con el ángel fue el ejercicio íntimo de la lectura. Porque íntimo es
ese placer como todo lo que tiene que ver con nuestra relación con el arte. En
el caso de hoy se trataba de The Master,
Retrato del novelista adulto, de Colm Toibi, una recreación de parte de la
vida de Joyce. Que lo que sucede en nosotros durante esas largas horas que
pasamos absortos en la lectura, en unos versos, como cuando nos demoramos
frente a un cuadro que toca alguna fibra sensible de nuestro ser, o nos
sumergimos en una particular partitura que tiene la capacidad de emocionarnos, o
cuando no es un cierto éxtasis que una tormenta o un atardecer es capaz de
provocar en nosotros, tenga la connotación de intimidad, da al acto de la
contemplación, la lectura, el sabor inaprensible de lo que sin poder tocarse ni
alcanzar tiene sin embargo la capacidad de emocionarnos, a veces, incluso,
hasta la médula de los huesos.
En Zams sólo paré
para comer. Los batallones de la mañana terminarían su jornada aquí, pero era
pronto, todavía podría elevarme un millar de metros sobre el valle y buscar un
bonito prado para mi tienda.
Según el parte
meteorológico a esta hora tenía que estar cayendo una tormenta de mil demonios
y sin embargo tengo que protegerme a la sombra de los abetos porque el aire
quema a las cinco de la tarde, o eso me parece a cuando me paro al sol después
de un tranquila subida a ese paso lento en que parece que uno no se mueve, y
que cuando dejas la mochila en el prado elegido junto a un arroyo resulta que
te has comido esos mil metros que habías calculado.
Cuando estoy
terminando estas líneas oigo de nuevo tronar a la tormenta a lo lejos. El agua
no da tregua al caminante.
Todos los caminos llevan a Santiago |
2 comentarios:
De vuelta a los desayunos, con los ojos llenos de paisajes extraños, Islandia es un paisaje algunas veces acogedor y otras sobrecogedor, a veces Mirthandill y otras Mordor. Me tienes que contar cómo haces para leer-escuchar mientras andas por los cominos y pedreras.
Qué corta se me ha hecho tu estancia en Islandia... Ya me contarás, cuando nos veamos me cuentas y te cuento... :-)
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