GR-10. Carrascosa de Tajo-Sotoja de Tajo, 4 de mayo de 2008



Tras fotografiar nuevas parras y nuevas fachadas tuve que rebobinar para encontrar el hilo del relato de la librera. Seguí leyendo cuando dejé el pueblo a mis espaldas. El camino se perdía a ratos arrasado por la rejilla de un arado; lo volvía a encontrar unos cientos de metros más allá después de husmear con mi brújula en la mano por los alrededores. Tierras herrumbrosa y oscuras salpicadas con manchas entreveradas en sus ondulaciones de café con leche claro. Después campos de tomillo y romero, de abejas zumbonas y de hileras de álamos en los bajíos. Tras haber descansado bajo un pino que aliviaba del sol del mediodía se nubló y caminé entonces por una soledad de lujo. Más tarde fue grato pasear con las cosas nimias del diario de Trapiello. Me gusta la idea de su escritura, pero si la energía que le sobra en la prolijidad de muchas entradas la hubiera empleado en dar un poco de profundidad a sus historias quizás su lectura hubiera sido mucho más interesante. Subiendo un vallecillo cubierto de brezos y espinos me tuve que tragar entero un viaje convencional a Roma que no era otra cosa que la expresión de lugares comunes. Antes había estado en París, y allí la sustancia consistió en ir a una exposición sobre Bretón con la pretensión tomada previamente de poner de vuelta y media al susodicho, ya que ni Bretón ni su entorno le gustaban un pelo; lo que yo quizás también habría hecho ya que ese personaje de manos pulidas y aristocráticas no es santo de mi devoción, aunque en mi mochila venga precisamente un libro de él. A Trapiello le gusta no dejar títere con cabeza, sólo milagrosamente se salvan sus amigos y J.R.J., que imagino será el poeta; ahora G.d.B., a ese no le pasa una, desde pederasta para arriba, todo lo que se le ocurre; se entretiene maquiavélicamente en llenarle de estiércol, insultos simples y sin sortilegios, acaso animado por el incentivo de una mayor venta de su libro. A veces huele un tanto a podrido: los ecologistas, algunos conflictos políticos y bélicos de importancia... despacha bulas a diestro y siniestro, se parece a Dios Padre separando a buenos y malos en el Juicio Final; su resentimiento le sale por las junturas de las palabras con no poca frecuencia. Sin embargo ese aire de lo cotidiano que corre por el libro me gusta.

Aquí los pueblos siguen llamándose de Tajo, pero el río queda algo alejado; ya es campo abierto y venteado; incluso con cobertura telefónica, con lo que después de cuatro o cinco días vuelvo a tener comunicación con el mundo.
Esta mañana, cuando Teresa de Jesús empezaba a glosar las palabras del Padre Nuestro, tropieza en seguida con la necesidad de situar geográficamente a Dios (Padre nuestro que estás en los cielos...) y, ni corta ni perezosa va y se sale por la tangente de la mano de San Agustín diciendo que Dios está dentro de nosotros. El problema de la localización espacial lo resolvió tan en un periquete y lo ilustró tan profusamente que al final quedé encandilado con la idea e imaginé que la propuesta podía ser muy fructífera precisamente porque uno está muy acostumbrado a leer textos de procedencia muy heterogénea donde ese dentro de uno, pozo misterioso, cielo e infierno de la mismidad, ser interior, fin y objeto de nuestro hacer porque de ser nosotros mismos se trata; ese dentro de uno, decía, parece ser el centro del universo hacia donde caminamos todos. Y siendo así que Dios está dentro de nosotros y nosotros dentro de él, se colige malamente tanta caterva de intermediarios que como en los transacciones comerciales lo único que hacen es engordar a costa del prójimo. Un asunto totalmente personal; así se debería entender, se llame éste Dios, ser interior o de cualquier otra manera.

Se va la luz. Esta tarde me produce un poco de asquito esa “solidaridad” de mi santa de estos días con su Dios, ese carnicero vengador que inventaron los mismos energúmenos que avivaron las hogueras de la Inquisición y se instalaron en el esplendor del Vaticano. Me da lástima encontrar que esta mujer con la que he conversado estos días, y de la que tantas cosas interesantes se puede aprender, termine, al modo en que se hace hoy en tantas instancias, descubriendo que de lo que al final se trata es de buscarse el bienestar propio, en su caso junto a su Señor, el poderoso, el dador de contento y felicidad... Y a los demás que les parta un rayo; qué le vamos a hacer, es ley de vida, parece decir tácitamente ella. Sin embargo esas “malas personas” a las que Dios destina una eternidad de sufrimientos no deben ser probablemente otra cosa que pobres infelices que no supieron, no pudieron encontrar ese camino de la perfección que enuncia el libro de Teresa de Ávila.
Evidentemente en estas cosas cree ya bastante menos gente que en el siglo XVI, pero aún así es notoria esta hipocresía católica que diseñaron los seguidores de san Pablo en donde la bienpensante feligresía contempla un futuro de felicidad tras la muerte perfectamente compatible con ese otro invento del Infierno.
Las matas de espliego y tomillo, agitadas por la brisa, añaden un bienestar más a esta tarde que amenazaba lluvia pero que se quedó tan sólo en delicados matices de colores y en campo perfumado. Sobre el campo se ha echado la noche y sólo el perfil de los picos y las formas alargadas y grises de las nubes colgando en el tibio azul ocupan el horizonte. Hay una gran sensación de soledad en el ambiente. EL caminante, recostado en el tronco de un pino, piensa EN en lo mucho que le gusta esta vida.
Es hora de meterse en el saco de dormir.
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