El camino acaba entre el perejil




Selle, arriba de Ghigo di Prali, 7 de septiembre 

La etapa de hoy aparecía como sencilla y corta, pero ¡ay!, cuando no se miran lo mapas con especial atención uno corre el peligro de pasar por alto valles, barrancos y toda especie de diabluras que siembran los itinerarios de montaña. Un error de apreciación no más, sin embargo, porque el paisaje era bello y muy diverso. Un par de collados, dos valles y una arremetida final después de cuatro horas de camino para llegar a Ghigo di Prali. Subiendo al primer collado, el de Fontane, ya tuve mi primer encuentro mañanero. De arriba bajaba como una bala, de calzón corto y de camiseta de tirantes de corredor, Lele, mi admirado Lele, que estaba a punto de completar sus treinta o cuarenta kilómetros de carrera montana diaria. ¡Treinta o cuarenta kilómetros todos los días salvando y descendiendo todos lo desniveles que se le pusieran por delante! ...Y yo haciendo pamemas con los cuarenta y dos kilómetros de mis maratones por terrenos más o menos llanos. Bajaba como una bala y le costó una decena de metros contrarrestar la inercia de su carrera para pararse. Enseguida estuvo junto a mí. ¿Spagnolo? Viva la Spagna, y ya está diciéndome de un restaurante camino del aeropuerto de Barajas, que si lo conocía, que se come muy bien allí. Mientras el sudor seguía manando por su cuerpo y por su rostro. Lele, de profesión cocinero, pero atleta nato de afición, me cuenta que anda a cuestas con asuntos de trabajo, algo que en Italia no sobra, como en tantas partes de Europa; ha trabajado cinco años en Tailandia y ahora se va a la otra parte del planeta, a Australia, porque en su tierra no encuentra nada. Lele es un amante de su tierra y de su cultura, ama el valle donde ha nacido, donde su padre fue alcalde durante mucho tiempo, Salza di Pinerolo, el pueblo que he dejado atrás y que a las siete de la mañana ya estaba en movimiento preparando sus fiestas. Pero yo le veo ahí enfrente, diciéndome lo de los cuarenta kilómetros y todavía tengo que interrumpirle para rendir mi admiración ante él. Ha salido de su pueblo, ha llegado a Ghigo di Prali, lo que a mí me llevara casi cinco horas en total. y ya está de vuelta corre que te corre. Y como para quitarse importancia me habla de Kilian Jornet, el famoso corredor trepamontes español. Ese sí que es bueno, me dice, el mejor del mundo. Pero él quiere hablar de su país, no de Italia, de esta región histórica de la que todos parecen estar tan orgullosos. ¿Tú sabes patuá?, le pregunto, y como me dijera que sí y tenía curiosidad por descifrar uno de aquellos carteles que me encontré el otro día, lo busco en la cámara y se lo enseño: 

Tam tautum l'e' la même zose. 

La traducción, algo así como: Es igual, todo es la misma cosa, enseguida hace que me acuerde de un haiku que me gusta especialmente y que no tiene desperdicio, es el siguiente:

Esto es todo lo que hay,
el camino acaba entre el perejil. 

El maravilloso sincretismo oriental se da la mano está mañana con la cultura de la lengua d'Oc y con el patuá, que Lele me asegura se habla en Cataluña, para dentro de una exquisita ambigüedad decirnos eso, que para qué tanto esto, tanto lo otro, tanto partirse de alma en vaya usted a saber qué fruslerías cuando esto es lo que hay y el camino acaba entre el perejil. 

Lele se empeña en darme su número de teléfono y su correo electrónico. Le mandaré el vínculo de este post como recuerdo de nuestro encuentro. 


Bajando del colle de Serrevecchio me tropiezo con una pequeña aldea con las calles y los balcones llenos de flores, Rodoretto, y en una de sus callejas una trattoria; en su fachada una gran pancarta que, como en España, alerta a los vecinos contra los depredadores que quieren dejarles sin una sanidad pública. Aquí abajo tenéis cómo el clamor de los italianos llega a los rincones más remotos de su geografía. 



El ambiente en la trattoria era de una gran cordialidad. La cocinera, la gente mayor que hablaba animadamente alrededor de una mesa, el chico que hacía de camarero: qée gusto. Yo debía atravesar de nuevo las montañas de más arriba y en mi mapa solo veía un nombre, que podían ser cuatro casas y nada más. El lugar se llamaba Vilanova, la encargada de la trattoria se ocupó de llamar por teléfono para saber si allí podría comer al día siguiente. Un cielo esta chica, además de buena cocinera; terminé mi desayuno-comida con una riquísima panna cotta (nata cocida). Cuando me marchaba hubo un coro amigable de despedida y deseos de buen camino por parte de la gente del bar. 


En dos horas más de bucólico deambular por los bosques me planté en Ghigo di Prali. Aquí abandonaría de nuevo la Vía Alpina por la GTA para atravesar al valle siguiente por el colle Giulian. 

Admirable buena suerte la mía. Desde que había salido de Ghigo di Prali habían caído cuatro gotas aquí y allá y yo me había limitado a cubrir el macuto. A media hora del pueblo, después de charlar un poco con un anciano rodeado de gatos que me había mirado con cierta suspicacia pero que cambió enseguida de actitud cuando le di conversación y echamos a suertes si llovería o no, el repiqueteo del agua, pacífico e intrascendente hasta ahora, de golpe arreció, de manera que eché a correr hacia unas casas que veía más adelante. Para mi sorpresa a la izquierda del camino la virgen :) me tenía preparado un porchecito libre de obstáculos y totalmente estanco al agua. No había hecho más que meterme bajo su protección cuando se desató un auténtico diluvio. ¡Mamma mía! si no pillo el porchecito... Ahora no sólo me he librado de la lluvia, que después de todo no se prolongó más de quince minutos, sino que además tengo sitio para dormir. 



Después de instalarme en el saco de dormir un matrimonio que pasa junto al porche, protegidos bajo su paraguas, me da las buenas noches. Les resulta gracioso la estampa que presento bajo el porche escribiendo sobre el teléfono. Ah, spagnolo, exclaman cuando les digo de donde soy. Me despido deseándoles un buen paseo; de paseo nada, contestan, las vacas, tenemos que ir a por la vacas. Es noche cerrada cuando les oigo volver con el ganado. Nos deseamos un caluroso buen sueño de despedida.






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