Parque Nacional de Bako

Parque Nacional de Bako, Borneo, Malasia, 15 de abril de 2016
Nos habíamos levantado al amanecer. Nos esperaba un largo recorrido circular que atraviesa prácticamente los principales rincones del parque. Pareció que la mañana iba a estar cubierta de nubes pero no cayó esa breva. Un largo sendero de madera alzado sobre estacas salvaba la primera parte pantanosa de nuestro recorrido. Todavía se caminaba bien a esa hora de la mañana. A ambos lados del sendero la vegetación crecía apretada como siempre, era apacible caminar despacio atentos a los sonidos que llegaban de la espesura; de tanto en tanto un sonido aparatoso salía de las alturas y agitaba las ramas de los árboles, casi siempre un macaco o un mono probosti. A los primeros ya los conocíamos bien desde que el día anterior una hembra había saltado a nuestras espaldas inesperadamente mientras nos tomábamos un piscolabis arrancando de la mano a Victoria un brick de leche que fue a parar al suelo. Cuando de inmediato Victoria echó mano al brick la macaca, como quien se pone en jarras retando a la vecina de enfrente, enseñó los dientes y puso cara de saltar sobre ella. Los bastones estaban a mano y sólo fue necesario agarrar uno para que pusidera pies en polvorosa; la macaca como los perros bravucones se ve que ya conocía perfectamente ese gesto porque salió zumbando. El probosti, un ser mucho más tranquilo, de saltar algo perezoso y de maneras como de quien tiene toda la vida por delante, hizo su presentación también el día anterior sobre las ramas de un árbol. Estos van a su bola y no se preocupan ni poco ni mucho del homo sapiens, se busca la vida en los árboles comiendo de aquí y de allá, cosa que no hacen los macacos que tratan de obtener tajada de donde pueden, incluido el interior de los macutos o las mesas del restaurante. Ayer hubo una escena graciosísima después de la comida. Los tienen alejados del comedor, pero aún así burlan la vigilancia de los encargados en cuanto estos se dan media vuelta. Sucedió que en la mesa habían quedado algunos restos. Estábamos charlando cuando de sopetón, visto y no visto, apareció uno, saltó desde la balaustrada y aterrizó sobre nuestra mesa. No veas las prisas que se daba el tío, no se conformó con coger un trozo de cáscara de sandía, había seis, el tío quería llevarse las seis que había en el plato, pero como no tenía más que dos manos alguna de ellas se le caían al plato de donde apresuradamente volvía a cogerlas para colocarlas en el regazo, así tres o cuatro veces mientras retirábamos las cámaras de la mesa para que no corrieran peligro y reíamos al mismo tiempo viendo en aquello el gesto más humano que puede verse, ese de que la avaricia rompe el saco, o el que mucho abarca poco aprieta. En este visto y no visto el macaco estuvo rodeado de la mayoría de los comensales que no paraban de reír. Al final tuvo que dejarse la mitad de su botín que le resbalaba sin remedio de los brazos cuantas veces se agachaba a recogerlo. Desde la mesa de un solo brinco se plantó en el cesped cercano donde no esperó a zamparse el botín robado. Uno se familiariza enseguida con ellos nada más pisar el parque. Cuando paramos a comer hoy también tendríamos un pequeño encuentro con una macaca mientras comíamos. Esta iba cargada con una cría en el pecho, pero no por ello se cortaba, el pequeño parecía una lapa agarrada al cuerpo de la madre. De nuevo hubo que sacar el bastón parqa espantarla.
Esta mañana estaba dispuesto a ver a los animales con los que me encontrara como una prolongación de nuestra humanidad así que, cuando superamos un alto y caminábamos por un sendero que era un laberinto de raíces, lo que nos encontramos fue algo así como un desfile de cinco, diez en fondo apresurados habitantes de la selva que formando una auténtica columna caminaban a lo Charlot como quien estuviera perdiendo el culo, todos unos detrás de otros, sin perder la formación, subiendo y bajando por el lomo de un palito, rodeando una hoja, atravesando una roca, enderezando sobre otro palo que hacía de puente y sumergiéndose bajo el follaje para desaparecer de la vista. Toditas unas detrás de otras y con las prisas de quien va a perder el tren. Era muy difícil no ver el parecido con la realidad de otros animales de distinta especie, esos bípedos que aunque no viven en termiteros de barro o bajo tierra pueblan los alrededores de la naturaleza con sofisticados edificios, rascacielos o con casas de tejados a dos aguas. No sé por qué imaginé aquellos ejércitos de atareadas hormigas obedeciendo ciegamente a los dictados del instinto como diligentes, también, votantes de homínidos del PP destinados en este caso no por instinto sino por mor de la propaganda y el engaño sistemático a través de una muy bien orquestada campaña de chantajes y mentiras a votar de por vida a los gobernantes que los esquilman. El símil era clavado, pero había sutiles diferencias, en unos la madre naturaleza se había encargado mediante el instinto de que la maquinaria colectiva funcionara para poner al servicio de la comunidad la pervivencia y el sustento de sus miembros; en los homínidos peperos, por el contrario, desprovistos éstos de ese instinto en un grado importante y sustituido por la razón, las cosas eran un tanto más complicadas debido a que para desarrollar cualquier actividad el hombre necesita pensar, ver los pros, los contras, evaluar y decidir qué hacer para conseguir determinado objetivo, sea éste adquirir comida o, como en el caso de las hormigas, qué hacer a nivel comunitario para que esa pervivencia y bien de la comunidad se haga posible. Pero, amigo, con la Iglesia hemos topado, que diría Sancho, el pequeño detalle humanoide de tener que pensar de golpe se convertía en una traba insuperable. Lo que con el instinto no exigía esfuerzo alguno porque todo estaba programado, en lo que concierne a pensar eso ya era harina de otro costal; el esfuerzo morrocotudo que tal cosa exige y que tantos votantes peperos, digamos que esencialmente los de escasos medios, esos en los que se ceban la mayoría de los impuestos, no están dispuestos a hacer y que lo derivan en consecuencia hacia los padres de la patria para que piensen por ellos, llegan a dibujar un panorama tan esperpéntico en el panorama político y social de nuestro país de no haber manera de comprenderlo. Que los curritos corrientes, que los ciudadanos de a pie, aquellos que sostienen esencialmente el sistema con sus impuestos caigan en votar a los que los explotan, a la gente de dinero, a los meapilas, a los que los usan como carne de cañón es algo más difícil de entender que el misterio de la Santísima Trinidad. Un ejemplo sencillito: Tengo una cuñada llamada Luisa muy peleona ella que ha sufrido todos los desmanes de las leyes laborales y la impudicia del gobierno del PP y que hace tiempo irrumpió en uno de mis post manifestando su extrañamiento de que yo anduviera flirteando con Podemos, a los que les adjudicaba el apelativo de panda de horrendos guerrilleros, gente a la que había de negársele el pan, el agua y cualquier derecho a decir esta boca es mía. En aquella ocasión despaché con mi cuñada, a la que no veo hace más de una década, a través de un divertido ejercicio de ironía. Era inútil darle razones de que su adoración por el PP era producto de un puro engaño, se entiende enseguida que quien está sumergido de lleno en la bolsa amniótica de la teletonta, y más si ésta es una prolongación de los peperos, difícilmente puede salir de tal situación a no ser que se interponga una mediación divina.
Y ya que la noche es un cálido regazo que me acoge en la soledad de un porche de madera de una casita que cobija a viajeros que tiempo ha se fueron a dormir, se me ocurre que podría continuar dándole a las teclas siguiendo el hilo ese que ha hecho de la humanidad entera un sistema de dependencias en donde unos pocos han organizado el mundo de tal manera, propiamente de tal antinatural manera, que ha hecho posible que esos pocos, locos de atar desde el principio de los tiempos, tengan agarrados por los huevos al resto de la humanidad con su concepto piramidal del poder. Cualquier tratado de antropología general nos puede servir en bandeja los muchos esfuerzos que ha hecho el hombre desde que pudo llamársele hombre, para organizar la vida personal, familiar y social. Sin embargo no tardarían en llegar los tiempos en que la clase de los listillos, usurpando la capacidad de decidir de la mayoría, empezase a hacer de las suyas y pusieran a la humanidad, como sucede con las hormigas, a caminar unos detrás de otros bajo los dictados de los que después serían, jefes, patriarcas, reyes, partidos, gurúes o simples acumuladores de dinero. 
A las hormigas las dirige el instinto, a los hombres que perdieron esa capacidad, tiende a dirigirlos la desfachatez de unos pocos aprovechados y lunáticos. Los lunáticos de la historia de la humanidad son miles, empezando por personajes tales como Alejandro Magno, Genghis Kan, Julio Cesar, continuando con etc., etc., siguiendo con Napoleón, Hitler, Nixon, Bush, una infinita lista en donde no faltan los Austrias o los Borbones, algunos lelos del PSOE y por supuesto los listillos y corruptos del PP. La ley de la selva es la mayor constante de nuestra historia, el poder del más fuerte obligando a luchar a sus conciudadanos, o más fácilmente convenciéndoles de las bondades de los saqueos y el robo sistemático de cosechas, bienes o tierras de los pueblo vecinos. La obediencia ciega al Estado representado por cualquiera de los locos que nos ha dado la historia es la base de la organización social en la que vivimos. Primero fue la barbarie sin más, yo mando tu obdeces, después se inventó la democracia, “el gobierno del pueblo por el pueblo” (ja, ja) y hubo de disfrazar la cosa para que eso pareciera... y se trabajó a fondo para engañar y camelar a los votantes, de manera que fuera posible cambiar todo para que no cambiara nada. Ese estudio que hacemos de la historia pormenorizando guerras y conquistas son materia que debería venir encabezada por este título: "Historia de la infamia" (de unos pocos como siempre para no faltar). La ejecución de las infinitas infamias que han recorrido el mundo es lo que realmente constituye la materia de la Historia. Deberíamos someternos al estudio de la Historia con el convencimiento claro de que lo que se hace en tal caso es tomar conciencia de las atrocidades y de la voluntad perversa de los gobernantes provocadores de todas las guerras habidas y por haber.
La idea de que sólo la lucha contra los tiranos puede tener justificación queda anulada de hecho por la proposición opuesta que mantiene que todos, como rezaba en el mandamiento franquista, debemos luchar por Dios por la patria y el rey, por los que murieron nuestros padres, y por los que prometíamos morir también nosotros. Una exacerbada obediencia a la autoridad, que también es una exacerbada tontería, que sirve para construir una sociedad piramidal donde los que están en la cúspide pueden hacer lo que les venga en gana con los de abajo que siempre han de vivir bajo el palio de unas leyes fundamentales que les llevarán incluso a ser fusilados frente a la negación de participar en una guerra fraticida. Éstas son algunas de las lindezas a las que lleva el manejo de la sociedad por unos pocos. No pienses, que nosotros nos encargamos de pensar y decidir por ti, dice el primer mandamiento de todos los democrátas que nos arengan desde las nubes.
Miramos las interminables legiones de hormigas durante un buen rato. De verdad que se me encogía el estómago. La imagen reproducía cruelmente una visión de muchas de las actitudes humanas, ante las urnas, en los hábitos de consumo, en la condición gregaria de nuestra sociedad. Es imposible que el sistema quiera trabajar por una educación de la libertad, por el desarrollo del criterio personal, sería totalmente incongruente con tal sistema, que tiene necesidad precisamente de lo contrario; el sistema, el Estado, necesita de la ignorancia para mantener una discreta anexión a aquellos presupuestos que dividen a la sociedad en dos estadios, el de los listillos que deciden y el de aquellos que han de seguir los dictados de los primeros.
Hoy se me fue de la mano la escritura, la culpa la tienen las hormigas, no yo.

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