Reflexiones junto a las aguas de Omertson Gorge

Al norte de Alice Springs, Australia Central, 29 de marzo de 2016

El sol cae por el horizonte acompañado por unas nubes bermejas, violeta en su alto y amarillo de fuego claro en su parte baja. Nuestro campamento está montado en un claro de arcilla roja rodeado por matas amarillas de hierba que agostan camino del invierno. Hoy  no hicimos muchos kilómetros. Teníamos el propósito de ascender el pico Sonder, habíamos puesto para ello el despertador a las cuatro y media de la madrugada para evitar a toda costa las agobiadoras horas de calor pero estuvo lloviendo toda la noche. Hacía un calor agobiante mientras cenábamos y meterse en la tienda con las primeras gotas fue como entrar en una sauna, faltaba aire en la tienda, totalmente desnudos no había manera de mitigar el calor. Tampoco era posible dejar abierta un poco la puerta, nos hubieran comido los mosquitos que estaban sumamente agresivos. Así que terminamos de cenar como pudimos dentro de la tienda mientras fuera el agua golpeaba abruptamente. Llovió toda la noche, así que cuando sonó el despertador no hubo necesidad de decidir nada, seguimos durmiendo. Fue así hasta entrada la mañana. Cuando abrimos la puerta fuera la temperatura era primaveral y olía deliciosamente a tierra mojada, el cielo estaba cubierto pero parecía que había desistido en enviarnos su lluvia. Las montañas estaban cubiertas por un largo fular de nubes intensamente blancas. Hoy ya no habría oportunidad para caminar, el calor del mediodía nos impone. Así que recogemos, desayunamos y nos ponemos en marcha. En la pista que nos devolverá al asfalto nuestro cochecito el pobre debe arrastrar varias veces sus bajos por las piedras; no, no está hecho para estos caminos. Ya ayer tarde tuvimos que desistir de hacer los últimos kilómetros de la pista porque este cacharro recién estrenado no daba más de sí. Son unos señoritos estos cochecitos de alquiler.

La lluvia había dejado todo el campo, las montañas, el ribete de las nubes restregando su tripa por el lomo de las colinas, los colores, todo como para comérselo. Y más todavía estos campos de roja arcilla que cubre todo el desierto de Australia Central, la arcilla, las hierbas de amarillo pálido, los retorcidos troncos de algunos árboles que acompañaban los toboganes de la carretera asumiendo que de tanto en tanto había que detener el coche para hacerles una fotografía.

A la media hora pasamos por la pista que ayer nos había llevado a la Omertson Gorge y donde habíamos pasado la noche y hecho a la mañana siguiente una bella excursión. Estaba amaneciendo cuando habíamos comenzado nuestra marcha, el sol doraba de rojo intenso las lomas de los alrededores. El camino se elevó enseguida por una ladera para alcanzar más adelante un alto en donde un eucalipto aparecía como el único y señorial superviviente de la especie arbórea. Era el miradero por excelencia de la Omertson Gorge. La vista era espléndida, a nuestros pies, tras un salto de ciento cincuenta o doscientos metros de escarpadas rocas corría apacible un caudaloso río que se sume y reaparece a lo largo del valle misteriosamente dejando a lo largo de su recorrido un paisaje verde sembrado de grandes árboles. Seguíamos las consabidas señales que se usan aquí, unos triangulitos azules isósceles que apuntan en todo momento en la dirección precisa, pero sucedió que de repente, junto a un escarpado en donde el agua del río alcanzaba una considerable anchura y profundidad los triangulitos desaparecían. Tiramos de gps y aunque éste andaba un poco loco entendimos que debíamos remontar una abrupta pendiente para superar algunos resaltes que caían a pico sobre el agua. Subimos, anduvimos de acá para allá pero nada, aquello era impracticable. Decidimos regresar hasta la última señal que habíamos visto, y volviendo de nuevo hacia el cauce del río descubrimos que había huellas en la arena junto al agua, y poco después comprobamos que esas huellas tenían su continuidad en la otra orilla. Ergo, la ruta atravesaba el río. A mí me parecía que aquello era mucha agua para cruzar, ya se sabe, uno es de Madrid y ni en Guadarrama ni Pedriza uno debe atravesar ríos de acaso cuarenta o cincuenta metros con una profundidad indefinida. Ya se ve, uno mide las cosas de acuerdo a la experiencia corriente que tiene. Había que probar, me desnudé y me fui para adentro a ver en qué consistía el paso. En el lugar más favorable el agua me llegaba al cuello. Podríamos haber intentado pasar aquello, pero ¿y las cámaras, los teléfonos, el dinero, los pasaportes? El lecho del río estaba más resbaloso que la leche. No, por ahí no pasábamos. Estábamos charlando tranquilamente cuando de repente oímos voces desde la otra orilla, dos mozas, recias, de muy buen ver, que sin más se descalzaron, metieron lo poco que tenían en sus deportivos y se dispusieron a cruzar el río. Chapeau. Bromeé con una de ellas sobre que hubiera pasado si hubieran tenido un pequeño resbalón, el agua le llegaba a la más alta a la barbilla, pero no hubo lugar, se lo pasaron pipa con la aventura del agua. Quedaron eróticamente espléndidas con sus camisetas mojadas ciñendo sus cuerpos de ensueño. ¡Dios santo, qué criaturas fabrica la madre naturaleza! Pocos minutos después otra pareja de mujeres, ahora en sentido contrario, cruzaban vestidas sin más el río a nado. Para otra vez ya lo sabemos, el problemas de estos caminos no son los ríos, es no saber simplemente que hay que llevar algo estanco para meter aquello que necesita estar seco.

Después de aquello Victoria y yo tuvimos una larga conversación que inició ella. Le llamaba mucho la atención la naturalidad y seguridad con que aquellas mujeres, precisamente mujeres, andaban por rincones apartados de la naturaleza. Cosas que no son ni mucho menos corrientes en nuestro país, aunque cada vez nos vayamos poniendo más al día. Lo determinante que puede ser, en este caso para una mujer, el ambiente en el que nace y se desarrolla, el tipo de mujer que genera la sociedad en la que vivimos en donde el hombre parece seguir de una manera u otra marcando las pautas, la educación que se ha recibido, especialmente de los padres, la filosofía que se tiene de la vida y de la igualdad real de los dos sexos. Cuestiones así nos merendamos durante un par de horas mientras el agua discurría calmosa con cierto tinte rojizo hacia nuestro campamento. El hecho es que todos quisiéramos haber tenido desde muy niños la autoestima muy alta, habríamos querido ejercitar nuestra autonomía mucho más, habríamos deseado salir antes de las faldas de mamá y haber ejercitado desde muy temprano nuestras capacidades sin necesidad de que nadie nos acompañara de la mano a la escuela hasta los diez años. Eran pensamientos que brotaban de la simple percepción de la realidad. Yo tenía una compañera maestra en el colegio con hijas de diecinueve y veinte años que nunca salían solas, decía la madre, porque “había muchos peligros por ahí, y, además, que ya tendrían tiempo cuando fueran más mayores o se casaran”. Eso era lo que mantenía una docente, ese es más o menos el clima que podría uno percibir en un alto porcentaje de madres y padres que pretendían la educación muy tutelada de sus pimpollos. Irremisiblemente dimos un repaso a nuestro sistema educativo para lamentar eso, lo poco que los objetivos educativos contemplan la educación de la autonomía, y especialmente la de las niñas.

Esto fue ayer; dejamos la pista atrás. Hoy regresábamos a Alice Springs y después de repostar en la gasolinera y comprar algunas cosas por el camino emprenderíamos la ruta del norte, sin determinar aún si nos dirigiríamos enseguida a la costa este o derivaríamos hacía algún parque nacional del noreste. Antes, sin embargo, paramos en un complejo donde encontraríamos aves, animales y plantas del desierto en un entorno ordenando y agradable. Por ahí abajo dejo un muestrario de fotografías de él.

Curiosamente si ayer nos achicharrábamos a esta hora, hoy el fresco es tal de necesitar que nos pongamos los jerseys. Nuestro campamento está lleno de grillos y sobre nosotros brillan millares de estrellas. Es hora de hacer otras cosas, el rato de lectura de antes de dormir. Buenas noches.

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