Tormenta a la vista




Cerro de Vela Blanca, cabo de Gata, 29 de octubre 

No me explico yo como ando de tanto en tanto tan encandilado con las mujeres habiendo como hay ejemplares de este género tan calamitosos, chicas además que en otro contexto sacarían de mí toda la admiración y santa beatitud que las jovencitas en flor se merecen por alegrar la vista de los viandantes y que con su comportamiento y fealdad en el modo de hacer sólo se las puede mirar como tristes intendentes de un negocio cualquiera, un supermercado de San José en este caso. Y yo que pensaba que sólo por el hecho de ser mujeres ya deberían ser acogidas en el reino de los cielos... :) La idealización que uno hace de la mujer se topa con estos ejemplares, hembras salida del cascarón ayer mismo y que no han tenido tiempo o ganas todavía de pulir sus formas, su feminidad, que es cosa hermosa y digna de agradecer, que no sólo de afeites y culito bien puesto ha de tratarse, y entonces uno no sabe bien a que carta quedarse o dónde meter su romanticismo trasnochado. 

Miro al otro lado del mundo, del abismo, la mujer y cada vez me parece una especie más lejana, acaso los hombres sean también un especie lejana con la que el yo trata denodadamente de integrarse sin conseguirlo nunca; hablo no obstante de la mujer ahora, no precisamente de esa aprendiz de cajera de supermercado. Recuerdo a las dos chicas de ayer, a las mochileras con que me crucé, Dios, qué lejos, que mundo tan inalcanzable. Aquellas rapadas de la cresta de gallo de ayer, silenciosas, como totalmente dependientes del joven que las acompañaba; las mujeres de la novela de Jack Keruac, hoy comencé su segunda novela de este recorrido mediterránea, Subterráneostriste poesía en donde la mujer deja a duras penas, pese a sus tantos atribuidos, de ser sutilmente dependiente del hombre en todo momento. 




Quizás este desierto almeriense está terminando de calentarme en exceso los cascos. De hecho hoy es todo desolación. Había hecho un buena parte del camino de noche y el día empezó a adquirir consistencia en el fondeadero de los Escullos donde pude hacer la primeras tomas de la mañana con un sol que se abría paso a duras penas entre la nubes. Las peñas que se alzaban al final del fondeadero ofrecieron un buen marco para esas primeras fotografías del amanecer. Un buen sendero recorre a media ladera este desierto de piedra. 




Apenas el sol se abre paso entre las nubes ya cae sobre la tierra aplastante y demoledor.  Ni una sola sombra, sólo la piedra como calcinada y, más adelante, blanca como la nieve. Me tuve que refugiar tras una enorme roca para desayunar. Al fondo se veía la ensenada de San José. 

Después de San José, donde tuve aquella aparición con la fémina del supermercado, y tras atravesar la hermosa y sombreada playa de los Genoveses, el desierto se hace riguroso, sólo pitas y arbustos espinosos crecen en este entorno. Me paro a hablar con el pastor de un rebaño de cabras menudas color café con leche. La falta de lluvia es tema inevitable de conversación. Nos despedimos y me enfrasco de nuevo en mi novela, lo que me lleva de nuevo al universo de las mujeres. Uno pasa la vida intentando comprender este mundo en que ha nacido, el trajín de las sensaciones y los sentimientos, la atracción que ejerce sobre él esto o aquello, el modo de ser de unos u otros, las características de esta sociedad que se ha ido creando a lo largo de milenios de interacciones y así, cuando se tropieza con un pedrusco, a veces una chinita es suficiente, los resortes de los interrogantes saltan y uno se encuentra divagando sobre lo divino o humano a partir de este pequeño tropiezo, al menos eso me sucede a mí que parece que me fuera enterando de lo que la vida sea a partir de estos  encuentros. Si un día me enamoro el género femenino pasa a ocupar el epicentro de mis preocupaciones, se convierte en espécimen celestial al que hay que rendir tributo, pero si lo que me sucede es un encuentro no grato con una fémina el resultado es bien otro, de donde se deduce que la relación con las personas, el conocimiento que vamos teniendo de ellas es más bien cosa escurridiza que tiene mucho que ver, como dice el refrán, con el ojo con que se mira. Ni ángeles ni demonios y la prueba está en que posteriormente para un coche en la polvorienta pista por donde caminaba, una chavala morena, sola y agradable que se interesaba por un camino que no fuera de asfalto entre Las Negras y Los Escullos o Rodalquilar. No había manera, le indico como interesante el tramo que acabo de hacer desde Los Escullos a la cala de San Pedro y bye.





Me he refugiado a la sombra de una casa para mi parada del mediodía pero las moscas son mil, les encanta posarse en mi cara, de vez en cuando interrumpo la escritura y mato una docena, por unos minutos me dejan en paz pero enseguida vuelven a la carga. El pedrusco bajo el que me senté esta mañana para dar cuenta de mi desayuno se había desprendido de la alturas de la montaña. Según desayunaba se me ocurrió pensar sobre la importancia que pudiera tener el que unos hombres hubieran perecido en el desprendimiento que tuvo lugar no hace mucho aquí en comparación con estas moscas, por ejemplo, que me estoy cargando desde hace un rato, no menos de veinte o treinta. Quizás parezca una perogrullada pero a mí este simple pensamiento me hace ponerlos pies en la tierra sobre el significado, el peso que pueda tener la vida de un hombre. Sí fuéramos un poquito más humildes esta forma de ver la vida, la realidad, quizás nos ayudase a llevar una vida menos disparatada. Entendamos, uno se muere y no pasa na, no debería pasar, quiero decir que la muerte debería ser un cosa mucho más natural, algo que ni necesitaría de ninguna parafernalia religiosa. 

La cosa llama en todo caso a la sencillez, no sólo en la naturalidad del morir sino también en la del vivir. Así comparo la vida de una examiga que tiene mucha pasta y una casa en cada punto cardinal del país, con los chicos y chicas que viven en la cala de San Pedro con lo puesto y poco más, sin duda que prefiero la vida de estos. La examiga de la que hablo vivía medio zumbada con el tema del dinero. 




Jo, qué bello está el mar subiendo por encima de los acantilados que me llevan al cabo de Gata. Saco un buen puñado de fotos aunque estoy completamente seguro de que no servirá de nada, mi cámara no será capaz de recoger tanta belleza, toda esa gama de colores del agua, las nubes, la agreste costa que se recorta trepidante sobre el agua. Cerca del cabo el viento suena en mi auriculares cómo viento serrano en un bosque nevado. Apago mi ipod para concentrar mi atención en el espectáculo de la tarde.




Llegar al collado de la Blanca y encontrarse con un hermoso crepúsculo al otro lado. Como en lo mejores días de esta travesía mediterránea. Recuerdo ahora mi primer amanecer en Cap Creus, tan espectacular como éste. Desde aquí un saludo a Trini de Barcelona que supo apreciar entonces con su comentario aquel sol naciente sobre el Mediterráneo. La tierra que camino se abrió hacia el oeste y ahora por primera vez puedo ver atardecer sobre mar abierto en el mismísimo cabo de Gata. Amaneceres y crepúsculos marinos se juntarán a partir de ahora en mi blog, para mi gusto y para el de todos aquellos que gustan de estos derroches que hace la naturaleza para el placer de cuantos quieran apreciarlos. Me siento un tanto feliz en este mirador excepcional donde pasaré la noche. Un paso más en este largo itinerar, ahora en dirección oeste, hacia el encuentro con el Atlántico. 



Y me había metido en el saco tan ricamente y andaba repasando esta entrada cuando de repente, estoy en lo alto de un pico donde hay instalada una antena, un restallazo de un trueno me saca de mi escritura. ¡Jo! estoy en la luna, no me había enterado absorto como estaba con el crepúsculo. Consulto inmediatamente el tiempo y efectivamente, anuncia lluvia y tormenta. Aquí no hay forma de poner la tienda, es piedra prensada el suelo, dos metros más allá está el abismo y los relámpagos abundan precisamente por encima de la montaña de enfrente donde minutos antes había una bellísimas nubes rojas que fotografié. Salgo disparado del saco de dormir, meto todo de cualquier manera en el macuto, no sé qué hacer... 











2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bellas fotos!

luisBas dijo...

aqui ha hecho mucho aire pero de agus nsds, espero que en Almeria lo mismo.Suerte.