Mi hija, la Gordi, me pide fotos



Planinska kocă na Ermanovev, Eslovenia, 4 de julio 

Desde una loma vi ayer por primavera vez los Alpes Julianos en el horizonte, sus cumbres nevadas son el comienzo de la alta montaña. Quizás tarde una semana o más en llegar allí. De momento siento que ha sido un acierto comenzar a caminar desde la orilla del mar, así mi deseo tiene tiempo de esponjarse, irse preparando, creciendo para el plato fuerte que es la fiesta de la alta montaña. Una suerte de erótica de la aproximación, un mecanismo que empezamos a paladear cuando éramos niños y se acercaba el día de Reyes, y que bien dosificado en la vida adulta puede alargar el deseo para hacer de éste un juego de tensiones capaz de tenernos en vilo. Asunto curioso éste que merecería la pena indagar, porque el cerebro trabaja así, vivimos de diferente manera cuando tenemos por delante una expectativa deseada con fuerza. 

Había dormido sobre un colchón de hojas de haya. Fue una noche redonda, dormí hasta el amanecer de un tirón. El sol salía entre las montañas cuando eché a andar. Mi itinerario, mi mapa, todo, es un línea de garbancitos en la pantalla del teléfono, ese es todo mi bagaje, de ahí que cuando a mi teléfono se le cruzan los cables se me produzca una sensación de indefensión. Si en algún momento me fallara el garmin, un aparatito de cuatro por tres centímetros, no tendría más narices que tirar valle abajo hasta la ciudad más cercana. El teléfono es muy práctico, pero no me gusta esa total dependencia que tienes de él. Antes con un mapa y una brújula cargabas quizás con menos inseguridad porque el mapa daba una visión general de por donde ibas que no te la da el teléfono. Ahora te pasas el día caminando, subiendo, bajando siguiendo la línea de garbanzos del teléfono y si en un momento éste no se encendiera sería como aterrizar en una nada sin referencia alguna. 



La jornada fue extenuadora, en kilómetros y en desnivel; a ello hay que agregar que me perdí varias veces. El amigo Sergio suponía el otro día en un comentario que la Vía Alpina debería estar bien marcada. Sí y no, hay trozos muy bien marcados pero hay otros que son un desastre. Para mí que sin un buen gps esta ruta sería imposible. Hay lugares claves en donde no se ve ni sombra de las señales. Y si a ello sumas que la señal del Samsung se vuelve errática o tarda en llegar, pues apaga y vámonos. 

Se me estaba haciendo muy tarde para comer en Ermanovev y andaba un poco vivo cuando se me ocurrió echar un vistazo al gps, la señal estaba sola en medio de la pantalla, tampoco el teléfono había emitido ningún sonido que me indicara que estaba fuera de ruta, de hecho había olvidado conectarlo. Me encontraba demasiado cansado para seguir adelante. Paré allí mismo, a un lado de una pista. No me quedaba más remedio que echar mano de mi saquito de comida de emergencia. Siempre que salgo a caminar por un tiempo llevo una provisión de emergencia con la que podría alimentarme en caso necesario por un día o día y medio, frutos secos variados y algunas barritas de muesly. Después me tumbé a descansar hasta que un aire frío me despertó, el cielo se había cubierto. Mis anotaciones decían que a dos kilómetros, en un puerto, encontraría una hostería. Me puse en marcha, ahora tenía que alcanzar el camino original. No fue difícil, un pequeño sendero que me había pasado desapercibido pero que además tenia una clarísima señal en su comienzo. Mea culpa. 


En la hostería fue divertido entenderse. Una mezcla de gestos y de Google Translate. Yo le hablaba al teléfono y le  enseñaba a la señora la transcripción en esloveno de mis palabras: quiero llevarme algo para cenar, escribía, cosas así. Después terminé pidiéndole que me dejara mirar en el frigorífico. Elegí cena y desayuno. 

Cuando revisé el WhatsApp me encontré uno de mi hija en el que volvía a pedirme que le enviara fotografías de esto días. Ya la anterior vez le había contestado con un je je, mis fotos están en el blog, le contesté. Y es que mi hija tiene alergia a leer mi blogs y no blogs, creo que el cuerpo se le ha llenado de granitos :) cuando alguna vez se ha visto obligada a leer algo de su padre. Es una extraña enfermedad la suya porque leer lee y mucho, pero lo que es leer algo mío, eso parece que la espantara. A mi hija no hay quien la entienda, bueno, su chico si la entiende; cosas del amor, imagino :) Tampoco tendría que leer si lo que quiere es ver las fotos, pero es que verlas en mi blog tampoco, mi blog la quema lo ojos, unos ojitos muy bonitos que de pequeña eran como dos enormes soles asomando por el horizonte del mar. ¿Quién la entiende? Ha debido ser una mala suerte para ella el que le haya salido un padre que escribe más que habla, vamos, que comunicándome más por escrito que hablando y teniendo una hija que se comunica todo hablando, en nuestra familia no hay quien se entienda, parece :) 



2 comentarios:

Montserrat de la Madrid dijo...

Bueno ,hoy le toco a Lucia casi toda tú escritura ,preciosos paisajes besos

Alberto de la Madrid dijo...

Calla, que un día de estos me meto contigo...