Marichu, Montse, Julio Villar





Portell de Valldaura, 26 de septiembre 

Subido en lo alto de un cerro  con una bonita perspectiva de Barcelona a la caída de la tarde, echo un vistazo al correo. En él hay dos novedades que recibo con gusto, uno de los correos me llega desde Gijón, donde tiempo ha, cuando caminaba el pasado invierno por tierras astures, un día en que la nieve había cubierto los altos cerros que rodean Gijón, donde tiempo ha, decía, este trotamundos dio en tropezar con Marichu–Dulcinea en una situación en donde la mucha soledad y las tropecientas lluvias habían dejado el alma del caminante cómo un azucarillo diluido en un café con leche, vamos, acuosa y necesitada ya mismo de unos bonitos ojos verdes que le hicieran compañía por una noche; lo que milagrosamente sucedió. Pues bien, Marichu –Dulcinea, que tiene una voz muy bonita, que canta y toca la guitarra y la batería en un grupo, ahora, me cuenta, se propuso aprender a tocar el trombón en el Conservatorio, pero la última plaza que quedaba se lo llevó alguien que la precedía inmediatamente en la lista, un individuo de bigotillo casi daliniano y de pecho algo esmirriado, con capacidad insuficiente con toda seguridad para llenar el dorado y portentoso trombón de aire, cosa que mi amiga, princesa entonces, de bonitos ojos verdes, sobrada de vitalidad y determinación, habría podido hacer con más provecho. Total, que Marichu, un nombre alternativo que por cierto salió de una atractiva historia que leía por entonces, una novela de Camilieri, El beso de la sirena, y que venía a ser augurio, bonito augurio del encuentro con Marichu–Dulcinea con la que este caballero andante tropezó mucho más al norte de la ciudad de El Toboso, junto al Cantábrico; total, decía, que ante el fiasco del trombón decidió sustituir éste por el saxo, de lo cual me alegro; es uno de los sonido más penetrantes y magnífico del jazz. 



Jazz, por cierto, es el nombre del caballo de Montse (a ella le gusta que la llamen Serrat, que no me cuadra nada, al menos para un madrileño que ha escuchado desde muy chico la música de Joan Manuel); y Montse era hasta hoy una amiga virtual con la que tenia contacto a través de este blog de lo caminos, una mujer que alababa mi oídos diciéndome esperar cada día mi post para leérselo ante de irse a la cama. Rubor me da, Montse. Hasta hoy, porque al final terminé pasando por Barcelona donde vive y nos encontramos. ¿Tú crees que no reconoceremos, me dijo por teléfono cuando quedamos en vernos en Barcelona Sant? Yo a ella seguro, se lo dije después, un rostro tan simpático y lleno de fuerza es inconfundible en medio de una multitud; bueno, también por otras razones que me callo. En cuanto a reconocerme a mí es cosa bien imposible de no hacerlo, allá en Barcelona Sant un tío en calzones cortos y disfrazado de cazador de elefantes, estrávico, sentado en el suelo, con un morral y como aterrizado de otra galaxia... seguro que no encuentra otro en todo Barcelona. Montse ama los caballos, el entusiasmo con que habla de su Jazz me hace pensar en él como su alma gemela. 





Con Montse ni se necesitan prolegómenos, la veces que he hemos hablado por teléfono sucedió igual, enseguida nos encontramos metidos en una interesante conversación, pasamos de un asunto de otro con suaves fundidos, apasionados con temas que son candentes en ambos, hablamos naturalmente de hombres y mujeres, ese sempiterno asunto que ellas y nosotros compartimos con pasión, siempre con ganas de llegar a un conocimiento más profundo de lo que hay tras esa feminidad con la que tantas veces soñamos, tras esos hombres, que no siempre quedan bien parados. Se nos fueron en un santiamén la dos horas y media que ella disponía al mediodía en el trabajo. A Montse le encanta que la piropeen, así que aprovecho el momento y pese a la calamitosa luz del restaurante, me dedico a fotografiarla mientras le suelto las cosas bonitas que se me ocurren, coloco la cámara sobre la mesa y voy disparando por el hueco que me dejan dos copas de vino, el encanto de su sonrisa y el perfume, que decía Álvaro Qunqueiro, del triángulo mágico que deja ver su escote quedan reiterativamente recogido en la cámara oscura de mi máquina. Lástima de luz, y de escenario, con una réflex y en condiciones diferentes seguro que podríamos haber sacado algo interesante. Además, a Montse le gusta que la retraten, saltaba a la la vista. Estas mujeres... 

El otro email que había en mi buzón correspondia a un anónimo que dejó ayer mismo un comentario en un antiguo post, también de este blog, titulado Elogio de la locura, y que hablaba de Julio Villar. Si no resisto la tentación de copiar aquí entero el comentario, la culpa la tiene el mismo Julio Villar cuya personalidad e historia me persigue desde hace varias décadas, desde que leí por primera vez ¡Eh, petrel! A juzgar por detalles como éste me da que debemos de ser muchísimos los que tenemos esta particular afición a Julio Villar, yo en absoluto soy dado a ensalzar especialmente a nadie y, sin embargo, como les sucede a otros que han tenido parecida experiencia con su libro, y con los que a través del blog o alguno de mis libros he contactado, nos rinde la humildad, la filosofía de la vida, la sencillez, la capacidad de Julio para expresar cosas esenciales con unas pocas palabras. Me suceden además cosas curiosas; hace un par de días sin ir más lejos vivaqueaba en un bosque y sonó el despertador a las cinco de la mañana. Cuando abrí los ojo me encontré a la estrellas Cástor y Pólux justo en el zenit encima de mi. Pues bien, las estrellas no eran las Cástor y Pólux que yo veía, eran las Cástor y Pólux que veía Julio Villar cuando tumbado en su reducido barco contemplaba el cielo nocturno. Fue de él en mi tempranos años de vivac en la montaña de quien aprendí a reconocer un puñado de estrellas que él nombraba aquí y allá en su libro.

El comentario a que me refería dice así: "Hola, ya sé que mi comentario está fuera de contexto, pero hace poco revolví entre unas cajas que tenía y vi mis cassettes grabados en mi juventud de un programa de radio fantástico conducido por Alberto Oliveras, "Los Dioses de la aventura". En dichos programas de radio se entrevistaba más de una vez a Julio Villar sobre sus aventuras. Este programa y escuchar a Julio, hizo que me interesase la navegación y la aventura. No sabía nada de Julio desde 1988... hasta ahora, que oyendo sus entrevistas me acordé de su nombre y he parado aqui. ¡No pares jamás Julio! Un abrazo. C.L.V." 

Tengo que agradecer a este lector la nueva mención de Julio, agradecer que te recuerden donde están la fuentes de nuestra humanidad, lo que nos nutre, esa búsqueda de la autenticidad que muchos encontramos en el contacto con la naturaleza, el mar, la montaña, la soledad. No conozco esos programas de radio que menciona CLV, pero si tuviera oportunidad de escucharlos... Intentaré mirar en la red cuando llegue a casa. En alguna ocasión ya indagué sobre este hombre que tanta huella dejo en mí a temprana edad, pero apenas encontré material. Por eso me alegra comprobar que hay otros que comparten similar afición a lo que es una filosofía de la vida tan atrayente y peculiar. 



Escribo estas líneas en las cercanías de la cumbre de la Magarola, una cima desde la que se domina Barcelona y su alrededores. Las miles de luces de la ciudad, abajo, como si de luces de un inmenso lago iluminado se tratara, llegan a mí con el atractivo de quien se siente espectador excepcional de este mundo nocturno a vista de pájaro. A mi alrededor todo es silencio, lejanos grillos tan solo y el grito como tantas noches de los cárabos.




2 comentarios:

Ignatius dijo...

Es un placer seguirte Alberto.
Hacía días que no abría el "Caminar cada día" y me encuentro que sigues, caminando. Pues me parece estupendo!!.
Te envío un enlace para que le eches una ojeada. Alguien se encontró con Julio Villar en la Ametlla de Mar muy cerca del Delta del Ebro. Seguro que pasas muy cerca; probablemente te encuentres con el navegante...

http://edificioslhd.blogspot.com.es/2009/11/17-la-cabana-de-julio-villar.html

Anónimo dijo...

Jo, no estaría mal. Precisamente ayer me llegó un comentario sobre Julio Villar en un antiguo post en qué tu comentabas algo también. Puedes echarle un vistazo aquí,"Elogio de la locura (de cierta locura)":caminarcadadia.blogspot.com.es/2013/06/elogio-de-la-locura-de-cierta-locura.html?m=1
Voy a ver el enlace ese que me mandas.