En el Camino Mozárabe de Santiago




Cercanías de Villanueva de la Concepción, 6 de noviembre 

Al final de la tarde entre la colinas, bajo un olivo; en la lejanía el ladrido de unos perros, de tanto en tanto el ruido de un motor, el canto de algunos grillos. 

Al noroeste de Málaga la lomas, los suaves valles poblados de olivo y almendros viven aislados una paz no alterada por el tráfico, en el campo sólo me cruzo con dos personas antes del mediodía, casas aisladas, de blanco siempre.


En un estanque junto al que me siento a desayunar saltan las ranas. Converso con dos campesinos, uno anduvo hace un par de años con su mujer los mil cuatrocientos kilómetros que separan su pueblo de Santiago de Compostela; cincuenta y dos días les llevó, dice, Sí, por el Camino Mozárabe, desde aquí mismo. Lo cuenta con sencillez, como si fuera una cosa corriente. Nada de agujetas, él es un hombre de campo y está acostumbrado a caminar, y otro tanto le sucede a su mujer. 


He llegado a comer a Almogía, un pueblo aseado y blanco como un nevero colgado de las faldas de una montaña. Me entero de que existe un albergue de peregrinos cuando estoy marchándome. El siguiente pueblo está lejos, demasiado justo para llegar a cenar pero hoy estoy cazurramente obstinado en no cargar con nada, ni siquiera agua. No es cosa que tenga una explicación lógica pero es así. El resultado es que bastante antes de llegar a destino el sol se ha ocultado entre la loma y yo tengo necesidad de un rato de tranquilidad antes de meterme en el saco. Llegar hasta el pueblo me iba a permitir cenar, pero después tendría que buscar en las afueras un lugar para dormir... No, no quiero precipitaciones hoy, prefiero ayunar y disfrutar esta soledad de cantos de grillos. También estoy cansado, me he dejado muchas energías en las continuas subidas y bajadas del camino. Quizás hay también albergue en Villanueva de la Concepción, donde debería haber llegado pero es lo mismo, tengo el cuerpo tan acostumbrado a dormir junto al camino que prefiero esto a la comodidad de un albergue, al menos mientras siga este tiempo tan bueno que vengo disfrutando. 

 

Así que estoy en el camino Mozárabe de Santiago, la concha y las flechas amarillas me acompañan de nuevo desde esta mañana. Concha amiga que igual que la bandas blanquirrojas de los GRs me llevarán estos días hacia el norte. Son muchos lo caminos de Santiago por lo que he transitado este año, de ahí que ver de nuevo las señales amigas me haga sentir una grata emoción que viene también del recuerdo de tanto y tanto paraje atravesado durante las cuatro estaciones últimas en lugares dispares de España: El Camino de la Plata comenzado en Sevilla el pasado invierno, el Camino Norte en primavera, el Baztanés entre Irún y Pamplona, parte del Aragonés hasta Sangüesa, el Catalán hasta Montserrat y el Camí Geroní que lleva desde Montserrat hasta la frontera francesa, unos cuanto miles de kilómetros hechos a expensas del Apóstol Santiago que tiene seguidores suficientes como para trazar caminos de Santiago desde cada pueblo de España hasta las mismísimas puertas del Obradoiro... tantos son los caminos. Y estando en uno de ellos uno se siente como dentro de casa, esa es la sensación. 


Creo que hoy voy a terminar antes y dado que no hay cena voy a tratar de hacer una cura de sueño. Los desajustes de alimentación o sueño suelen traerme complicaciones que no deseo, así que por hoy basta, buenas noches.





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