Camino de Santiago. Cercanías de Ponferrada, 7 de agosto de 2008
Hoy parece que no pudiera parar. El paisaje cambió, desaparecieron las nieblas, las aldeas subidas a las laderas de los montes, los caminos entre las montañas y, atravesando El Bierzo empezaron a aparecer las vides y las tierras con todas sus variantes de siena, la tierra roja, las alamedas junto a los arroyos. El camino desciende poco a poco hacia el terreno más adusto de Castilla. No pudiera parar, porque después de los tortuosos caminos de estos días esto es más coser y cantar; además, incluso después de la comida corre un brisa que evita los sudores. También este buen ritmo de mis piernas es otro aliciente. Donde cené la pasada noche me dijeron que llegaría a Villafranca del Bierzo a la hora de la comida y casi lo estuve a la del desayuno; a las once de la mañana remontaba la cuesta del castillo. Hoy son mis piernas las que me piden madera: más madera. Y yo gustoso avivo el fuego y mientras tanto de un camino a otro voy acabando con la novela de Reinaldo Arenas.
Qué mundos tan distintos el mundo de este hombre solitario y tan lleno de dolor y aquel otro de Cabrera Infante; qué Cuba tan distinta, qué
De todos modos se deja ver en Cabrera Infante algo que soslaya evidentemente las penurias de la gente de la calle; pone en escena un mundo que nos gusta, la música, la noche, el habla tan peculiar y desenvuelto del trópico, pero deja a un lado esa otra realidad de la calle. Un novelista no tiene por qué recoger en su obra la parte fea de una realidad, pero en cierto modo es verdad que gustándome mucho más este autor que Arenas, me siento engañado por el decorado de Tres tristes tigres, de una Cuba que está sirviendo al sistema imperante en su país.
Deberíamos distinguir el arte de otros asuntos quizás colaterales, pero el lector no es un ente compartimentado, el conocimiento de realidades colaterales a los hechos o a los autores, interfieren sin que lo pretendamos en nosotros, y de la misma manera que el recuerdo de un personaje como Cela debilita la lectura de sus libros, la lectura de Cabrera Infante puede llegar a hacerse un poco molesta desde el momento en que se nos aparece la sospecha de una defensa a ultranzas de un sistema que no nos gusta, de la misma manera que tampoco nos gustaba aquel otro de Batista. Desde el punto de vista humano es más fácil solidarizarse con Arenas, aunque nos dé una visión también sesgada del país, pero es comprensible, Arenas sufrió en la cárcel los desmanes del régimen de Fidel Castro, le arruinaron una parte importante de la vida y ello es un salvoconducto que le autoriza a describir las infamias y las ridiculeces de un régimen.
Y para aumentar más la confusión habría que citar otro aspecto, esta vez referido al propio Fidel Castro, un personaje con el que buena parte del espectro político de la izquierda hace décadas no sabía muy bien en donde poner; así los había quienes le ponían en el pedestal de un altar, mientras que para otros, venía a ser otra más de las encarnaciones de Stalin. Nos ha sucedido en más de una ocasión encontrarnos con verdaderos admiradores de Fidel. En Bariloche, en
El otro día hablaba con mi hijo Mario sobre el difícil ejercicio de la síntesis. Cuando uno va teniendo años es una cosa que aparece con más y más evidencia a la hora de analizar cualquier realidad. Encontrar el camino correcto no es un camino de rosas. Especular qué hubiera sucedido si Fidel y el Ché no se hubieran echado al monte de
Claro, mientras tanto el camino va quedando sembrado de cadáveres, de música, de sufrimiento, de amor, de todo el pandemonium humano que hemos fabricado mientras década a década vamos creando entre todos una civilización. Acaso sea inevitable, se dice; al menos esa es la experiencia histórica. La ambición de uno de los personajes más prestigiosos y considerados de la historia de la humanidad, Napoleón, dejó el suelo europeo sembrado de millones de muertos; y, sin embargo no le faltan devotos admiradores.
Todo esto va a tener como consecuencia que hoy no cene. Entrada la tarde había parado junto a una acequia a unos diez kilómetros de Ponferrada con la idea de descansar un rato; pero luego me lié, primero con la colada, después con un baño que ya iba necesitando y más tarde con esto. Me dije: veamos qué sale mientras se seca la ropa. Y esto salió.
1 comentario:
Estamos siendo malinformados continuamente, leer el periódico es una lucha constante para no caer en las visiones tópicas, sesgadas y dirigidas a un solo fin: mantenernos dentro del rebaño rentable. El otro día leí en un blog de Público (periódico que tanmpoco se salva, por otra parte) una carta que era una gota de agua independiente en medio del desierto de la manipulación. Lo añado aquí para quien quiera leerlo.
http://blogs.publico.es/dominiopublico/695/%c2%bfbuenas-noches-y-buena-suerte/
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