En la cercanías de Peñíscola, 6 de octubre
El dios fuego despierta en estas tierras al sur del Delta. El encaje dorado de las nubes lejanas anuncian la llegada del sol. Apenas un minuto después éste emerge sin preámbulos tras ellas, el mar y la tierra quedan inundados por una luz ya casi excesiva a esta temprana hora. Los reflejos avanzan sobre las aguas hasta invadir la arena húmeda que lavan las olas con su perezoso ir y venir entre los cantos rodados, en donde hay encerrados viejos sonidos que el agua tañe al deslizarse entre ellos.
Hoy todo habla, lo hizo el sol nada más levantar sobre el horizonte, lo hacen lo muros de los pueblos que atravieso, los pasos de cebra e incluso lo hace un humilde azucarillo que me sirven con el café. En la naturaleza todo habla, se expresa, sólo hace falta abrir los ojos o estar al tanto de las vibraciones que se producen en el aire para darse por enterado.
Como después de comer no encuentro ningún sitio a mi gusto para echarme un rato enfilo la larga playa que me llevará hasta Peñíscola, seis o siete kilómetros de arena. Me descalzo y me voy por la playa jugando con la espuma de la olas. Un pequeño placer que mis pies agradecen. La tarde está bonita y delante de mí, junto a la olas, tengo la silueta del castillo de Peñiscola que se irá acercando poco a poco durante dos horas.
La luz de la tarde es especialmente bonita, el mar es verde y azul prusia en la lejanía, una pocas nubes flotan una detrás de otra sobre el horizonte. Antes de que esta luz desaparezca pido a un matrimonio que me hagan una foto con Peñíscola al fondo. Él delega enseguida en su esposa. No está mal, salgo con lo pies cortados pero vale, ahora ya no soy un cazador de elefantes, ahora parezco más un cazador de cocodrilos con los deportivos colgados del cuello dispuesto a cruzar el Nilo.
Hoy terminé con Los hijos de la media noche, de Salman Rushdiel, que me ha llevado desde el principio de este recorrido catalán. Sí, pasé una buena temporada en la India y en Pakistán, los años difíciles de la independencia. Ya voy echando de menos este maravilloso y pintoresco país, por ello me metí en la lectura del libro. La calidad literaria de los trabajo de Rushdiel invita a nuevas lecturas, acaso la relectura de su Versos satánicos. Veré qué rumbos toman mañanas mis lecturas. Debería dedicar algún tiempo a la música, pero no entiendo bien lo que me pasa. Esta mañana mismo tuve que dejar a medias la Pasión según San Juan, de Bach, mi atención y mi animo estaban en otro sitio.
Noche cerrada, hora de irse a la cama, el sonajero de las olas contra las rocas del acantilado acompañará mi sueño como en otras noches.
2 comentarios:
Te lo pasas pipa, tio, espero que el tiempo te acompañe y no te llueva
La verdad es que la parte de Oropesa y Peñiscpla es una maravilla, espero que lo disfrutes.Fuerte abrazo.
Si, estoy encontrando una costa bella y solitaria que no esperaba. Hoy por primera vez me puse el jersey a la tarde. Está bastante bien y para caminar. Un abrazo
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