Mientras se seca la colada

Camino de Santiago. Cercanías de Ponferrada, 7 de agosto de 2008



Hoy parece que no pudiera parar. El paisaje cambió, desaparecieron las nieblas, las aldeas subidas a las laderas de los montes, los caminos entre las montañas y, atravesando El Bierzo empezaron a aparecer las vides y las tierras con todas sus variantes de siena, la tierra roja, las alamedas junto a los arroyos. El camino desciende poco a poco hacia el terreno más adusto de Castilla. No pudiera parar, porque después de los tortuosos caminos de estos días esto es más coser y cantar; además, incluso después de la comida corre un brisa que evita los sudores. También este buen ritmo de mis piernas es otro aliciente. Donde cené la pasada noche me dijeron que llegaría a Villafranca del Bierzo a la hora de la comida y casi lo estuve a la del desayuno; a las once de la mañana remontaba la cuesta del castillo. Hoy son mis piernas las que me piden madera: más madera. Y yo gustoso avivo el fuego y mientras tanto de un camino a otro voy acabando con la novela de Reinaldo Arenas.



Qué mundos tan distintos el mundo de este hombre solitario y tan lleno de dolor y aquel otro de Cabrera Infante; qué Cuba tan distinta, qué La Habana tan diferente. Y el caso es que me temo que ambos tengan razón en la descripción de este paisaje físico y humano que ambos recrean. Cabrera Infante con el optimismo y la alegría del trópico, desde el espíritu de la noche habanera, la música, las mujeres, desde la giogia da vivere; Reinaldo Arenas desde el dolor, el resentimiento, la sensación de que le han robado la vida y han convertido el país en una mierda (este no es tu país, porque esto no es un país, esto es una mierda, dice uno de los personajes). Nosotros proyectamos un viaje a Cuba de dos semanas y no resistimos más de tres días allí; nos pilló en un mal momento, no somos dados a hacer turismo en donde otros deciden lo que debemos o no hacer, o donde uno se siente poco menos que vigilado constantemente, cuando no instrumentalizado como recurso para obtener dólares. Pero vivimos parecidas contradicciones a las que uno siente cuando lee a dos autores tan distintos como Arenas y Cabrera Infante. La gente más alegre del mundo en uno de los paises más tenebrosos. A mí me imponía el control policial del aeropuerto de La Habana, cosa que no me sucedió ni en Moscú ni en otras partes del mundo comunista. Pero también me sorprendió un ambiente fiestero y despreocupado que encontré en mi corta visita a esa ciudad; ciudad sin luz a la noche, como un antro, donde tomar un avión de madrugada se presentó como un notorio problema. Un mundo de contrastes donde quizás el turista bien aprovisionado de fondos que no mire en qué o como se gasta el dinero pueda vivir una buena temporada sin apercibirse más que de la buena música y del carácter buenhumorado de los cubanos.

De todos modos se deja ver en Cabrera Infante algo que soslaya evidentemente las penurias de la gente de la calle; pone en escena un mundo que nos gusta, la música, la noche, el habla tan peculiar y desenvuelto del trópico, pero deja a un lado esa otra realidad de la calle. Un novelista no tiene por qué recoger en su obra la parte fea de una realidad, pero en cierto modo es verdad que gustándome mucho más este autor que Arenas, me siento engañado por el decorado de Tres tristes tigres, de una Cuba que está sirviendo al sistema imperante en su país.

Deberíamos distinguir el arte de otros asuntos quizás colaterales, pero el lector no es un ente compartimentado, el conocimiento de realidades colaterales a los hechos o a los autores, interfieren sin que lo pretendamos en nosotros, y de la misma manera que el recuerdo de un personaje como Cela debilita la lectura de sus libros, la lectura de Cabrera Infante puede llegar a hacerse un poco molesta desde el momento en que se nos aparece la sospecha de una defensa a ultranzas de un sistema que no nos gusta, de la misma manera que tampoco nos gustaba aquel otro de Batista. Desde el punto de vista humano es más fácil solidarizarse con Arenas, aunque nos dé una visión también sesgada del país, pero es comprensible, Arenas sufrió en la cárcel los desmanes del régimen de Fidel Castro, le arruinaron una parte importante de la vida y ello es un salvoconducto que le autoriza a describir las infamias y las ridiculeces de un régimen.

Y para aumentar más la confusión habría que citar otro aspecto, esta vez referido al propio Fidel Castro, un personaje con el que buena parte del espectro político de la izquierda hace décadas no sabía muy bien en donde poner; así los había quienes le ponían en el pedestal de un altar, mientras que para otros, venía a ser otra más de las encarnaciones de Stalin. Nos ha sucedido en más de una ocasión encontrarnos con verdaderos admiradores de Fidel. En Bariloche, en la Patagonia argentina, en una ocasión en que se reunieron allí los jefes de estados americanos, nos contaban cuando visitamos aquello que Fidel Castro fue durante toda la duración de la conferencia la estrella ovacionada; noche tras noche se mezclaba con las gentes del lugar y sus músicas. En Bariloche se le aclamaba como a un héroe, nos contaban.

El otro día hablaba con mi hijo Mario sobre el difícil ejercicio de la síntesis. Cuando uno va teniendo años es una cosa que aparece con más y más evidencia a la hora de analizar cualquier realidad. Encontrar el camino correcto no es un camino de rosas. Especular qué hubiera sucedido si Fidel y el Ché no se hubieran echado al monte de la Sierra Madre, sirve de bien poco. Y por otra parte no hay realidad que no tenga sus bondades por mucho que queramos. Cuando en un país, por ejemplo, como China se pasa de una esperanza de vida de cuarenta y siete años a los setenta largos, eso es un dato incontrovertible. El otro día hojeaba una revista sobre este país de cara a los Juegos Olímpicos y el reportero que lo firmaba aparecía como habiéndose paseado sólo por las cloacas de aquella nación. Encontrar una síntesis para situarnos frente a la realidad debería ser una tarea individual importante, algo al margen de la propaganda de los medios de comunicación y de las fobias y simpatías del momento.

Claro, mientras tanto el camino va quedando sembrado de cadáveres, de música, de sufrimiento, de amor, de todo el pandemonium humano que hemos fabricado mientras década a década vamos creando entre todos una civilización. Acaso sea inevitable, se dice; al menos esa es la experiencia histórica. La ambición de uno de los personajes más prestigiosos y considerados de la historia de la humanidad, Napoleón, dejó el suelo europeo sembrado de millones de muertos; y, sin embargo no le faltan devotos admiradores.



Todo esto va a tener como consecuencia que hoy no cene. Entrada la tarde había parado junto a una acequia a unos diez kilómetros de Ponferrada con la idea de descansar un rato; pero luego me lié, primero con la colada, después con un baño que ya iba necesitando y más tarde con esto. Me dije: veamos qué sale mientras se seca la ropa. Y esto salió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estamos siendo malinformados continuamente, leer el periódico es una lucha constante para no caer en las visiones tópicas, sesgadas y dirigidas a un solo fin: mantenernos dentro del rebaño rentable. El otro día leí en un blog de Público (periódico que tanmpoco se salva, por otra parte) una carta que era una gota de agua independiente en medio del desierto de la manipulación. Lo añado aquí para quien quiera leerlo.

http://blogs.publico.es/dominiopublico/695/%c2%bfbuenas-noches-y-buena-suerte/