Timidez




Parzán, 23 de julio


     La tormenta diaria se adelantó hoy y me pilló a unos pocos kilómetros de Parzán, lo suficientemente fuerte como para dejarme los pies empapados y la ropa húmeda. Tengo que estar en casa un día de estos y pensé que dadas las condiciones del tiempo podía tomar un autobús en Bielsa para Huesca, pero en esta parte del mundo están en en Mediohuevo, sólo hay un autobús a las siete de la mañana a Ainsa. Desde aquí tengo que tomar otro autobús a Barbastro para allí coger otro que me lleve a Huesca. Y de allí a Madrid un par de combinaciones más. Increíble pero es así. Millones y millones en el AVE, que pagamos todos y montones de pueblos del Pirineo con transporte público de lo más rudimentario. Sin comentarios. De la zona que camino el único punto bien comunicado es el valle de Arán, a tres días de aquí. Tengo el tiempo justo y eso contando con que las tormentas y el mal tiempo no se encabriten demasiado. 

     El cómo se gasta el pastel del presupuesto del Estado es altamente ilustrativo de las mentes que lo elaboran. Hoy me encontré mucha gente en mi camino, somos muchos los que transitamos por estas arterias que recorren el Pirineo, muchos. Mientras que los franceses hace muchas décadas que invierten en refugios y señalización y trazado de caminos, aquí seguimos viviendo como hace cincuenta años. ¿No son una infraestructura social importante estas cosas?


     Al amanecer el circo de Tucarroya, donde se alzan pálidos los pequeños glaciares del monte Perdido, aparece atrevido y espectacular desde los llanos de Larri. Mi cuerpo empieza a despertar lentamente subiendo el Barranco de la Ribereta que me dejará en los altos de la sierra de Espierba. Cuando el camino ha sobrepasado el límite del bosque se abre un amplio  valle plano cubierto por un prado suave donde pacen las vacas y los terneros, una tranquila vida de los familia se respira aquí. El prado está limitado a la derecha por picudas masas de roca calcárea que asemejan un frente de altas llamas.



     El hombre tímido despertó hoy inesperadamente dentro de mí, admirablemente tímido sí. De repente me sentí centro de atención, ayer había sido mi cumpleaños y días atrás lo fue de Quique, el chico de mi hija, y toda la familia se encontraba reunida celebrándolo. Yo me unía a ellos por teléfono. Es cosa realmente rara lo que sucede en el cuerpo de los tímidos en ocasiones, esos días en que uno y el mundo son como el
agua y el aceite, cuando entrar en comunicación con los otros parece una ardua tarea, entre ambos hay una pared invisible e infranqueable; el tímido queda como acobardado y quisiera estar solo metido dentro de su concha, esperando allí hasta que la cosa pase. Para un tímido sorprendido por una de esas arremetidas, el sentirse centro de atención de un grupo es lo peor que pueda sucederle, incluso si ese grupo es su familia, como era el caso hoy. 


     Después de comer asumí que tenia que subir valle arriba, hacia Ordizeto, no había otra. Estaba endemoniadamente escocido y con los pies mojados, lo que con toda probabilidad me produciría ampollas, pero tenia una gran necesidad de aislamiento. 


     Estoy francamente cansado, encontré una pequeña cabaña junto a los lagos de Ordizeto, arrastré dentro una puerta de madera para protegerme de la suciedad del suelo cubierto por resto de hollín y me tumbé incapacitado para moverme. Sabía que estaba siendo una jornada demasiado larga, pero después de la tormenta había escampado y pensé en dar un estirón hasta los lagos; cerca de Parzán no había ninguna posibilidad. Otros mil metros de desnivel después del tute de la mañana era demasiado, pero... No siempre se encuentra el lugar idóneo para pasar la noche. 

     Se me cierran los ojos y el cuerpo me pide dormir y dormir. Y la espalda  canta su consabida serenata. Fuera también está la serenata del agua de un abundante riachuelo; también los mosquitos, bastantes, se suman al concierto. Quizás debería hacer caso a mí cuerpo y dejar todo y dormir hasta la mañana, pero me lo impide una curiosa sensación  de sentido del deber. El que uno no tenga que ir a trabajar no quiere decir que no deba asumir ciertos deberes. A veces estas cosas son un antídoto, ese tipo de cosas "inútiles" que uno se impone tratando de echar un pulso a la indolencia o simplemente poniendo a prueba el cuerpo en un ejercicio parecido a la gimnasia pero en el ámbito de la voluntad. Cené, bien que a la fuerza, fui a por agua, cerré a cal y canto la puerta y la ventana para que no golpearan con el viento, me curé las escoceduras y un par de ampollas, que, ya está claro, me salen cuando camino con los pies empapados y, ahora, metido en el saco y tumbado, me siento bastante mejor, confortablemente instalado sobre la amplia puerta de madera. 

     Mi cabaña, cerrada a cal y canto, no más grande de cinco o seis metros cuadrados, se estremece con los violentos espasmos de los truenos, por el hueco de la chimenea entra un chorro de agua, las contraventanas de hierro tiemblan. Como siempre, es hermoso estar en alta montaña en medio de este espectáculo de rayos y truenos. 

     No puedo más, acaso continúe con esto mañana.
     Sí, bajando hacia Viados encontré un prado y un pino donde desayuné algo y decidí terminar con las anotaciones del día anterior. 



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