Nada sabe tan dulce como tu boca





Reconca de les Mulleres, 26 de agosto 


Nada sabe tan dulce como tu boca
tan sólo aquello que no se nombra. 
No soy un héroe lo sé... etc., etc. 
(Víctor Manuel) 


Total, que se puso en llover y me vino de perlas. Me mojé algo mientras colocaba la tienda pero me daba gusto momentos después encontrarme a esta hora metido en el saco y con todas las cosas ordenadas. Así que con todo en su sitio y yo confortablemente instalado saqué un zumo de melocotón y mientras una mezcla de lluvia y granizo caía sobre la tienda me fui bebiendo sorbo a sorbo el zumo. 




Esta mañana, mientras sorbía con gusto el pocillo que quedaba de miel exprimiendo el embase de plástico como si fuera una ubre y yo una especie de Rómulo o Remo, se me ocurrió un divertimento, era divertido mientras lo pensaba, la punta de mi lengua intentando extraer el último hilillo de miel que se demoraba cayendo lentamente de las paredes del frasco. Como para que la miel cayera mejor tenía que poner el envase vertical, no había manera de llevar la miel a mis labios más que tumbándome boca arriba y esperando pacientemente a que ésta asomara por el pequeño agujero, momento que yo aprovechaba para aproximar la punta de mi lengua al hilillo que afloraba para sorber hasta que en el conducto se abría paso el aire haciendo un ruido como de tubería desatascada. Después de esta primera bajada de miel era necesario hacer una pequeña pausa, el sol me daba en la cara y por tanto las dulces caricias que recibía mi lengua de la miel eran sustituidas por aquella otra del sol. De todas maneras lo postura no podía cambiarla porque en caso contrario la miel, que todavía tapizaba parte del embalse habría dejado de fluir igual que la manzana de Newton hacia la vertical de mi lengua que se demoraba allí impaciente y golosa esperando a que la miel volviera a asomar cálida por la abertura nutricia del frasco. Miel de primera calidad, miel san Francisco; no sé si seria el san Francisco de Asís, el traductor de El cantar de los cantares; todo es posible; a juzgar por los comentarios con que éste glosa lo versos de Salomón de puede decir que el padre Francisco era un hombre d mucha sensibilidad. También es verdad que estuvo por ir a la cárcel por aquella traducción. Era divertido, decía más arriba, mientras que lo pensaba, pero ahora ya se me ha pasado el efecto, ahora estoy en otra onda. Ahora el vagabundo no ve en aquello nada de erótico, simplemente sucedía que el vagabundo no había desayunado y la especial delectación que sentía con aquel manjar deslizándose por su lengua etc., etc. 




Y escribo y las manos se me quedan heladas. Instalé mi tienda por encima de lo dos mil quinientos metros y ahora le temperatura empieza a bajar con rapidez, tanto que no me extrañaría que mañana amaneciera rodeado por un manto de nieve. Por las mañanas cuando echo a andar frecuentemente el frío es intenso en las alturas. Pasada la segunda quincena de agosto el Pirineo puede ser imprevisible por encima de esta cota. Me da que hoy me va a tocar dormir enfundado en toda la ropa que tengo. En el mes de abril, que intentaba seguir en parte el GR–11 me tuve que bajar  de la alturas que rodean el puerto de Urkiaga en el País Vasco, por la cantidad de nieve y por el intenso frío con que fue azotada la zona. No iba preparado yo para aquellas condiciones invernales, entre otras cosas mi botas estaban llenas de agujeros y no había previsto llevar guantes confiado por el buen tiempo que hacía en toda España entonces. Espero que no suceda algo similar ahora. Estuve por comprar algo más de abrigo cuando pasé por Andorra, uno guantes por ejemplo, pero... 

Ahora el granizo suena salvaje y aparatoso sobre el techo de mi tienda. La tienda ha pasado muchas batallas y muchas tormentas y siempre confío en que siga resistiendo pese a los parches que tiene, pero esta salvajada es demasiado, demasiado. Voy a tener que ir poniendo una vela a la Virgen para que esto no se venga abajo. Pequeñas gotas de agua me salpican en la cara con el impacto del granizo. Tente, amiga, tente resiste. Hoy me siento un pequeño insecto indefenso ante este temporal que zarandea mi tienda amenazando tirarla. Un breve indicio de acojone me pasa por la cabeza cuando pienso que en una de éstas la tienda se pueda venir abajo. La cercanía del collado, pese a que elegí un lugar algo resguardado, se hace notar, el viento barre a ratos la ladera con ímpetu. 




Hace bastante frío pero el deber me llama, me dice: tío, que no ha contado nada de hoy, que con tanta miel de san Francisco ni un hueco has dejado para hablar de las montañas de Nuria. Es verdad, yo había perdido la memoria de estos lugares por los que pasé la última vez hace quince años. Me había hecho a la idea de que después de Andorra el tono del paisaje pirenaico disminuía mucho y ha resultado que no, que esto sigue siendo hermoso y espectacular. Las abruptas montañas y el desfiladero que sube hasta Nuria es una auténtica joya, mucha gente por el camino, eso si, pero montañas agrestes y formidables. 




Antes de entrar en el desfiladero me ocurrió una cosa curiosa. El camino se había remansado sobre una pradería y no lograba encontrar su continuación. Total, que saqué el gps, esta vez el teléfono, para situarme, cuando para mi sorpresa éste señalaba que había cogido un camino equivocado, que mi camino estaba mucho más arriba, nada más y nada menos que unos doscientos metros de desnivel más arriba. Bueno, pues ni corto ni perezoso empiezo a subir unas empinadas praderías para ganar altura, así hasta que me tropiezo con unos farallones de grande rocas infranqueables. Desde allí cortados y más cortados por donde no hay posibilidad de moverse. De golpe una sospecha me viene a la cabeza. Vuelvo a consultar el gps y, date, ahora resulta que estoy según él cien metros por encima del camino correcto. Si, mi gps se había vuelto loco se repente. Hice entonces lo que tenía que haber hecho desde el principio. Uso el gps del teléfono porque es muy útil para consultar los mapas y porque la pantalla es mucho más grande, pero no es la primera vez que me gasta una gruesa broma. Total, que saqué el Garmin: mi camino era correcto desde el principio. Tuve que dar una gran vuelta para regresar al punto en que lo había dejado. Yo había visto alguna señal blanquirroja no mucho tiempo atrás, pero es que a veces estas señales tampoco son totalmente seguras dado el número de variantes que existen, amén de trazados nuevos que no aparecen en mis mapas. Fue al rato de aquella falsa pérdida cuando me senté a desayunar junto a un arroyo.





2 comentarios:

LuisBas. dijo...

Animate , te va a hacer falta , pues con las noticias de la meteo parece que no se te va a acabar la lluvia so pena de que cambies el Pirineo por el Sahara, asi que cuidadin y mucha suerte.
Fuerte abrazo.

Alberto de la Madrid dijo...

Ya casi he atravesado el Helesponto y todavía no me he ahogado. Ahora Hace incluso demasiado calor. El mar se acerca