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Hoy fue una larga compañía: Dickens, Casa desolada. Con Dickens caminé por la nieve, robé el oro de los troncos de los pinos apilados a la vera del camino, descubrí la niebla, descendí largamente desde la Sillada de Garcisancho, escuché la voz encantada de una lectora anónima junto al arroyo de la Laguna de Peñalara y seguí la senda solitaria y nevada que me dejaría junto al monasterio del
No hay Fragata como un Libro
para llevarnos a lejanas Tierras
ni Corceles como una Página
de briosa Poesía.
Esta Travesía puede hacerla el más pobre
sin agobio de Peaje.
Qué frugal es el Carruaje
que lleva al alma Humana.
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