La meca del turismo




Villajoyosa, 16 de octubre

Mitad de octubre pero como si fuera pleno verano, el tiempo y las aglomeraciones en la playa no son los propios de esta época. No imagino lo que puede ser Benidorm en julio y agosto, siendo como era hoy, un día de diario del mes de octubre, ya un hervidero de público de todo el mundo. Me he propuesto no volver a protestar sobre este tipo de ciudades, así que me dediqué a mirar. El sol era un cocedero pero lo aguanté. Las palmeras de los paseos marítimos del Mediterráneo quedan muy bien, adornan montón, pero lo que es dar sombra, nada, yo echo de menos los grandes paseos de plátanos o acacias de las ciudades del interior, o los soportales de los pueblos y ciudades del Cantábrico, un lugar para protegerse de la solanera; me tuve que sentar pues a pleno sol a despachar mi refresco de limón y unos frutos secos. Yo miraba como si estuviera asistiendo a un pase de modelos en alguna famosa pasarela. Convertirse en voiyeur en un lugar de estos, al menos para un servidor que no es frecuentador de tales escenarios, tiene su gracia. Las distintas morfologías de lo cuerpos, la heterogeneidad de tetas y culos, la maravillosa diversidad de lo rostros, de las miradas, de los modos de sonreír, de contemplar la ociosidad de los otros, todo bajo el espeso calor del mediodía, que curiosamente el personal parece no notar mientras que yo sudo la gota gorda. Atlas de geografía humana donde recrearse. No sólo existe el espectáculo de la paredes de lo museos y de los paisajes, nosotros mismos somos espectáculo pleno para los otros. Yo mismo no dejo de ser curioso espectáculo en estas playa llenas de bañistas, lo noto en algunos rostros que se me acercan, y es verdad, el contraste no es para menos, y no digo ya si por donde paso es una playa nudista como me ha sucedido más de una vez, yo miro entonces con más empeño, pero ellos no hacen de modo diferente ante la aparición de un extraterrestre disfrazado de cazador se cocodrilos. Nuestra curiosidad es una de la mejores cosas que tenemos, por eso esta mañana desde que entré en Benidorm hube de apagar mi ipod que andaba con el final de Primera memoria para dedicarme por entero a la calle. Un gran mercado callejero que ocupaba las dimensiones de un campo de fútbol fue mi primer entrenamiento después de observar la extraña cosa de montones de carteles de ventas de lujosos inmuebles o de oferta de banco, en ruso; no imaginaba yo que la mafia rusa que recogió el patrimonio de los pueblos de la URSS anduviera por aquí invirtiendo en inmuebles de alto standing. El mercado no tenía nada que envidiar a los aglomerados zocos de Marrakech o El Cairo. Los alrededores eran también motivo de curiosidad, bares y terrazas llenos hasta la bandera con gente en bañador. Y todo ello rodeado por los rascacielos de esta Nueva York del Mediterráneo.



Los diseñadores de estas macrociudades del ocio parecen haber estudiado a fondo lo manuales de psicología y sociología a juzgar por la capacidad de convocatoria que tienen estos lugares para determinado tipo de gente. Las atracciones, lo que se ofrece a los turistas y asiduos visitantes del lugar, cumplen parece que muy bien con las expectativas del numeroso público, tiendas de baratijas a montones en donde pasar el tiempo mirando esto o lo otro, un espectáculo extra para la tarde antes de la cena, el mercado, la largas horas de tostarse al sol en la playa, lo locales nocturnos para los trasnochadores, restaurantes, bares, pubs, no falta nada en esta ciudad para el ocioso sencillo y sin quebraderos de cabeza. Los hoteles ofrecen todo, usted no tendrá ni un sólo instante de aburrimiento, ellos corren con toda la organización, para que usted, como dice un anuncio, no tenga que molestarse para nada. La cosa da para algún chiste malo, pero mejor me lo salto.



Después de comer en un restaurante italiano frente a la playa, bueno, bonito y barato por demás, me eché a la carretera a esperar que se me presentase en el camino una sombra a mi gusto, lo que tardó su buen rato. Había comprado en un bazar chino un equipo completo de pedicura, sí, por tres euros, y necesitaba un rato de tranquilidad para arreglarme los pies, un par de uñas rebeldes que se me clavaban en la carne desde hacía días. Me hice la pedicura completa de paso y al final di un suspiro de gusto, todo estaba arreglado y ahora podría volver a caminar sin problemas por una temporada. No se juzgue que esto sea poca cosa, tratándose de un caminante en activo cuya razón de ser es avanzar continuamente camino del sur, malamente se resuelve la cosa si los pies no están sanos y prestos a caminar desde antes del alba hasta la tarde, duro ejercicio que sin la complicidad de un cuerpo sano y cuidado es imposible cumplir. Tras mi descanso a la sombra de un olivo abandoné el asfalto y tomé un camino que me llevaba de nuevo junto a la orilla del mar . El calor había remitido y ahora caminar junto al agua volvía a ser agradable. En Villajoyosa se respira un aire distinto, familiar, de pueblo al final de una tarde de verano. Niños con sus bicicletas por la calle, vecinos tomando el fresco a las puertas de sus casas. Desapareció la colosal ciudad de los rascacielos y los tinglados diseñados por los especialistas del marketing del ocio, impersonal, consumista a tutti plen, desaparecieron los prefabricados de diversiones para todas la edades y quedó la gente llana, los bares corrientes y unos pocos bañistas junto a grandes palmeras, que andaban recogiendo su cosas para irse a cenar. Sobre la playa de Villajoyosa se alzaba una enorme luna que jugaba a esconderse entre las hojas de las palmeras.




Al fondo, sobre una hilera de luces, Alicante posiblemente, Venus luce desde el final de la tarde. La luna y Venus estuvieron hoy en el cielo mientras la tarde se deshacía, la temperatura era tibia, de tarde de verano, y era agradable tomarse una ración de pulpo a la gallega y un enorme helado en una terraza de Villajoyosa frente al mar.




Realmente estoy de grandísima suerte, se lo decía hace un momento a Victoria por teléfono , hoy de nuevo encontré un lugar de excepción para pasar la noche. Es un privilegio encontrarse al final del día en lugares hermosos y solitarios donde vivir de cerca el trajín del mar, hoy con una casi luna llena reinando sobre un cielo despejado. Privilegio dormir cada día a pocos metros del agua. Las noches apenas son frescas y a veces me despierta el estruendo del mar, que aunque actúa a modo de sonajero para mi sueño, cuando su movimiento es arrítmico, como sucedía anoche, no me deja dormir bien. Anoche casi tuve que levantarme a por los tapones de cera. Hoy no, hoy el mar está revoltoso y anárquico, la perfecta nana para mi sueño. 








2 comentarios:

luisBas dijo...

Bellos lugares los pueblitos como Villajoyosa y lo de los murales veo que son una pasada, conectare la pagina de tu chico y ya te comentare algo, bueno, que lleves buen camino .

Alberto de la Madrid dijo...

Un saludo a la luz de la luna