Foz de Lumbier. Soliloquio.



Junto a la foz de Lumbier, 24 de octubre de 2017 

La noche era una posibilidad excepcional; escribo por tanto. No siempre; acaso. Bajo el dosel de las copas de los álamos se hizo el silencio, sólo queda el cercano rumor de las aguas del río Lumbier, un poco al sur de la foz que visitamos esta tarde. Allí había un puente de piedra llamado del Infierno, sólo su insinuación sobre la profunda corriente del río discurriendo entre dos paredones socavados por el tiempo y el agua. El tiempo, que trabaja a destajo, excesivo con frecuencia, también había pintado a  color una representación del otoño, sauces especialmente, creo, entre sus paredes calcáreas. Quedaba alguna flor, la rústica campanilla con su azul de cielo tirando al violeta de los encapuchados de la Semana Santa.

No son buenos tiempos estos que corren, tiempo de ladrones y sinvergüenzas. Una lástima. No hace mucho la ilusión empezó a correr por las calles y se instaló, cosa bonita ella, en los corazones de muchos; pero sólo fue eso, una ilusión. Ahora volvemos a estar a merced de las inclemencias del tiempo, sin esperanzas, huérfanos, esperando quizás otra oportunidad que ya no llegará porque hasta las ilusiones se terminan marchando definitivamente. ¿A dónde? Quién lo sabe. "Sentados en el sofá con la boca llena de dientes, sólo nos quedará esperar la muerte". ¡Bonito porvenir el nuestro! 

Menos mal que nos queda un cuarto de queso de luna y unas pocas estrellas, el otoño, un buen puñado de castañas que asar al fuego, el furtivo ronquido del viento entre los árboles. Menos mal. Esta historia siempre la misma de los que quieren todo para sí, armado hasta los dientes, pero con el corazón podrido... con la venia de la Santísima Iglesia, naturalmente. Qué lástima. 

Que me den grima los periódicos, que sólo me quede decir sí aburridamente, como hace dos noches que estando durmiendo en un prado nos despertó la guardia civil. Abro la puerta. Yo: buenas noches. El guardia civil: blablabla. Yo: blablabla. El guardia: más blablabla. Yo: blablabla. El guardia civil: en Aragón está prohibido la acampada libre y dormir en los vehículos. Yo: blablabla (y para mi coleto: ya, en Aragón y entre sus legisladores hay muchos gilipollas, como en casi todos los lados). El guardia civil: blablabla. El hombre estaba aburrido y no paraba. Somnolientos les mirábamos como se mira un despropósito, con mucho sueño en lo ojos. Sí, terminaron marchándose y pudimos seguir durmiendo. Que tenga que refugiarme entre las ramas de los años, en un leve escepticismo de supervivencia… en fin. 

¿Cómo era aquel tema del Dúo Dinámico de hace medio siglo: ¿Aguantaré, resistiré? Lo cantaba mi suegra unos días antes de fallecer mientras en su cama de hospital lo irremediable se cernía sobre ella. 





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