Día 16. Bajo el Monviso

 Junto al lago Chiaretto, 44,68505162°N, 07,09837496°E, 3 de julio de 2025 


Junto al lago Chiaretto, 44,68505162°N, 07,09837496°E, 3 de julio de 2025 

De alguna parte de la mole petrea del Monviso lleva un rato produciendose desprendimientos sucesivos. Es un estruendo de dimensiones colosales, pero no logro localizarlo en la anchisima faja de rocas que constituye este universo. Ciega e intemporal la montaña se derrumba. Dentro de miles de años esta gran mole será una colina, un llano. La humanidad entonces, toda ella, sus inventos y su cultura llevarán también miles de años criando malvas. Mirar montañas así, mientras descanso a la sombra de un enorme piedro junto a un lago color esmeralda, se me antoja un ejercicio de ascesis. Es un error no querer ver a través de la infinitud del tiempo nuestra insignificante realidad. ¿Cuantos millones de personas pasarán por este planeta, cuántas guerras, cuántas preocupaciones, tiranos, sinvergüenzas, ególatras, codiciosos, gente amable y generosa, reyes, locos de atar, antes de que esta montaña que tengo delante desaparezca entre un montón de escombros? Daba lluvia hacia las tres de la tarde y son las tres y media. Voy a poner la tienda. 

Terminar de poner la tienda, sonar unos truenos y comenzar a llover fue todo uno. Ahora después de comer y echarme una siesta oigo caer pacíficamente la lluvia sobre la tela de mi tienda. La echaba de menos. He estado bien en los refugios pero como mi tienda y mi soledad no hay nada. Esta noche espero dormir como un bendito. Anoche nos liamos de charla en el refugio y la tertulia se alargó en exceso. Los guardeses, una pareja, ella maestra, y yo nos metimos en cierto momento tan a saco en asuntos de educación que aquello pintaba no terminar hasta media noche. Mientras tanto el amigo alemán, que no era alemán sino suizo, se había trincado él solo una jarra de vino y nos miraba un tanto divertido, por supuesto sin entender ni jota aquella acalorada conversación. Era curioso constatar que todos los males de la educación infantil y primaria de Italia se parecieran punto por punto con la española. Niños mantequilla, papaítos proteccionistas que ni idea, ni ganas, de cómo criar a sus criaturas, un porcentaje del cuerpo docente importante poco o nada implicado en una educación de calidad, una burocracia galopante interesada más que otra cosa en hacer llenar papeles… Y ni aquí ni allí nadie hace nada por mejorar las cosas. Todo fachada. 

Tertulia tras la cena

Total, que me costó Dios y ayuda levantarme cuando sonó el despertador a las cinco y media. Como todas las mañana esa sensación de cuerpo roto y el imperativo de tener que hacer un enorme esfuerzo de voluntad para levantarme. 

Luego no, después me pongo a caminar y esa sensación desaparece como por encanto. Hasta yo me asombro de verme subir con esa decisión y constancia. Hoy era una larga subida que tocaba un collado de tres mil metros (2940 m.), una primera parte de bosque y después todo un desierto de pedruscos. Todos los alrededores del Monviso, las laderas altas, son un caos de bloques por donde el sendero se abre camino a duras penas. Antes de llegar a esa desolación el sendero recorre un bosque de fornidos pinos. El silencio de la mañana era salpicado por el canto de los pajarillos y el rumor de algún que otro riachuelo. Oía el cencerro de las vacas en la lejanía. 

El título del post me sugirió enseguida la gran novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, quizás una sugerencia para volver a leer aquel delirante mundo de un hombre al que recuerdo viviendo sólo a ratos una lucidez que intenta abrirse paso constantemente en medio de una nube etílica. Leguineche escribió también otro Bajo el volcán, un recorrido por los conflictos políticos y bélicos de Centro América. La omnipresencia del volcán en la novela, el Popocatepetl, tiene que ver con la presencia constante del Monviso frente a mis ojos desde hace días. Un gigante que se derrumba, después de tres horas todavía sigo oyendo desprendimientos, y después de pasar por sus laderas me daría miedo escalarlo. En este universo de piedras fue un placer encontrar en el último tramo un amplio valle cubierto de hierba que hubiera sido ideal para poner la tienda. Esta amplia mancha de verde en medio del desierto de rocas constelado por las desnudas y atrevidas cresterías de las estribaciones del Monviso, parecía un oasis milagroso. Pese a que los últimos doscientos o trescientos metros eran un piedrómetro totalmente inestable, llegué bastante bien al paso Calatá, el punto más alto de la jornada, y de los días todos desde que salí junto al mar. 

Después de la jornada de hoy, ya plenamente incorporados los senderos a la textura de mi cuerpo y mis pensamientos, ya empiezo a tener la confianza de poder resistir hasta el otro extremo de los Alpes. Las rutinas del día a día, los desniveles, los dolorosos descensos –pobres piernas mías–, los madrugones, las lluvias y los solazos parece que se han ido incorporando a mi hacer diario cada vez con mayor solidez. Tengo por resolver un problema de alimentación que todavía no sé bien por donde coger. Al partir de la idea de que gasto muchas calorías he adquirido una disposición a cenar en exceso estos días en los refugios que creo que me está haciendo daño. Siempre he sido un comilón pero llevo ya mucho tiempo en que ceno muy poco, algo que tropieza con los menús de los refugios que son absolutamente delirantes, cuatro abundantes platos incluido el postre. Ya di cuenta aquí de lo admirado que me dejan los italianos a los que veo devorar los cuatro platos y además repetir. Si te quedas corto de calorías, la has jodido, pero si te pasas, como estos dos últimos días, hasta miedo me da la noche. 

Pensando en estas cosas, y aunque había hecho un desayuno ligero en el refugio Bognour, mi apetito había desaparecido cuando llegué al refugio Q. Sella, así que pedí algo para comer y cenar y después de tomarme un refresco salí pitando. En el mapa había visto a hora y media un lago tentador, así que para allí me fui rápidamente intentando librarme de la lluvia que se anunciaba para dos horas más tarde. 

Fin de jornada de absoluta soledad. Cesó la lluvia. 












Espíritu libre







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