Trazados de la Via Alpina |
El Chorrillo, 13 de
junio de 2018
Mi vuelo para Munich, mi punto de referencia en la Alta
Baviera para comenzar el recorrido por los Alpes, es el sábado, pero hoy ya me
entretuve en hacer el macuto. He renovado casi todo mi obsoleto material de
montaña por uno menos pesado y moderno y tenía curiosidad por saber cómo sería
mi casa para este trimestre. Incluso monté de nuevo mi minitienda y, cuando el
macuto estuvo hecho, nueve kilos incluido tienda, colchón de aire y todo lo
necesario, inflé el nuevo aislante y sistematicé todo mi equipo en ese escaso
metro cuadrado que me va a servir de refugio por una larga temporada. Hice un
descubrimiento, la mochila ocupaba exactamente el ancho de la tienda en la
parte alta, lo que me iba a servir para tener una excelente almohada. Después
investigué la posibilidad de poder dormir con la cabeza fuera de la tienda y el
resultado era perfecto. Una de las cosas que me molestan de dormir en una
tienda de campaña, en donde es obligado hacerlo por la humedad, es no poder
dormirme mirando las estrellas; mi nueva tienda me va a permitir hacerlo en los
días despejados.
Eso fue por la mañana. Pero me sucedió que a lo largo del
día me entraron ganas de volver a mirar mi impedimenta; entré dos o tres veces
en la habitación y me cargué el macuto, un Osprey nuevecito que se adapta al
cuerpo como un guante. Manipulaba las correas, ajustaba los tirantes de arriba
y la cintura. Tenía un cierto regocijo encima, esa sensación que deben de tener
los niños el día de Reyes cuando se disponen
a poner en marcha el tren eléctrico que han encontrado en el salón de su
casa. Era una sensación compleja. Momentos antes había despojado de su correaje
el viejo macuto anterior y de camino al contenedor algunas fibras habían
vibrado también en mi interior. Esa vieja relación que se tienen con las
prendas y los objetos que nos han acompañado durante muchos años en nuestras
aventuras, botas, macutos, piolets, un antiguo y remendado jersey que
conservaba todavía el roce de la cuerda de los rapeles… Los materiales que nos
acompañaron bajo el sol y la lluvia por las montañas del mundo y los otros, los
nuevos, a los que auguramos una nueva y calurosa singladura en nuestra compañía.
Son tantas las vivencias que se tienen en una tienda de campaña al cabo del
tiempo, los fríos de que nos ha protegido un saco de dormir, los caminos que en
la noche ha alumbrado nuestra vieja linterna, que habría que ser de corazón un
poco duro para no sentir ese hilo de cariño que surge por nuestro equipo de
montaña. Algo que se acrecienta cuando el caminante es un solitario empedernido
cuya única compañía durante meses es su tienda, su macuto, esos calcetines a
los que a los pocos días de caminar ya le asoma la punta del dedo gordo por delante.
Estas cosas alimentan mi nostalgia. Durante todo el día fueron
yendo y viniendo por mi mente alguno de los preparativos, mapas, tracks,
refugios, itinerarios que seguiré. La Vía Alpina es un entramado de caminos que
recorren los Alpes en todas las direcciones atravesando Eslovenia, Austria,
Alemania, Suiza, Italia y Francia. Ya he pasado nueve meses en tres periodos
trimestrales recorriéndola en dirección Oeste-Este o Este-Oeste y en esta
ocasión quiero completar recorridos que todavía no conozco. En esos nueve meses
de travesías he encontrado siempre tanta plenitud como persona y como amante de
la montaña que pena me dará cuando los problemas de la edad me impidan regresar
cada verano a los Alpes o a los Pirineos. Quizás por ello apresuro este nuevo
viaje. No dan los años de varias vidas para recorrer todos los Alpes, pero al
menos los trazados de la Vía Alpina sí alcanzan para tener una buena visión del
conjunto.
En España no debe de haber mucha gente empeñada en esta
clase de recorridos, recorridos que considero los más bellos y diversos del
planeta; recorridos que junto a su carácter empeñativo tienen el aliciente para
los que no podemos cargar con enormes mochilas, de contar con un servicio de
refugios excelentes y una información puntual que ayuda en mucho a planificar
un proyecto y a tener puntos de apoyo en caso de necesidad.
Además de mi nuevo material también introduje nuevas
posibilidades para mi salida. Consideré que este año iba a enriquecer el
contenido de mis días con unos pocos detalles adicionales. Me surgió la idea
leyendo la Historia del cine, de Román
Gubern. A la música y a los miles de libros digitales acostumbrados que llevo
encima donde poder elegir, este año voy a añadir una microSD con una abundante
selección de cine de los años cuarenta a los setenta, amén de una app de
ajedrez, que junto a mis hábitos de escritura, van a convertirme en el eremita mejor
equipado de la modernidad. Todo en el centímetro cuadrado que ocupa la microSD.
En fondo hay un movimiento de aguas. El año pasado, mientras
caminaba por Suiza cumplí los años de ese bonito número que tanto gusta a unos
y otros, 69. Como llegar al 96 es con toda probabilidad más que imposible, de
momento este año me conformaré con entrar en el club de los septuagenarios, un
tiempo difícil en el que si uno no se espabila puede empezar a convertirse en
una momia. De ahí ese movimiento de fondo mosqueante que empieza a pedir a
gritos ponerse en movimiento no vaya a venir el coco y te coma hasta los
higadillos en un descuido de pereza y comodidad.
Para los que podáis estar interesados en los recorridos de
la Via Alpina o la GTA (Grande traversata delle Alpi) dejo aquí algunos vínculos
que pueden ser de interés.
Sobre la Via Alpina: http://www.via-alpina.org/
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