En el refugio de Estós




Valle de Benasque, 25 de julio


     Cuando salí del refugio de Viadós el barranco de la Ribereta y el pico de Eriste y todos sus colegas de los alrededores posaban enfrente como una colorista postal suiza. Bien comido me sentí en muy buena disposición para llegar a dormir incluso hasta el refugio de Estós, a cinco horas de distancia, aunque me tentaba más hacerlo en el collado de Chistau, a 2577 metros, un buen punto para ver el crepúsculo y el amanecer. Como se verá las razones estéticas primaban en mi ánimo. Tuve que atravesar el río que bajaba excesivo e impetuoso a pie enjuto, pero por lo demás esta tarde mi cuerpo funcionaba de puta madre, pese al amigo Santiago Pino que se empeña con toda sus ganas en convertirme en un vejestorio :). Hasta tal punto me sentía hoy bien llegando al collado de Chistau que de haber estado en vena poética no hubiera dudado en componer una oda a mi cuerpo, una de esas composiciones que usaban los antiguos griegos para celebrar a los héroes. Sí, señor, que uno está muy satisfecho de su cuerpo, de lo bien que se porta pese a la condromalacia de la rodilla y los problemas de espalda. Contento de que éste pueda continuar llevándome a donde me gusta, que me deje hacer lo que me place, que me proporcione suculentos placeres mientras el socarrón amigo Santiago Pino se está cociendo frito en los madriles. 
En lo alto del collado hacía un  viento que me obligó a buscar un lugar para mi vivac algo protegido junto a un nevero. Todo bien, un poco fresco, pero nada más, el otro amigo Hugo me había lavado el saco y ahora, esponjoso y acogedor, volvía a resistir bien las bajas temperaturas.



      Me levanté cuando el sol empezó acariciar con sus cálidos dedos la cumbre del Poset. El forzado contraluz de enfrente, hacia el este, dejaba en la oscuridad el valle de Estós. Algunos neveros se interponían en mi camino. Sin piolet y sin crampones me siento algo desvalido al atravesar estas empinadas pendientes de nieve a hora tan temprana. Bajaba con la idea de desayunar en el refugio, pero a las nueve menos cuarto que llegué me dicen que nanáis, y no sólo esto, que no pueden darme nada, que están limpiando y tardarán bastante, y les digo que en día y medio de camino no tengo nada por delante y se va a consultarlo y como favor enorme se aprestan a prepararme unos bocadillos dentro de un rato, nada más. De cuánto se puede tardar hasta el túnel de Viella no tienen ni idea. Estos empleadillos de las alturas terminan poniéndome nervioso con sus formalidades. Hasta hacer una llamada por teléfono requiere cierta demora. Cuando me voy a marchar descubro en el teléfono que allí hay wifi; en la fachada del edificio hay instalada una webcam y, suponiendo que tienen wifi, enciendo el teléfono y efectivamente la hay; entro en el refugio y pregunto si puedo usarla y me dicen que no tienen wifi. Está claro, me han visto cara de gilipollas. Miro a la chavala que me lo ha dicho y la sonrió con sorna con una mirada que más o menos quiere decir: ¿te estás quedando conmigo? Termina diciendo que sí hay, pero para uso particular de la gente del refugio. Etc. una verdadera caca de lugar.

     Hacía tiempo que no me ponían de mal humor cosas tan estúpidas y fuera de razón como éstas. Que los gestores de la cosa pública, sean estos responsables de gestión de refugios o cualquier otra del reparto del presupuesto nacional, tengan algo de descerebrados o sean totalmente ignorantes de lo que es un servicio público al ciudadano parece cosas excepcional, pero para mí que es algo más común de lo corriente. 
Total, que mientras bajaba busqué mitigar mi mal humor en la lectura. Hacía días que no leía; o el paisaje era demasiado atrevido para concentrarse en ello o demasiado hermoso para repartir mi atención en ambas cosas.Retomé la lectura de Contrapunto, de Aldous Huxley.
De la misma manera que un paisaje trae el recuerdo de otros tiempos, un paraje de una novela me lleva a otro paraje, otra lectura de cuyo título no me acuerdo pero que está ahí tan viva o más que el recuerdo de algo real. Los paisajes de mis lecturas tienen a veces una increíble presencia en mis recuerdos; no es raro incluso que estos se mezclen con los de la vida real. Me sucede hoy con la lectura de Huxley.

     La bajada del valle de Estós es un apacible paseo. Cuando llego a su fondo, giro a la izquierda y emprendo el camino de Vallibierna, pero antes me detengo a comer en el camping donde aprovechando el wifi del lugar colgaré estas notas.







5 comentarios:

lluisBas dijo...

lo del refugio: I N C R I B L E .

Ignatius dijo...

El sabado celebro mi cumpleaños en el pueblo.
Alberto, puedes neutralizar tu periplo durante el sábado y proseguir el domingo, hacer colada, escribir tus post y conocer a mis paisanos. Estas invitado.
Tambien tú, Luis. Lo único es que te queda un poco lejos, ¡a ver como lo hacemos ! . Estará con nosotros Forfi ¿ le recuerdas?.
Buen camino para todos

slechuga dijo...

Bueno Alberto, a mi me ocurrió, hace poco algo de juzgado de Guardia, pero en el refugio Angel Orus,muy cerca de Estos, y estaba Ignacio, eramos 29 personas para dormir en todo el refugio, y que curioso, teniendo un montón de habitaciones, nos metieron a todos en una habitación de 29.
Conclusión no había quien durmiera, Ignacio tiro el colchón al suelo de desesperación.
Y todo por ahorrarse el limpiar mas habitaciones, prefirieron que la gente no durmiera.
Impresionante.

Ignatius dijo...

Tienen mucha cara es tos guardeses y su actitud muchas veces es de desprecio al montañero.
Yo tambien me acuerdo de la noche en el Angel Orus. Aquello si que fue increíble. Los guardas pasaron de todos nosotros y solo se asomaban por una ventanilla a dar las ordenes para comer y desayunar, era como si estuvieras en un campo de concentración.

Alberto de la Madrid dijo...

Lo del cumpleaños ya lo hablamos, otra vez será. Felicidades de todos modos.
Del refugio mejor no hablar, para estos de Estos el asunto era ahorrarse curro, iban a lo suyo... y eran gente joven. Pero la miseria no termina ahí, ya descubriría más tarde en qué consistían los cuatro bocadillos por los que me cobraron veinte euros, creo que viene en el post último de mi periplo que tengo por revisar.
La leche esta gente. Todavía recuerdo como en los Alpes, en muchos de los refugios, principalmente en el Delfinado, los responsables tomaban debida nota de dónde iba cada cual por motivos de seguridad. Cuando después de una tormenta fenomenal a más de cuatro mil metros en Les Ecrins, llegamos al refugio de Nido de Aguila, creo que se llamaba así, nos estaban esperando. Controlaban a todo el mundo, se preocupaban por la seguridad de todo el que andaba por allí y por supuesto la atención era exquisita. Estos eran unos garrulos.