Comedores de cerdo y sus detractores



Cercanías de Constantina, 3 de julio 

La siesta del día anterior me había aliviado algo pero un algo del todo insuficiente; después de comer tuve que hacer un gran esfuerzo de voluntad para ponerme en marcha. Traté de despistar al cansancio mediante la lectura y así comencé un tomo de Marvin Harris, el volumen titulado Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura. No era un libro muy apropiado para un cuerpo tan cansado como el mío, pero resistí. Únicamente abandoné el libro frente a una oxidada alambrada de espino que se cruzaba en mi camino. Cada vez estoy más convencido de que en el equipo de todo senderista no deberían faltar nunca unas buenas tenazas con las que hacer frente a la cazurrería de algunos propietarios. En este ocasión el dueño de turno había hecho desaparecer las señales, había arrasado el camino con su tractor en mitad de la carrasca hasta el punto de que tras uno cientos de metros me fue imposible encontrar la senda original. No me quedaba otra que saltar la valla, una valla muy oxidada que podía ser peligrosa si cedía algún alambre y me producía una herida con aquello. Son mucho más seguras unas tenazas, cortas el alambre y adiós santas pascuas. ¿Como puede ser tolerable en un mundo civilizado que no se arbitren soluciones de paso y se permita que terratenientes y propietarios sigan ejerciciendo derechos tan absolutos sobre extensísimas superficies de tierra? 

Bueno, pues frente a una alambrada hube de dejar mi lectura. Tuve que pensármelo dos veces y prever la posibilidad de que el alambre de espino cediese. Pasé al segundo intento. 



Una señal mal situada me sacó del camino y me llevó a un callejón sin salida. En una caseta situada en lo alto de un cerro me proporcionaron agua en abundancia. Pegué la hebra con un joven y su padre. Cuando anochecía definitivamente y todavía me quedaban dos o tres kilómetros, más deshacer el camino equivocado, el padre me ofreció llevarme hasta el pueblo. Naturalmente acepté la sugerencia; no, no había hecho yo una promesa a la virgen que me impidiera aceptar este tipo de invitaciones al final de una larguísima jornada de caminar sin descanso :) 

A las once y media de la noche salía de la tasca en donde había cenado. Llevaba ahora en la cabeza a ese joven insustancial que parece se va a convertir en rey de este país. Recordaba cómo había reaccionado meses atrás cuando una mujer se acercó a él para entregarle la convocatoria de un acto público relacionado con los desahucios. Su respuesta fue la propia de un gilipollas sin remedio. Le dijo a aquella mujer algo asi cómo si es que estaba persiguiendo su minuto de gloria en la historia. Especímenes de este calibre los hay a montones en nuestra España de charanga y pandereta. Menos mal que ahora tienen a alguien sin pelos en la lengua dispuesto a ponerles en ridículo. 



Dormí en las afueras de Cazalla de la Sierra. No, no estaba mi cuerpo para madrugones. Me levanté cuando me dio el sol en la cara. La primera parte de la caminata de hoy fue una joya, una pequeña senda que corría haciendo compañía a las abundantes agua del Ribera de Huesna en medio de un agradable bosquecillo. Luego la cosa fue menos bucólica, ventimuchos kilómetros bastante hacederos en total. En esta ocasión fue la espalda la que me tuvo a raya mientras detractores del cerdo y comedores del mismo animal se alternaban en el discurso de Marvin Harris. Para casi todo hay explicación si buscamos en las fuentes adecuadas. En este caso las investigaciones de lo antropólogos son un buen modo de acercarnos a esos extraños comportamientos en donde en un país como la India en el que se pasa hambre haya millones de vacas intocables, o la curiosidad de la prohibición de comer carne de cerdo de mahometanos y judíos. 

Paso el final de la tarde en un tranquilo olivar donde llegan monótonos los sonidos de las esquilas de las vacas. 




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