La voz del Tao




Font d'Home Mort, 25 de agosto 

"El exceso de palabras agota la inteligencia". Se trata de una anotación que hice apenas salido de Puigcerdá; lo tendré que temer en cuenta; pertenece al Tao Te King, el librito con el que volveré a desayunarme durante unos cuantos días por la mañana mientras mi cuerpo se desentumece. Quizás sea con el Bhagavag Gita y el Evangelio el libro que más he leído a lo largo de mi vida. Lao Tse es siempre una buena compañía para la hora mágica del alba. Estamos tan habituados a concebir la realidad según nuestros patrones occidentales que no viene nada mal refrescar la mente con la sabiduría del Tao. Un rato cada mañana ayuda a retomar pensamientos que deberían estar más firmemente afianzados en mi conciencia para no extraviar excesivamente el camino. Hoy intentaré retener durante el día pensamientos como éste que encontré esta mañana en el Tao Te King: "El hombre superior es como el agua, el agua beneficia a todas las cosas y no compite con ellas. Habita en los lugares humildes que todos desdeñan, por ello está cerca del Tao. En su morada el sabio ama la tierra humilde, en su corazón ama lo que es profundo, en su relación con los demás ama la bondad, en sus palabra ama la sinceridad, en el gobierno ama la paz. Como no pelea con nadie nada se le reprocha".


Fue un día muy largo pero muy bien acompañado. Mi compañía fue Pardo Bazán. Aquí el Pirineo se hace menos agreste, prados y grandes pinares ocupan las laderas y el camino discurre por ellos con despreocupación, lo que invita a compartir las horas con los libros y con la voz dulce y soñadora de una lectora de excepción. Antes, hace muchos años, me era más fácil encontrar libros en los que podía sumergirme durante horas sin que el transcurso del tiempo apenas se hiciera notar. Quizás tenia más tiempo, no era tan crítico o acaso no caían en mis manos libros capaces de absorberme hasta ese punto. En la infancia era más fácil que esto sucediera, días de verano en que consumía una novela diaria de Salgari por ejemplo. De adulto me sucedía con lo autores rusos o con los clásicos del siglo XIX francés, o acaso con Clarín, Torrente Ballester o Ana María Matute. El caso es que hoy viví uno de eso días de apacible y concentrada lectura durante muchas horas. Manuela, Perucho, Gabriel y los alrededores de los Pazos de Ulloa me siguieron por desniveles considerables, por apacibles senderos, por espesas laderas cubiertas de retamas, por extensos bosques de pinos salpicados de vez en cuando por lo blancos troncos de los abedules, incluso contribuyeron a que a última hora me perdiera y no diera con el refugio, lo que alargó mi jornada de vagabundo más de la cuenta. Eran más de las siete de la tarde cuando me puse a montar la tienda en las laderas del Puigmal, junto a la Font d'Home Mort en la Bac della Foradada. Un lugar atractivamente solitario por donde las nubes, nada amigas, empiezan a bajar amenazando convertir el lugar en un brumoso recinto de niebla. 



Se hizo muy tarde, hoy mi crónica no da para más. Está empezando a chispear y quiero dedicar un rato a contemplar con lo ojos cerrados lo que me rodea, el río, la lluvia, esta magnífica soledad a que me ha llevado el haberme perdido. Junto con ellas quiero recordar también algunas de las palabras de Lao Tse. Hoy en vez de vagabundo tengo la sensación de vivir en la piel de un ermitaño. 





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