Camino de Mystras


Mystras, Peloponeso, Grecia, 3 de julio de 2015


Los primeros rayos del sol empezaban a dorar las cumbres cuando dejábamos atrás las últimas casas de la moderna Mystras. La otra, la medieval, que vivió su esplendor durante el Imperio Bizantino en los siglos XII y siguientes, se encuentra quinientos metros de desnivel más arriba colocada como un nido de águila sobre una atrevida montaña que preside los alrededores. Las necesidades de seguridad debía de ser apremiante en aquella época a juzgar por el emplazamiento elegido. Bajo el gobierno de Teodoro, se convirtió en la segunda ciudad más  del Imperio, tras Constantinopla, y su palacio, hoy en ruinas, pasó a ser la segunda residencia imperial. Hoy las ruinas ocupan una alta prominencia y una amplia parte de las laderas del Monte Taigeto. El camino que tomaríamos nosotros arranca de un angosto valle de apretada vegetación, un estrecho sendero nada transitado que en algún momento corre el peligro de perderse en la espesura del bosque. Como siempre el bendito Wikiloc nos había proporcionado un track a nuestro gusto. La otra posibilidad era tomar una carretera al este de la montaña. Nos sentimos en nuestro ambiente caminando temprano por un apretado bosque de bojes, encinas y algún que otro árbol de los que desconocemos el nombre. Llegamos a las murallas a ocho de la mañana. Delicioso recorrer estos parajes a estas horas. ¡No encontraríamos un solo turista hasta bien entrada la mañana!
La amante de las piedras de nuestra expedición viajera es Victoria, a la que un servidor sigue dócilmente por todas las ruinas de los países que vamos atravesando. A mí no es que me entusiasmen pero uno siente que debe de asumir ciertas obligaciones corrientes y por tanto aquí me tienen, y no sólo a gusto con la cosa de las piedras sino entusiasmado con todo lo griego, lo griego de hoy, lo griego bizantino, las terribles tragedias de Esquilo en donde no queda nadie vivo o esta misma tarde la vuelta a Homero con una nueva lectura de La Iliada. No hay mejor viaje que aquel que suscita el interés y el entusiasmo por lo que la gente de los países que visitas ha creado a lo largo de los siglos.
Bajábamos de las alturas de la ciudad medieval de Mystras, quinientos metros de desnivel montaña arriba sobre un mirador proverbial hacia la llanura, cuando tropezamos con las señales del E4, el GR que arranca de Tarifa y recorre Europa hasta Atenas, continúa por el Peloponeso y viene a terminar a la orilla del mar, como la vida del poeta, después de atravesar de parte a parte la isla de Creta. Me acordé enseguida de Manuel Coronado, el más asiduo caminante que conozco de los GRs de España y que lleva ya un largo tiempo juntando fiestas y vacaciones en el empeño de llegar a Atenas algún día. La última vez que le seguí la pista andaba por el Languedoc francés, esa clase de gente que uno admira por su perseverancia y por los fregaos en los que se mete. Allá donde veáis un maratón o una de esas pruebas de cien o doscientos kilómetros seguro que os encontráis con él. Pacientemente, como una hormiguita, entre uno y otro servicio de maquinista ferroviario, él se va comiendo los kilómetros junto a una panda de amigos que lo acompañan. No le conocía, me encontré con él un mes de enero en que la ciudad de Mérida había amanecido envuelta en la sedosa niebla que engendraban las aguas del Guadiana. Seguía mi recorrido de la Ruta de la Plata por mi blog y no le fue difícil calcular a qué hora estaría en Mérida y en qué lugar pararía, así que cuando me aproximaba la albergue de peregrinos allí estaba el andarín extremeño al que hasta entonces sólo conocía a través de los vericuetos de Internet. En una época en que yo había empezado a darme grandes caminatas por el país él fue el que me puso la día de toda la información que necesitaba. Bastaba que me naciera un proyecto para que a renglón seguido Manuel me proporcionara los tracks correspondientes y la información adicional que necesitaría. En alguna ocasión ya me sugirió la posibilidad de caminar hasta Atenas pero un proyecto que hubiera visto con ganas, cuando me lo sugirió tenía yo ya un concepto de un tiempo por delante que cada vez me parecía más corto, entre otras razones por una rótula que hace una década me hace cojear, que imaginaba que me quedaban pocos años para seguir pateando el mundo.
La cosa no da para más. Hay que acostarse, oigo decir desde el otro lado de la habitación a la hortelana. Mañana temprano seguimos rumbo al sur. Caminaremos durante un par de días junto al mar antes de volar hacia nuestro siguiente destino: Chipre.

No hay comentarios: