Cerrado por vacaciones


Cerrado por vacaciones. Me mudo a Pies de foto.


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Apunto estaba de coger el petate y echarme a caminar una vez más como las cabras cuando me asaltó la duda, la duda metafísica y chocarrona de ...¿pero tío, otra vez a gastar suelas por ahí? No me jodas, medio año sudando calcetines y llenándote de arañazos las piernas y todavía...? Eso fue mientras me meceaba en la hamaca, pobre hamaca. por cierto, que de tanto sobe y de tanto hamaqueo se le rompieron ya casi la mitad de los hilos, pero es que me gusta mi hamaca, coño, tengo otra nuevecita que me regalaron los reyes majos, pero esa no es mi hamaca todavía, no hemos vivido junto, no hemos hecho cosas feas ni contado nuestros secretos, no hemos llorado al unísono, sí llorado, que menudas llantinas tuvo que aguantarme la pobre cuando aquello... bueno, ustedes saben, esas cosas del corazón, aquella moza que teniendo marido me la llevé al río, o me llevó ella, que nunca se sabe. La cosa del hamaqueo es cosa de mucha sustancia, de la misma manera que ir de un lado para otro en abundancia es de poca, que decía don Pío Baroja, el de la boina que preside la cuesta Moyano desde su bronce color betún de judea. Bueno, al grano, que mientras otros consultan sus asuntos con la almohada yo, cuando no ando por ahí, establezco largas conversaciones con mi amiga la hamaca, un fiel sustituto de aquel otro que será en seguida el fuego de la chimenea de mi cabaña. Divinas constantes de mi vida y mis ensoñaciones. Entiendo yo muy poco cómo la gente puede vivir sin una hamaca y sin un fuego de chimenea, no lo concibo; todavía los que tiene el mar, sus olas grandes y chicas con el florero de su espuma silbando cerca de su casa... todavía, pero si no, imposible vivir, a no ser que el sujeto o sujeta tenga un amor en el que enjugar sus penas. Y hoy era día propiciatorio, el de la comunicación con mi hamaca quiero decir, estaba tan alelao sin saber qué hacer, indecentemente en cueros como casi siempre, mirando el techo, mi pirindola, la luz que entraba por los listones de la persiana, pensando que no podía hacer apenas nada porque estando de paso como estaba, porque me marchaba ya mismo, ni siquiera merecía la pena limpiar las telarañas de la casa, ordenar el caótico lío de los archivos del PC, o emprender tarea meritoria que quedaría olvidada tras mi partida, creo que hacia las montañas de Montserrat. ¿Por qué Montserrat? Pues porque allí terminaba mi Camino de Santiago Catalán que debía de recomenzar en Burgos, al que a última hora, cansado de ir a contracorriente de todos los peregrinos santiaguiles decidí incorporarme donde Dios manda, es decir, comenzar por el principio y no por el final, que no había día que doscientos o trescientos caminantes me dijeran si es que iba de vuelta o si me había equivocado de sentido, en fin un coñazo, mejor ir en la dirección que va todo el mundo, que ya uno se cansó de ir al revés o de hacer cosas raras, como decía mi madre ahora a hacerlo como Dios manda, y como comienzos hay muchos pues elegí el que más se acomodaba a mi gusto, los grandes monolitos de conglomerado de Montserrat, los Mayos de Riglos más adelante, me parecieron suficientemente estimulantes. Andaba con estas cosas, pero a su vez la abundancia de la digestión había empezado a nublarme los ojos, así que como se comprenderá no tardé en quedarme frito, plas, visto y no visto caí en los sedosos brazos de un sueño, perfecto, perezoso, despatarrao como un muerto sorprendido en meditación trascendente. El caso es que me debió de ir muy bien porque me desperté de puta madre. No sé por dónde coño había andado en el transcurso de una hora mi otro yo, mi otro yo un tío con el que alguna vez coincido en las andanzas oníricas, que no sólo es andar por la piel de toro o por entrantes y salientes de las bellas rías gallegas, imagino que él había estado perdido por algún clarividente paraje de la razón porque sucedió que mientras empezaba a despertarme noté que el tío todavía se agarraba a mi cuello intentando hacerse oír por su compadre el otro yo, el que escribe esto, cosa que no le resultaba del todo fácil ya que se empeñaba en hablarme en el oído sordo, uno es un tío hecho a medias ya lo dije muchas veces, sordo, tuerto, con un saco de rarezas encima, así que las cosas me llegaban a medias. Cuando terminé de despertarme ya me había enterado un poco del asunto. El mensaje venía a decir lo del principio del párrafo, que vamos, que ya estaba bien, que un millar largo de kilómetros de gastar botas era más que suficiente para tomarse unas vacaciones, esas que abandona estos días Ana, la Ana Jordán del Badulake, jo, Ana, ya podías haberlo dicho, apenas descubrí hoy ese bonito baulillo de colorines; cuando termine esto me doy una vuelta por él. Unos van y otros vienen. Cuando era maestro vacacionaba en verano, ahora que soy todo menos maestro me tomé tan en serio eso de recuperar el tiempo perdido de los caminos y sus soledades, maestra de soledades enséñame a estar conmigo que verseaba el Pemán de hace décadas, que... qué que. No sé el qué, acaso que. No el caso es que me desperté con la clarividencia de que la vida es corta y aunque debía seguir la profesión elegida de escribir y andar, ya se sabe, no sólo de pan vive el hombre; me pareció que debía intentar, ya van 941 palabras, cuando llegue a las mil ya puedo pensar en ir cerrando el kiosko, que debía meter las narices en otros rincones del mundo. No sé qué sucedió, pero cuando llegué aquí sentí una de esas cosas que llaman la proximidad de la felicidad. Me sentí dichoso en mi nueva situación, había traspasado el cabo de Buena Esperanza, atravesado el estrecho de Magallanes, cruzado el Pacífico, caminado durante meses para descubrir por fin que lo que tenía que hacer era estarme en mi casita por una temporada. Cosa curiosa, ayudado por la siesta y por mi yo ambulante rompí el cerco de mi otro yo tan férreamente agarrado a reproducirse a sí mismo, a vivir en el túnel de su mismidad ... y se hizo la luz. La paz del hogar, el aire descansando en las copas de los árboles, que decía ayer un verso de Henri Bosco, uno de mis descubrimiento de estos días que me prometo explorar. 1100 palabras: a otra cosa mariposa. Me doy la bienvenida a mí mismo en este nuevo caminar lejos de los caminos.

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