Sant Bartolomeu




Val de Sau-Colsacabra, 09/06/2013

Estoy en crisis. Una desgana de hora de siesta de un caluroso verano se me ha venido encima y me ha dejado fuera de juego. Por demás los treinta kilómetros de ayer caminando con los pies llenos de agua han terminado dañándomelos y obligándome a caminar cojito como un lisiado. En Vic es domingo, todo cerrado, y entre este pueblo y el siguiente debe de haber más de cincuenta kilómetros sin nada por medio; ese tipo de cosas que si te pillan con el pie cambiado y un poco en las nubes te pueden dejar el ánimo fuera de juego. Lo mejor que podía hacer ahora sería sumergirme en un largo sueño a la sombra de un árbol, pero ni siquiera eso, la cosa está de ponerse a llover de un momento a otro.

Alguna vez tenía que suceder algo así, no va a ser todo un camino de rosas. Me desperté tarde, muy tarde; me daba pereza salir fuera, todo lleno del agua de la tormenta del día anterior, la tienda empapada… Se estaba tan bien en el saco… Hoy es uno de esos día en que las cosas dejan de tener sentido y si las haces es por simple hábito, esa necesidad de ponerse en pie en algún momento.

Llevo tres horas dando vueltas al itinerario, podría tirar al norte a Olot donde hay pueblos en los que aprovisionarme, pero se desvía mucho de mi camino; tampoco tiene continuidad hacia el este. Miro aquí y allá en el GoogleEarth y en Wikiloc, pero nada me convence. Al final me levanto y hablo con el cocinero… algo me preparará para este día y medio o dos que tengo por delante. Tengo curiosidad en ver en que parará esto, esta minicrisis, esta pereza, este plas, que te deja sin ganas de hacer nada. Por otra parte la etapa parece interesante, tierra de nadie, montañas, el enorme pantano del río Ter, quien sabe si de de esto puede resultar algo estimulante.

En Caldetenes, a unos pocos kilómetros de Vic, a la entrada del pueblo me encuentro esta pancarta: “Santi, la Sara en el altar te espera y el Sant Bartolomeu te desea! No sé que será para los catalanes eso del san Bartolomeo, pero para un castellá no puede ser otra cosa, a juzgar por el contexto. Tan ardorosa moza tiene que tenerlo muy claro para colgar semejante pancarta a la entrada del pueblo a la vista de todo el que quiera hacer conjeturas. En La saga/fuga de J.B., Torrente Ballester hace una divertida digresión sobre el uso popular de las partes pudendas llegando a la conclusión de que cualquier sustantivo del idioma es capaz de asumir el papel de significante si el contexto viene al caso; sustantivo o nombre propio como puede ser en esta ocasión. El Saint Bartolomeu de turno vendría así a ser una más de esas palabras con que la jerga de la calle nombra jocosamente a los que se tiene entre las piernas, el más universalmente bautizado elemento en todos los todos los idiomas que se conocen en el mundo.


Yo hoy habría tenido el capricho de conocer a la tal Sara, su jeta; más todavía cuando al salir del pueblo por la otra punta volví a encontrarme otra pancarta; esta vez de sus amigos, amigos que utilizaban el espacio público como una página del twitter para dar sus opiniones sobre la decisión tomada por la enamorada de Santi; aquí abajo está la prueba de ello, en la mismísima salida del pueblo habían colgado otra pancarta con este mensaje: “Sara, sabemos que te gustan los deportes de aventura pero ¡casarse es pasarse!” No sé qué deportes de aventura podía gustar Sara, alpinismo, submarinismo, ¿quién sabe? El lenguaje explícito no le gusta a nadie, tendemos a la brevedad, y cuando es necesario, como imagino en este caso, a la elipsis. Acaso sea todo un malentendido, acaso el Sant Bartolomeu de marras sea para los catalanes algo de sustancia desconocida para un caminante madrileño.


Los ciclistas eran decenas esta mañana en la senda que llevaba desde Santa Eulalia a Vic, un bonito recorrido entre alamedas y breves corrientes de agua; caminantes mañaneros, un vecino retirando los cantos rodados del sendero con el que el que el viajero se paró a hablar un rato. El catalán es la lengua de la calle por estos parajes, uno tiene que pedir por favor, que le hablen en castellano. Ramón intentó enseñar algunas palabras de catalán al caminante, pero éste es un poco burro, ya no es que sea torpe para las lenguas, es que la memoria le hace chiribitas, y cuando se ve en el aprieto de tener que memorizar unas pocas cosas detrás de otras, se queda tan bloqueado que ha decidido darse a sí mismo por perdido cuando lo que ha de memorizar sobrepasa su escasísima memoria RAM. Sin el disco duro de mi bloc de notas soy hombre muerto; además, con la pérdida de mi teléfono, donde anotaba religiosamente todo aquello que fuera necesario recordar o tener en cuenta, la cosa se ha agravado. Todo lo que confié al teléfono desapareció, una discreta burbuja de amnesia me persigue de continuo tras las pérdida.
Bueno, y como ya se secó la tienda y algunas cosas que había esparcido en un parque público, me pongo en marcha de nuevo. Intentaré alejarme un poco de Folgueroles en la dirección de los embalses del Ter. Hoy quiero acostarme temprano.


Cayó una buena chupa de agua nada más terminar de montar la tienda, mas ahora ha salido el sol, golpean pequeñas gotas sobre la tela de la tienda y mi cuartito azul está agradablemente soleado. Fuera cantan los pájaros. Desde que entré en los confines de este parque no hago más que saborear cierto cosa que hay en el ambiente y que sabe a rincones antiguos de alguna parte del Pirineo; incluso me encontré una soldanella, esa orquídea rosada que tanto abunda allí. Ahora hace calor, mis cosas están ordenadas a mi alrededor, a mi izquierda la cantimplora y la linterna, el teléfono, la cámara, la bolsa de la comida; a mi derecha el saco; de almohada tengo las botas y el macuto. Escribo tumbado con el portátil sobre las piernas y el estómago. Me duelen los pies, tengo una hermosa ampolla en la planta, pero mi crisis ha quedado atrás, ya estoy otra vez en las montañas, el parque de la Val de Sau-Colsacabra, que huele a las montañas de hace unas décadas. Soy feliz entre las montañas, sabiendo que todavía puedo olerlas y recorrerlas en solitario… ¿hasta cuando? Cuando estoy en casa tranquilamente puedo llegar a pasar medio año sin moverme de allí, también en casa se está bien, pero cuando el aire empieza a oler a ese inconfundible ambiente de las montañas de mi juventud, el Pirineo amado, entonces me viene un subidón que me llena el cuerpo de aromas, colores y hondos recuerdos que viven en mí como sustancia de mi propia sangre. Así que también hay amadas que despiertan entre riachuelos y gencianas y vienen como en el último tramo de esta tarde a recitar cariños en mis oídos.




1 comentario:

LuisBas dijo...

Las añoranzas montañeras son buenas, pero tu te las curas todos los dias con esas caminatas por esas tierras salvajes,
Si encima , cuando descansas, vives en ese entorno campestre que relatas pues yo creo que te puedes dar por vacunado.
Bueno, mejorate de las ampollas y rozaduras y que se te mejore la climatologia. Fuerte abrazo.