Ríos y fuentes




Arroyomolinos de León, 4 de mayo 



La tarde anterior, tras la comida, me había costado trabajo encontrar una sombra para echarme la siesta de rigor; menos mal que terminó por aparecer el ángel de la guarda, paró un coche y el conductor, una de esas personas que gusta pegar la hebra con todo el mundo, después de enterarse en que consistía mi vida estos días y de mi necesitad inmediata de sestear, me llevó a una tierra cercana suya y como buen hóspite me ofreció su prado y las sombras de sus árboles de parecida manera a quien pudiera haber ofrecido su castillo. Nos despedimos calurosamente y poco después, a la sombra, y cubierto con mi mosquitero de campaña, caí pesadamente en lo brazos de Morfeo. 


Eran las seis cuando desperté. Tiempo de lectura. Recogí, cargué el macuto y me eché a andar mientras el primer capítulo de mi novela comenzaba a rodar. La vida perra de Juanita Narboni, de Ángel Vázquez. Al final de la tarde, sentado en un alto prado, mientras el día iba finalizando y una leve luna se alzaba sobre los encinares,decidí que la vida de Juanita Narboni no era santo de mi devoción. aunque me la hubiera recomendado mi chica, la hortelana. La hortelana y un servidor compartimos una filosofía de la vida muy parecida, pero se ve que nuestros gustos literarios no siempre coinciden, lo que no quiere decir que no coincidamos en un buen número de lecturas. 

Así que dormí en las alturas de algún parte de la sierra de Aracena. A las cinco mañana la gran estela de la Vía Láctea cruzaba el cielo sobre mi cabeza. Las estrellas poblaban brillantes y solitarias las alturas. A mis piernas les cuesta echar a andar, entumecidas, todavía faltas de entrenamiento, se mueven toscamente en la cuesta abajo. En la hondonada siguiente huele intensamente a hinojo, el pueblo cercano se llama, curiosamente, Hinojales, de donde se deduce que los hinojos llevan cientos de años poblando estas tierras.




Ayer tuve que vadear en la oscuridad un río que se cruzaba en mi camino, cincuenta metros de aguas tranquilas y rumorosas que ponían sus gotas de misterio en el silencio de la noche. Hoy tuve que vadear otro al amanecer en un bosquecillo donde los pájaros eran cientos. Encantadores rincones que el camino ofrece a este viajero madrugador donde, muy a placer, sería posible descargar el macuto para sentarse a la orilla del río a ver discurrir la mañana rodeado por la orquestina de los pájaros. Uno se empeña en ir de acá para allá y en cierto sentido se convierte en esclavo de una idea, hay que seguir adelante, hay que llegar a Córdoba o a Despeñaperros. Siempre hay que llegar a algún sitio, no he aprendido todavía a ir a ningún sitio. Días atrás rastreé en el libro de Ekhart Tolle, El poder del ahora, cierto pensamiento interesante que invitaba a olvidarse de alguna de nuestras convenciones más queridas, nuestro propio yo, que él defendía constituido en gran parte por ideas y hechos que en realidad nos son ajenos. Cuando se preguntaba de qué está hecho el yo, entendía que a lo largo de nuestra vida vamos encontrándonos con ideas y acontecimientos que nos van conformando, nuestra ideología; nuestra forma de pensar está hecha de accidentes, cosas que hemos adquirido por el camino y que nosotros identificamos con nuestro yo. Hasta aquí una idea interesante para considerar y saber hasta qué punto uno es algo primigenio y único o por el contrario pueda ser un amasijo de otras ideas, otras decisiones. Para el señor Tolle es esencial tirar por la borda el yo, lo que él entiende por el yo, y vivir el ahora. Todo lo que nos puede joder que arrastramos del pasado es pura ilusión, simple y llanamente no existe, sólo este momento existe, con lo cual nada anterior ni posterior debería molestarnos, asustarnos o preocuparnos. 

Así las cosas y volviendo al río que vadeaba esta mañana y a lo agradable del lugar, si yo no tuviera en la cabeza una idea preconcebida de que estoy recorriendo no sé qué sierras, seguro que me hubiera sido más fácil sentarme a la orilla del río y pasar el resto del día oyendo a los pájaros o entretenido en la lectura de algún libro. 




Ayer, en Cumbres Mayores, con el cuento de que era fin de semana, un cuento que se explota impunemente por todos los lados, me clavaron. Un lugar en donde el plato del día cuesta ocho euros, por arte de birlibirloque los fines de semana se convierte en veintitrés euros. Ni los alquimistas pueden hacer tanto, convertir en oro la cosa corriente siempre ha sido desde el comienzo de los tiempos la gran tentación. A los señores de ayer, sentados a la mesa toda la familia reunida, cuando me marchaba, les debió sorprender muchísimo que un cliente en pantalón corto y con chaleco de cazador se dirigiera a ellos para expresar su sorpresa por el precio de las cosas. Con la notita en la mano, después de soltarles que aquello era un simple robo, quedé admirado de que aquella gente no abriera la boca, ni una palabra argumentaron. Cuando me despedí con un sencillo "que aproveche" , todos respondieron con un muy educado "gracias". Me pareció que se habían hecho suficiente cargo del asunto. 

Así que escarmentado por lo de ayer, hoy, en Arroyomolinos de León, ante una carta en donde lo precios brillaban por su ausencia, tuve que andar más vivo. Resultó sin embargo que eran buena gente, amables y con precios razonables. Comí parecido al dia anterior y además me hicieron la cena y la empaquetaron en una bandeja de poliuretano. Todo por dieciséis euros. Hay para todo en el mundo. 


A algún kilómetro de aquí he localizado en el mapa una fuente, la fuente de la Pileta. Voy a tratar de llegar hasta ella a ver si junto al rumor de su caño encuentro una sombra para echar la siesta. 

1 comentario:

luisBas dijo...

Veo que se ha añadido a los comentarios mi amigo Tomas, malegro y espero que te vayamos dandote animos . Fuerte abrazo para ambos en el dia de las Madres