En el valle de la Ripera




Valle de la Ripera, 20 de julio

     Hoy, al vagabundo, que subía sudoroso las pendientes arboladas del valle del río Ripera, cuando cruzó el arco del puente de hormigón, le vino así de repente la idea de concederse un respiro y, ni corto ni perezoso, decidió darse un baño y poner a punto su reducida colada. Dicho y hecho pues, el agua estaba fresca pero era delicioso sentirla sobre la piel llevándose el sudor de una semana, sí, una semana, el salvaje no se prodiga mucho en los baños cuando camina por la alta montaña; no es que quiera ahorrar agua,  claro, es que realmente las condiciones climatológicas se prestan poco a ello. Hoy, además, era de cajón, la diarrea provocada por el agua poco saludable del día anterior, había provocado algún estropicio que era necesario subsanar. Así que ahora, repantigado y en cueros a la sombra de un haya, poco antes de la comida me siento como el currante al que inesperadamente le han dado un día de asueto y no sabe bien qué hacer con él. Hasta Bujaruelo debe de haber seis o siete horas, lo suficientemente lejos como para sin prisas llegar allí mañana a la hora de comer. 

     Esta novedad me recuerda otros placeres olvidados como meter los pies en el río y dejar que la vista vague por sus aguas  trasparentes y ruidosas. Uno está tan ocupado en caminar y en las otras cosas que constituyen la vida diaria, tan a veces agarrado por la idea del hecho de llegar aquí o allí, que se olvida de incluir en su cotidianidad estos paréntesis de indolencia y relajo. 

     Hoy recibí una llamada del amigo Ramón que muy cuco él ha encontrado una bonita compañía que, como hada madrina, le ha llovido del cielo. Ahora, además de amaestrar a su nuevo caballo, Texas, se da/dan una vuelta por el Pirineo Catalán; querían subir estos días a la Pica de Estats y me preguntaba por cómo creía que iba a estar de nieve. Ella se llama Eugenia; ya la oí algo por teléfono. Expresamos nuestro mutuo deseo de conocernos. El caballero andante pasó tantas horas de soledad en su periplo alrededor de España que ahora se desquita lo que puede. Le ofrecieron otra vuelta a la Península en bicicleta eléctrica patrocinando cierto modelo pero parece que el motor de los viajes lo tiene ahora en punto muerto. Sí, echo un poco de menos su compañía y la de Dop y Vermell, esa sosegada monotonía de recorrer por mitad del invierno o la primavera las tierras de España acompañado por el paso apaciguado de Vermell o el trotecillo de acá para allá de Dop, el amistoso y obediente Dop. Si don Quijote y Sancho merecieron un buen libro para dar cabida a sus aventuras por La Mancha y Sierra Morena, no menos, creo yo, habría merecido este caballero andante del siglo XXI que, liberado, a Dios gracias, ¿no, Ramón?, de la obligación de ir a trabajar cada mañana, tuvo la feliz idea de agarrar rocín y perro y dedicarse a recorrer España y Francia a caballo. Esto sí que es calidad de vida, le recuerdo decir en cierta ocasión en que habíamos soportado durante todo el día una lluvia inclemente. Hermosa vocación tardía de trotacaminos que yo admiro más aún por la pasión con que este hombre sabe establecer vínculos afectivos con su cuadrilla, su perro y su caballo. Todavía recuerdo con emoción aquellos días en que encontrándose Vermell enfermo y en condiciones dudosas de terminar la vuelta a España, Ramón no se resignaba a tomar otro caballo para concluirla; hemos empezado los tres esta aventura y quiero terminarla con ellos, decía emotivo y determinante. Vermell y Dop eran algo más que un caballo y un perro, eran entrañables amigos, cariñosos compañero de aventura. 


     El valle de la Ripera se estrella en lo alto contra el bastión de peña Forato, Mallo de las Blancas y Pico Tendeñera. En su parte alta me encuentro con un refugio en buenas condiciones, una cama con su correspondiente colchón, dos mesas y una silla de resina: perfecto, no podía haber pedido un regalo mejor para finalizar mi jornada de hoy. El único problema, mínimo, es que no puedo utilizar la cámara, mi alfombrilla solar no carga sus baterías, debe de estar chingada. A partir de ahora me tendré que conformar con las fotografías del teléfono, que tampoco están tan mal. 

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