Perro muerto en Tintorería: Los fuertes









Miraflores - Morcuera - Cascada del Purgatorio - Rascafria
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El que pueda que entienda, dice ella (Perro muerto en Tintorería: Los fuertes, Angélica Liddell, Teatro Valle Inclán). Casi siempre fue así, del mismo modo que ser cuerpo y ser hombre (o mujer) son cosas distintas. Aunque en buena ley entender no siempre fue un chollo, o ni siquiera acaso algo que se pudiera conseguir, por mucho que pretendamos "entender" tantas cosas; porque en realidad comprender comprender pocas cosas se comprenden de verdad.

Te quiero con locura, dice ella, una mujer joven de bien ver, morena, de ojos negros y enormes que a esta horas de la noche conserva una frescura poco común que evidentemente le viene de hecho de estar en ese trance tan de gracia como doloroso a posteri; y es que el día que alguien no quiera sufrir por amor sólo nos quedará la miseria de una vida triste. Ocupan el otro extremo del asiento en donde a estas horas de la noche, tras haber salido del teatro, me enfrasco en la lectura de Las aventuras de Oliverio Twist, de Dickens. Antes, la directora protagonista había dicho algo parecido en escena. Es sorprendente este tipo de locura que tan difícilmente se comprende y que tanto se prodiga por el mundo.

Tantas cosas que suceden y que no se entienden... Si yo tratara, por ejemplo, de entender la obra de esta noche, creo que andaría listo; sería como querer "entender" a Lao Tse o el Apocalipsis. Uno ve lucecitas en la noche, estrellas fugaces que hacen fuuuunn, iluminan un poco el escenario y, después, nada, la noche una vez más. Mejor conformarse con el gustito de los colores, las filigranas de la pólvora de los lejanos fuegos artificiales, la inspiración que brota al contacto de ese desmadre que sucede en escena, la ligera emoción que el espectáculo acarrea.

Si al cabo de un largo día de caminar como fue ayer, entre Miraflores de la Sierra y Rascafría, tratara de poner orden en el puzzle espontáneo que se forma mientras mis pies suben laderas y besan el suelo crujiente de los robledales, recientemente ya casi en porretas, seguro que el fracaso sería total; sin embargo en todo desorden hay un orden subyacente que ninguna necesidad tiene de pasar el control aduanero de la razón; asuntos que sin comprenderse alivian el alma y dejan como una seda al caminante al final del día, mucho más por supuesto que si éste se hubiera dedicado durante las siete horas de caminar a construir un castillo de razones. Es algo así como si a uno le pidieran que explicase la sonata Waldstein de Beethoven; las sonatas no se explican; obviamente las sonatas se escuchan más que explicarse. Y de la misma manera que una cantata de Bach te puede dejar profundamente transtocado, una obra de teatro o una larga caminata pueden obrar un milagro similar.

Vamos que esta noche pude enterarme no de mucho de lo que estaba viendo en escena, y sin embargo, cuando hablaba a la salida por teléfono con mi hija y ésta me preguntaba que qué tal la obra, no tuve más remedio que contestarla que muy muy bien.

Ah, por cierto, a los amantes del caminar, recomendarles este itinerario que aparece más abajo; la parte final del mismo es el lugar más bello y agreste del entero Guadarrama. Desde el puerto de la Morcuera abandonad el GR-10 como a medio kilómetro e iros derechos al fondo del valle; después de una hora de caminar junto al río os encontraréis con el pequeño desfiladero de la Cascada del Purgatorio. Merece la pena darse una vuelta por ahí.


Monasterio de El Paular

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