Entre el refugio
Bolzano y el de Alpi di Tures, 27 de julio de 2017
Mi vivac de esta
tarde, una atalaya a 2500
metros frente al macizo del Catinaccio y Latemar. No se
puede encontrar mejor sitio para pasar el final de la tarde. Estoy contento, ha
sido un día completo, un recorrido bellísimo con una ganancia en desnivel de
mil quinientos metros que termina más arriba del refugio Bolzano sobre un
pequeño prado verde donde ahora da el sol. Cuando monté la tienda hacía viento
y frío pero durante el tiempo que ha durado mi rehabilitación el cielo ha
despejado y al interior de la tienda llega un sol acogedor.
Hoy no pude
dividir mi atención con ninguna lectura. Piso por primera vez terreno
dolomítico y había en mi ánimo una pequeña dosis de emoción que tenía que ver
con los recuerdos, pero también por las intrigas que me depararían la jornada.
Desde que atravesé el collado que marca el límite entre Austria e Italia se ha
producido un pequeño desajuste en mis mecanismos de navegación. Desde Chamonix
los tracks que ofrecían la web de la Vía Alpina eran de una exactitud
meticulosa, pero ¡ay!, nada más poner pie en Italia aquello desapareció. Ya no
hay tracks que valgan, ahora son largas líneas que deambulan por el mapa sin
tan siquiera determinar con un mínima exactitud los principios y finales de
jornada. Se han limitado a recorrer con el ratón el mapa de una forma
totalmente sucinta. Conclusión, hay que investigar, fiarse de algunas de las líneas discontinuas, negras o rojas que recorren mi
mapa digital y encomendarse a algún santo para que haya suerte y la línea que
has elegido esté practicable. Hasta ahora más o menos me he apañado, había
muchos tramos señalados con el E-5, que corría parejo con la Vía Alpina, pero
en unas montañas como éstas la cosa cambia, aparte de que por aquí el E-5 ya no
pasa. Ayer en Tiers consumí casi una hora en orientarme, tampoco a los que
pregunté daban razón del sendero que llevaba al refugio Bolzano; hay que decir
que, aunque estemos en Italia, un porcentaje muy alto de la población no habla
más que alemán. Cultural y mentalmente este norte de Italia es centroeuropea.
Los avatares de la Primera y Segunda Guerra Mundial hicieron que esta zona del
antiguo Imperio Austrohúngaro quedara al final como parte de Italia. Pero a las
claras está que un tratado posbélico lo que ratifica sobre el papel no puede
cambiar ni la mentalidad ni la cultura de un pueblo que durante siglos tuvieron
otros derroteros que aquellos de los países mediterráneos. A veces incluso,
sobre todo en los primeros días, tuve la impresión de que cuando preguntaba si
hablaban italiano el no que recibía parecía estar teñido de un cierto orgullo,
como del que quiere marcar las distancias y no dejar lugar a dudas sobre a qué
cultura y a qué países pertenecen. En Italia ha habido desde siempre, además,
una vieja idea de que los del sur son unos vagos mientras que los del norte
constituyen la clase laboriosa que saca al país adelante. Tópico o no es un
mecanismo mental que funciona a nivel de calle en el norte.
En consecuencia
comunicarse con los paisanos de los pueblos puede constituir un problema. Ayer
mismo no tuve más remedio que volver a entrar en el supermercado para comprar
un mapa detallado que me ayudará a encontrar el principio de mi camino. (Irse
el sol y bajar la temperatura un montón de grados ha sido visto y no visto. He
tenido que cerrar la tienda a cal y canto y meterme en el saco).
Así que con la
ayuda del mapa que compré, al final logré encontrar el sendero. El número 4, de
momento. A la mañana eché a andar muy animoso bosque arriba por un camino
confortable y bien señalado. Sin embargo un par de kilómetros más arriba me
surgió una duda. Inesperadamente el sendero bajaba sin pensárselo dos veces.
Consulté el mapa de papel y, efectivamente, eran doscientos o trescientos
metros de desnivel de bajada y a mí no hay cosa que más me joda que bajar para
después tener que subir. Así que investigué en el mapa del teléfono y me
encontré con que había dejado atrás un sendero que subía sin tener que descender.
Llevaba el número nueve. Volví sobre mis pasos y, sí, ahí estaba el nueve
pintado sobre la señal blanquirroja. Al poco me asusté algo porque más adelante,
frente a mí, se presentaba una gran pared de apariencia infranqueable y a ambos
lados las laderas se estrechaban dejando un respetable vacío más allá. En
Dolomitas los responsables del Club Alpino Italiano hacen juegos malabares para
hacer transitables las montañas. Cuando empecé a encontrarme con los cables de
acero a modo de pasamanos tuve la certeza de que ese camino no era el sendero
corriente al refugio. Había pasado por el refugio Bolzano dos años atrás y una
de las cosas que más me llamaron la atención fue encontrarme allí mucha mucha
gente muy mayor que me hizo pensar que bajar y subir desde los valles
limítrofes al refugio no podría ser muy empeñativo. Aquella reflexión ya me
hizo pensar que por ahí arriba me podría encontrar cualquier cosa. Era un
itinerario aéreo y bastante complicado. Cuando el sendero dejó de subir, llegó
a una especie de crestería y empezó a transitar entre retorcidos y añosos pinos
enanos que no sobrepasaban la altura de un hombre, me dije, date, esto ahora es
cosa de coser y cantar seguramente. Ja, tararí que te vi, precisamente ahí
comenzaba la fiesta. De golpe la crestería desaparecía y enfrente lo que tenía
era un cortado de mil demonios. Todo aquello estaría más adelante de pequeños
picos, uno tras otro que el sendero sorteaba unas veces, otras subía y bajaba y
en ocasiones se precipitaba hacia un collado o atravesaba una empinadísima
ladera. Era un itinerario muy bello, eso sí, sólo que me había cogido
desprevenido, ya que la idea que tenía era la de un comido sendero de un metro
de ancho hasta el refugio. Me adapté bien a la cosa. A esas alturas, además, la
vista que se contemplaba era digna de un sendero de dificultad. Con todo
aquello doblé mi tiempo de subida al refugio, pero mereció la pena. El
Catinaccio y el Latemar estaban ahí permanentemente al alcance de la mano,
erguidos como gigantes orgullosos a las puertas de este excelso reino llamado
Dolomitas.
Al fin, después
de varios días de ver acercarse estas montañas desde que me asomé al collado
que divide Austria e Italia, al fin, hoy puse mis pues en ellas. Fue un buen
comienzo, un pequeño baño de altura y de senderos atrevidos.
2 comentarios:
No sé porque los trak en Italia no funcionan bien, pero yo utilizo los mapas de Tobacco, 1: 25000 y 1: 50000 y su señalización es magnífica, no me perdido nunca.
Los Italianos son únicos, pierden todas las guerras y siempre salen ganando, véase el caso de la 1 y 2 guerra mundial, pero es cierto que el norte de Italia frontera con Austria son más Autroalemanes que Italianos, aunque en la zona del Veneton, el idioma lo resuelven con el suyo propio, el Ladino.u
Una cosa son los tracks y otras los caminos. El mapa que llevo es bastante bueno, pero tienes que saber cuál se corresponde con la Vía Alpina. La última vez que atravesé Alpes por esta zona usé los aplicación de Tobacco. Cargaba en el teléfono los mapas según avanzaba, pero entonces, en Dolomitas, decidía día a día día mi itinerario sobre el mapa, mientras que en este momento el itinerario viene dado. Es cómodo porque sabes en cada momento donde y a qué distancias vas a encontrar la manduca.
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