Día 14. Ser uno con la tierra y los senderos


Refugio Meleze, 44,57436172°N, 06,98160723°E, 1 de julio de 2025

Llueve. Paso la tarde en la silenciosa buhardilla del refugio Meleze. Anunciaba lluvia a las dos de la tarde y media hora antes ya tuve que ponerme la capa de agua. No será mucha la mojadura hoy, me dije. El refugio no quedaba muy lejos. No estaría nada mal que el tiempo se organizara de modo que me permitiera llegar a los refugios con la lluvia pisándome los talones. El único inconveniente es que me obliga a pasar la tarde en algún refugio y mis hábitos de vagabundo quedan aparcados, la soledad, el íntimo estar como los sarrios o las marmotas en el hábitat propio. 

Cuatro horas y media me costó alcanzar el collado; 2800 m., decía un cartelito. El Monviso aparecía, como rey solitario de un Olimpo, envuelto por el séquito de las nubes que merodeaban por sus rocosas laderas. Las montañas que dejaba atrás eran un rosario de encrespadas aristas. Las que tenía por delante montañas más suaves que parecieran inclinarse levemente ante la robusta autoridad del Monviso al fondo. Sucede con esta montaña algo parecido con el Mont Blanc o el Cervino, que cuando te alejas o aproximas a ellos siempre los tienes a la vista durante muchos días. Son un punto de referencia de tu lento caminar. Días y días así hasta que desaparecen definitivamente tras un prominente collado. Hasta el próximo año, te dices, o hasta el otro, o el otro… Cuántas veces asoman a mi cabeza este tipo de razonamientos; hasta cuándo podré ver aparecer o desaparecer en el horizonte estas grandes montañas, hasta cuándo podré seguir encontrándome con algún especial rincón, montaña, bosque que yace oculto en mi memoria, que de repente se abre paso recordándome otros veranos, otras grandes caminatas. Hasta cuándo, y ahora según me voy haciendo mayor, y que sucede que Victoria sigue el mismo inexorable proceso, quién sabe si pronto seré yo o ella, ¡ah, la edad!, la causa de dar por terrminadas estas correrías. Y cuando sea así, no obstante, qué hermoso seguirá siendo recordar estos fantásticos veranos, veranos de momentos de exhausto no poder más, veranos de vida plena y simple, veranos de vivir conmigo mismo con esa infinita intensidad de comunión con las montañas y todo lo que ellas encierran. 

En fin, no nos pongamos nostálgicos. Recuerdo que en una ocasión José Manuel Vinches expresaba un curioso pensamiento hablando de la nostalgia del futuro. No recuerdo exactamente los términos, pero sí que la cosa me sugería un no desdeñable futuro en el que la certeza de haber vivido cierta plenitud podía dar a tu vida un halo de bienestar, de haber hecho en la vida aquello que querías, incluso aquello que querías y que requería la enorme fuerza de una férrea voluntad. El placer de cierta misión cumplida, de cierto sueño resuelto. Nostalgia de ese futuro. 

Este año controlo de cerca mi esfuerzo para no tener que lamentarlo más tarde, mi esfuerzo, mis piernas, pongo mucha atención a algún síntoma de rodillas o piernas. De hecho, después de dos semanas ni una sola vez he tropezado o caído, y cuando un ligero dolor muscular ha aparecido, he mimado muy especialmente el lugar del dolor. El caso es que el larguísimo ascenso de hoy me invitó muchas veces a parar, pero resistí, lento pero resistí. Y en el collado me tomé las pulsaciones y no pasaban de 120 pese a las cuatro horas y media y los 1200 metros de desnivel. 

Aún así todavía me daban mis pensamientos, según subía, para hacer poesía. Alimentaba esa sensación de sentirme uno con la tierra, el sendero, la hierba, las flores, las montañas. Quizás eso entra en el mismo paquete de aquel dicho budista de “cuando como, como”. Cuando estoy haciendo algo tengo todos mis sentidos en ese algo. Probablemente me acordé de este dicho porque a poco de salir del refugio, ya en plena montaña, me encontré con un monje budista que bajaba corriendo. Seguro que lo era. La cabeza sin un pelo, pero en vez de la túnica que suelen usar, éste llevaba unos largos calzones del mismo color pimentón claro que usan los monjes. Quise pegar la hebra con él y algo le pregunté sobre el camino. No hablaba italiano. Un encuentro de lo más curioso pero muy acorde con el entorno. Seguro que si Buda le hubiera visto habría dado su aprobación.

La bajada, algo más de mil metros, no tenía desperdicio. Grandes quebradas por donde se precipitaba un engordado arroyo, cortados, al final un largo descenso de empinadas praderías. Descendí de la mano de Valle Inclán. Algún espeluznante suceso en donde un usurero perdía la vida atado el cuello a una soga arrastrado por un caballo, una justa venganza, no hay enemigo pequeño, por la muerte de su chiquilín como consecuencia de sus propio actos.

Olvidamos, olvidamos las canalladas que los tiranos, los usureros, los patrones que corretearon por tierras de Latinoamérica extorsionando, esclavizando a indígenas, a todos aquellos que pudieran explotar. Olvidamos la explotación, la miseria que ha vivido el hombre a manos de todo tipo de aprovechados y criminales. Por Tirano Banderas pasa un buen puñado de esta clase de gente sin escrúpulos para los que la vida de los otros vale absolutamente nada. Los tiranos bandera de este mundo, los francos, los trums, los netanyahus, la peste de este mundo.

Con Franz

He bajado a cenar. Somos únicamente dos los clientes, Franz y yo. Nos hemos tirado toda la cena hablando por los codos. Franz hace la GTA en sentido inverso al mío, sólo unos días. Cuando intervienen los chicos que atienden al refugio, que entran también en la conversación, es divertidísimo, primero porque Franz no habla italiano y después porque a mí me cuesta montón traducir del italiano al inglés y cuando estoy con el inglés y quiero hablar en italiano, lo mezclo todo.

Con Franz y los chicos del refugio

Mañana de lluvia a la una del mediodía, lo que quiere decir que hay que salir más temprano para intentar eludirla, las seis de la mañana, así que acabo. Buenas noches. Ah, lo olvidaba, una curiosidad, nada más llegar al refugio enciendo el teléfono y me encuentro con un guasap de Javier Laguna que me manda una foto en donde aparece el refugio, con un sucinto texto: “esta es tu situación”. Jaja, me hizo gracia que alguien a dos mil kilómetros de aquí atinara con mi ubicación tan exactamente a partir de los pocos datos que proporciono en mi blog. 

Terminado este post Javier Laguna me manda mi itinerario completo de hoy. Ahí lo dejo para los curiosos.








1 comentario:

  1. Hay párrafos en tus escritos que me recuerdan a Sylvain Tesson.
    Vas mejorando, aunque todavía te queda reducir a la mitad.
    Cuídate que el camino es largo.
    Paco

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