“Convertirse en capitán de la propia existencia” (Gaston Rébuffat)






Cuando uno sufre el mal de la escritura y la necesidad de afianzar ideas sobre eso que llamamos la existencia, pongamos por caso, es fácil que, pese a que se repita de tanto en tanto, a cada paso se encuentre en lo que ve, lee o escucha ejemplos que lo invitan, no obstante, de continuo a ensayar nuevas formas de decir lo que ya dijo prolijamente, una veces empujado por el ángel inspirador que habita en valles, bosques y montañas y otras, como en esta ocasión, por una casual cita de algún compañero en las redes. En esta ocasión la cita es de Gaston Rébuffat y la compartía Tomás Meson en Facebook. Decía ésta:

"Je pris possession de mon métier de guide, il me sembla devenir tout à fait le capitaine de mon existence " (Tomé posesión de mi profesión como guía, y me pareció convertirme en el capitán de mi existencia).

Me llamó enseguida la atención porque encierra un concepto que desde hace muchos años me es muy caro y que encontré concretado en ese maravilloso jardín de sabiduría que son los Ensayos de Montaigne. Montaigne citaba entonces a Séneca: “Vivere militare est” (vivir es luchar o vivir es militar). Se encuentra en una carta de enseñanzas morales a su amigo Lucilio. En ella Séneca responde a las quejas corrientes sobre la vida de su amigo con un puñado de exhortaciones que no están de más reproducir: “Te indignas tanto, Lucilio, y te lamentas… ¿No comprendes que lo único malo es precisamente eso: tu indignación y tus quejas? Te ha producido inquietud que te duela la vejiga, recibir cartas amargas, una pérdida patrimonial detrás de otra…? ¿Acaso no querías llegar a viejo? Todas esas cosas en una existencia dilatada son como el polvo, el lodo o la lluvia en una caminata larga”. Pero es que yo quería vivir sin todos esos inconvenientes, diría el amigo. A lo que contesta Séneca: “Unas palabras tan afeminadas son impropias de un varón. Los que andan activos de un sitio para otro, y van arriba y abajo por lo trabajoso y por lo arduo, y hacen frente a las misiones más peligrosas, esos son los varones esforzados, los héroes del campamento. Y esos otros a quienes una vergonzosa inacción les hace vivir blandamente son unas gallinas mojadas cuya seguridad es una deshonra”.

No es fácil determinar muchas veces de qué se nutre nuestra fuerza moral, pero es un hecho que el ejemplo de los otros, aquello que admiramos en ellos, que nosotros no hacemos pero nos gustaría hacer, lo que llama la atención en nuestras lecturas que nos incitan a perseverar en algo que haríamos de buena voluntad si muestra pereza no fuera tan grande, suele producir en el receptor predispuesto una cierta catarsis que lo ayuda a intentar vivir con más entereza. Sí, ya sé que es una obviedad, una verdad de Perogrullo sí se quiere, pero como yo necesito repetirme de continuo tantas perogrulladas que me sé desde que era niño, pero que olvido a la hora de la verdad, por eso debió de llamarme la atención enseguida la cita de Rébuffat, que visto de repente en la fotografía que lo acompañaba escalando un techo de granito sobre el fondo de los Jorasses y el Diente del Gigante, surtió el efecto de recordarme por milésima vez esa verdad a la que aspiramos todos y que desea fervientemente convertirnos en capitanes de nuestra existencia. Se lo comenté a Tomás, me encanta eso de convertirse en capitán de la propia existencia.

A mí de tanto en tanto se me quedan bailando en la cabeza cosas que oigo o leo y que son como el prolongado eco que deja el sonido del gong de un monasterio budista en las laderas de las montañas. Me paro entonces, me repito las palabras y me digo: está bien, sí, señor; o, joder, qué cosas dice este hombre; o me quito el sombrero ante una idea interesante; o se me abren los ojos de par en par ante una genialidad; o me quedo pasmao ante una estupidez con apariencia de verdad. Hace un momento, por ejemplo, detuve mi lectura de Clarise Linspector ante la afirmación de que a un personaje ‘la muerte le zumbaba en los oídos”. Gustar de la lectura e interrogarse de continuo sobre lo que sucede entre las bambalinas y el proscenio de las páginas de un libro es una diversión que no tiene precio. Además, que a uno le zumbe la muerte en los oídos, que quiera ser capitán de sus existencia o afirmar que el viento hace al águila (Goethe), amén de ser bellas imágenes poéticas en donde el zumbido sustituye al presentimiento o el viento a las dificultades de la vida, tienen el atractivo de su indudable grafismo que, desplazando un razonamiento interesante a la idea, por ejemplo, de un águila que sólo se sostiene en el aire en su pugna con el viento, pone en evidencia a “la gallina mojada cuya seguridad es una deshonra”.

Que haya personas, autores, pintores, músicos capaces de sintetizar pensamientos, ideas, sensaciones, emociones con la masa de las palabras, los sonidos o los colores… ¡qué gran herencia para ayudarnos en ese proceso de convertirnos en personas! Uno: hoy tuve en las redes un intercambio de palabras con alguien que por todo argumento y, sin venir al caso, se dedicaba a insultar al alcalde del pueblo, eso si con un puñado de faltas de ortografía que avergonzarían a un niño de parvulario. Dos: esa gente de Huelva del “a por ellos”. Tres: esa lastimosamente ignorancia tan extendida en todo el país, como la del vecino de Serranillos del Valle, que hace de España un país miserablemente manipulado por la élite de siempre. Todos tenemos ahí al alcance de la mano la cultura, los libros, la música, el buen cine, para con su ayuda arrinconar la ignorancia y hacer de este país un lugar justo donde convivir en paz. Pero no… pa qué, como decía aquel. La “inteligencia” con la que berreaba el vecino de Serranillos no le daba para más que para despedirse diciendo: “todos sois lo mismo”.


Qué pena estos días de desgarro y falta de entendimiento. No sé si el párrafo anterior cuadra con el asunto de más arriba. A mí modo de ver sí. Pienso que una gran parte del problema de este país es la ignorancia y el fuego que la alimenta. Hablaba más arriba, me parece, del hecho de convertirse en persona, era una transposición del libro de Carl Rogers, El proceso de convertirse en persona. Se trata de un viejo volumen que leí hace más de cuarenta años y del que todavía recuerdo bien las ideas esenciales que resumen bien el título. Libros así deberían ser de obligada lectura. ¿Qué mejor tarea que convertirnos en personas? Tanto que nos interesamos por etc., etc., etc., y etc., etc. ¡Bah…! 

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