Ellas sonríen mejor y más bonito II




Port de Ratera, 16 de agosto 

Hoy, después de cruzarme de mañana temprano con dos espléndidas sonrisas de mujer se me ocurrió algo que acaso explica por qué lasmujeres sonríen mejor y más bonito, como escribía yo hace años cuando cada mañana, haciendo como hacia el Camino de Santiago al revés, me cruzaba de frente con un buen puñado de peregrinas cuyas sonrisas llenaban de alegría el corazón del caminante. 

Es curioso porque no recuerdo haber leído en ninguna parte algo que pudiera explicar significativamente esta diferencia en el modo de sonreír entre los varones y las damas. Una diferencia que hoy me parece tan evidente como para  investigar sus razones, porque razones haberlas haylas para casi todo, más para un darwinista convencido de que la selección de la especies actúa sibilinamente en tantísimos aspectos de nuestra vida y nuestras inclinaciones. Así que hoy, con mi reduccionismo acaso simplón lo que se me ocurrió es que si la mujeres sonríen mejor y más bonito es porque la naturaleza les ha dotado mejor para ello. ¿Y por qué la naturaleza les ha dotado mejor pata sonreír? ¡Ah, amigo! Está más claro que el agua, pura seducción, como otros tantos encantos que sirven a las mujeres para que los varones vayamos tras ellas como moscas tras la miel. 

¿No son esas sonrisas el portal del engatusamiento más notorio que usan las mujeres para llenar el corazón de los hombres, que pone el corazón de éstos hombres en un tristrás de sufrir un infarto cada vez que una buena moza hace uso de ese especial recurso que la naturaleza le dio? 

Y estoy escribiendo esto y siento gente que baja temprano por el camino que lleva a la Restanca y me vuelvo y es una moza madrugadora que viste en estas horas del alba, las del alba serian cuando don Quijote ya soñaba con su Dulcinea, dulce, sedosa, maravillosa, y me vuelvo y es una vez más la encantadora sonrisa de una moza. Dios, hoy con tanta sonrisa y tanta anotación no llego al refugio de Colomers donde debo comer, la culpa la tiene tanta sonrisa y tanta moza de agradable buen ver.


Cuantos incautos habrán sido seducidos con la sola arma de una sonrisa encantadora, ya lo dice la palabra, encantar, embrujar. Bruja, le llamaba el marido de mi amante a aquella mujer pequeña.. ¡Y tanto! Hay tantas y tantas brujas en este mundanal mundo... 

Estaba llegando al Lac deth Cap deth Port cuando me alcanzó Rogé, un joven de Tarrasa con el que hice casi un par de horas de camino en agradable charla, así sin más, así atravesamos sobre el estany des Mangades, dejamos atrás el estany del Port y llegamos al Port de Caldés; más allá el tomó la senda que se dirigía al refugio Ventosa. Hablamos de fotografía, de la nuevas tecnologías, del misérrimo tiempo de la vacaciones, en su caso una semana porque a última hora se habia presentado un pedido y había que darle salida en la imprenta. Y di que no, que te marchas pese a todo de vacaciones y verás lo que te pasa. Dentro de poco vamos a tener menos vacaciones que lo japoneses, le digo. Nos despedimos en la bifurcación con un fuerte apretón de manos.


Esta parte del Pirineo Catalán tiene un encanto particular, la abundancia de sus lagos da al paisaje un toque de diversidad y belleza. Al fondo montañas escarpadas sobre el Port de la Ratera se reflejan en la agua oscura de los lagos.


 
El refugio Colomers termina por aparecer a la vera del mismo lago. Es mediodía, no sirven comidas, acaso una sopa o una ensalada, lo demás va de bocadillos: qué se le va a hacer... 

Indecisión, en el col de Ratera chispea y los truenos montan su acostumbrado escándalo. Es pronto, no sé si hacer compañía de la vacas que pacen en el collado montando mi tienda allí mismo o bajar hacia San Maurici. Pero de repente la cosa se puso fea fea, sonó un gran petardazo y zas, ya estaba liada. Descarga el macuto, saca la tienda y, pies para que os quiero, que decía mi ex novia, ensambla palos, fija la tienda, pon el doble techo, aguanta, aguanta un poco, le digo a la tormenta, y la tormenta obediente aguanta aunque suelta unos grandes goterones, y la tienda está puesta y meto de un golpe todas mi cosas dentro y yo voy detrás con botas y todo y estoy cerrando la cremallera de la puerta cuando empieza a diluviar: uf, de buena me he librado.



Las cinco de la tarde, una bonita hora para continuar, ahora tumbado, la lectura de Antonio Tabucchi; Sostiene Pereira: una declaración, curioso título que miraba con cierto escepticismo, pero que en lo que llevo leído, desde el refugio de Colomers al Port de la Ratera, se confirma como una agilisima literatura, una mano experta que se mueve con una agilidad extraordinaria en el mundo de las palabras, literatura fresca, que como la de su compatriota Camilieri enhebra situaciones y circunstancias con una aparente sencillez que yo estimo especialmente cuando camino. 



Pero no, mucho ruido y pocas nueces; parece que todo ha sido un amago. A los diez minutos del estruendo sólo la esquilas de la vacas rompen el silencio de la tarde. Es la hora de la lectura. El vagabundo, ricamente aposentado en su minitienda a 2580 metros de altitud se dispone a pasar el resto de la tarde en apacible lectura. Más tarde bajará ostensible la temperatura, me meteré en el saco y continuaré con las andanzas de Sostiene Pereira. Me espera una frugal cena a base de orejones y frutos secos, pero, no hay otra, está por delante mi decisión de no sobrecargar el macuto para hacerme el caminar más grato; ya me resarciré en el primer restaurante que pille. Ahora lo noto más porque estas dos semanas que pasé solo en casa me dio pie para esmerarme en la cocina y disfruté montón aprovechando lo productos de nuestra huerta pero, no se puede tener todo.

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