Atalaya sobre el mar




Galicia. Cercanías de Porto do Son, 26 de julio de 2008


Dueto matinal, las olas romiendo sobre la arena y el bajo de mis bastones entrando y saliendo a ritmo de mis pasos en la playa. Recorro la costa, a lo lejos, muy lejos sale alargándose sobre el mar, la punta de Finisterre. Un gusto caminar temprano sobre estas playas desiertas, siempre con el estruendo del agua a mi izquierda, la niebla subiendo por las laderas con su grisalla verdosa, pequeñas edificaciones a lo lejos, todo como existiendo desde siempre, cubierto, encapotado, dispuesto el cielo a embotar el ambiente con su chirimiri.






Estoy en los postres comiéndome la tarta de Santiago y sorbiendo a poquitos el café con hielo, cuando llega la boda. El local, que es un mirador sobre la playa, se llena de gente, invaden el lugar, un alboroto fenomenal. Que se besen, que se besen… A él, un chico de no más de veintidós o veintitrés años, la chaqueta listada en color plata le queda ancha y larga; se le ve que no sabe qué hacer con su cuerpo; es probable que sea la primera vez que se pone una chaqueta; tiene el color que da los trabajos del campo o del mar, el pobre no sabe donde meterse; está pensando en cuando terminará esta coña y le dejarán sólo con su novia. Ella se hace un lío con la cola del vestido, alguien se lo pisa, tira de él. Que se besen, a la concurrencia no se les ocurre otra cosa, ella aproxima los labios a los del novio obediente. Y luego las fotos, llaman a más gente, se componen grupos diferentes. Si me hacen pasar por una de esas me pierdo por el camino, salgo corriendo que no me pilla ni un galgo, que decía mi novia.

Hoy encuentro que esta parte de Galicia es quizás lo más bello que tenemos en España, aunque acaso sea con la condición de visitarla a pie y por los lugares menos concurridos. Esta mezcla de tierras verdes y mar, islas, tierras que se desgajaron y forman ensenadas y grandes hondonadas en la tierra donde siempre brilla el agua; país acuático por donde campa la niebla llenando de delicadeza el paisaje, mojándolo con la delicadeza del chirimiri, dejándolo tenue como una aguada, todo con la pátina de una humedad brillante. Acaso me estoy encontrando con una situación de excepción, esa excepcionalidad del caminar solitario que se empeña en recorrer rincones inaccesible, de acceder a parajes prominentes en horas claves del día o de la noche, que huye de los caminos trillados, que se esconde de los guardadores de “los medios ambientes”. Para algo tiene que servir la vocación de raro, que siempre es una inconveniencia social pero que a la larga trae de vez en cuando sustanciosos regalos. Como el de esta tarde que ví una prominencia en el mapa, allá, tras la pequeña península, que seguía a la playa nudista. Sí, un poco corte atravesar una de esas playas con la gente en pelotas y uno armado de botas, gorro, gafas de sol, mochila abultada y pinta de explorador; un poco grotesco, pero bueno, lo compensaba el panorama, el simpático pendulillo de los tíos camino del agua, el muestrario de los pubis evidentemente coquetos, rasurados para encandilar siempre a alguien, las robustas tetas, los pechos de niña, las nalgas de cobradora de supermercado alemana, la barriga cervecera de los cincuentones, los culos caídos, las cinturas cimbreantes, los cuerpos bonitos. Una parte más del camino. Decía que como esta tarde, que intuí que tras el bello paisaje de la playa allá arriba me esperaba algo similar, como así fue en efecto. El gran espectáculo del mar en su momento más espléndido encuadrado por el extremo de la ría de Mouros que se adentraba en el mar llena de nubes como al final de un fiordo alasqueño.






Durante más de una hora esperé allá arriba, como subido en el mascarón de proa sobre el ancho mar. Luego fue como el comienzo expectante de una película que levantara expectación. Los matices, el brillo cegador poco a poco cayendo hacia la noche, hacia la muerte del día (…y lo que llamáis morir es acabar de morir), que recomenzará mañana (y lo que llamáis nacer es empezar a morir) al otro lado, en otro mar para vivir un día más (y lo que llamáis vivir es morir viviendo… Quevedo, Los sueños); no al modo de Quevedo, que en un arranque de pesimismo construyó este bello galimatías, sino al modo de quien no piensa en la tarde y camina desde la mañana oliendo, mirando, escuchando. “No estoy aquí para pensar, no debo pensar, antes de todo debo sentir y ver, y cuando de ver se pase a mirar se encenderán las luces y todo cobrará su voz… Llego a preguntarme si las formas superiores de la emoción no consistirán simplemente en el supremo entendimiento de lo creado” (Carpentier, Los pasos perdidos). El cielo se puso cárdeno, se llenó de humo, de fuego, de ceniza, el fuego quedó meciéndose entre las olas como un manto de brasas que demorara sobre el hogar de la chimenea cuando todo a su alrededor es oscuridad.
No basta hablar de la Naturaleza en términos abstractos, o hacer bromas de urbanita como Cortazar, que decía socarronamente sobre ella: ah, sí, el lugar ese donde los pollos andan con plumas; todo el mundo tendría que tener la oportunidad de acercarse un poco a estas cosas. Creo que ello enseña unas pocas cosas importantes, pero sobre todo es la capacidad que tiene ésta, cuando podemos acompañarla en momentos y lugares particulares, de transmitirnos el pálpito de una emoción. Lo que el protagonista de la novela de Carpentier llama el supremo entendimiento de lo creado, quizás consista simplemente en acercarse a la comunión con lo creado mediante la pura y simple contemplación.





En la proa de esta almena sobre el mar no hay lugar para mi tienda y así, entre una palabra y otra anocheció. Se anuncian lluvias, pero nubes sólo hay al otro lado de la ría. ¿Qué hago? Me parece que hoy me arriesgaré, además, el lugar es demasiado hermoso para encerrarme dentro de la tela de mi tienda azul. Quizás incluso cuando me despierte en medio de la noche pueda ver un rastro de luna que estos días de lluvia las nubes velaron tras su oscuridad. El mar, como todos los días en la última semana, brama, rompe parsimonioso y monótono a mis pies.




















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