Tolmezzo, 3 de septiembre de 2025
Sentado en un bar de Tolmezzo, medito. He llegado hasta aquí huyendo de un itinerario en donde han desaparecido los refugios y lugares de aprovisionamiento y de un recorrido que daba una excesiva vuelta. Primera cosa a ver, analizar los recorridos por venir. Ahora es el SIA11 del Sendero Italia. Mientras me tomo un capuchino y un croissant, indago. He llegado sobre el mapa hasta el SIA14 sin encontrar un solo lugar de aprovisionamiento. El único refugio, el A.N.A. Montemaggiore, que he visto está cerrado. Recuerdo que haciendo la Vía Alpina sector Rojo, que sale de las cercanías de Triste, lo pasé mal y tuve que cargar con comida para muchos días hasta que los Alpes tomaron altura y consideraron que ya podían admitir algún refugio por allí. Veintidós años después ya no estoy en condiciones de echar a mis espaldas ni excesiva agua ni tanta comida, así que medito. Termino el capuchino, voy al baño, escucho la charla de los parroquianos. No quiero tomar una decisión precipitada, pero noto poco a poco que mi ánimo, mi alma, si se quiere, ya que esta mañana contesté de nuevo un guasaps de un amigo que hablaba de ello, ya que discernir lo que es el alma, el ánimo, el sentir, incluso el yo, a un servidor le resulta imposible, mejor usar esa palabra “alma”, que tan bonita y entrañable me resulta; noto que mi ánimo, mi alma, decía, ha perdido fuelle en pocos minutos para echarse encima el peso de un esfuerzo que no me veo ni con ganas ni con fuerzas para asumir.
Medito. Todavía no quiero consultar vuelos de retorno. Me cuesta renunciar a llegar hasta las mismas orillas del mar después de caminar durante 78 días sin parar desde la orilla del otro mar. Me cuesta. La carga del teléfono en uso corriente no da para más de día y medio. Otro pero más. Me siento en un callejón sin salida. Hoy además que luce el sol, que no hay nieblas ni lluvias.
Hablo con Victoria. Busco un vuelo de retorno hoy mismo desde Venecia. Llego esta misma tarde a casa. Noto que poco a poco se me está instalando por dentro una honda tristeza. Tantos días se soledad y de camino han creado en mí un estado de ánimo, un modus vivendi, tan en consonancia con mi naturaleza que ahora salir de esa burbuja se me hace en extremo doloroso.
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Anochece sobre Venecia |
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