En el Bosque Encantado de Urbasa. Tarde de otoño.



Urbasa, 28 de octubre de 2017  

Un débil chirimiri caía fuera
como un presagio de lluvias e invierno. 
La reiteración de los otoños había penetrado mis sentidos saturándolos de una suave nostalgia que miraba abstraída por la ventana la ultima luz del día. 
Las niebla acariciaba tristemente los grandes y hermosos troncos de las hayas. 

Obsequiosa tristeza la de la tarde, por cierto, 
tarde de fuego en la chimenea, 
de mirar tras los cristales las bandadas de hojas que como pajarillos asustados hacían la ola ante la mirada taciturna de las señoras hayas, señoronas y gordas como viejas matronas que miran ceñudas el alborotado patio de sus casa. 

Los visitantes se habían marchado y nuestra choza, situada en un rincón del prado bajo los brazos maternales de un haya de robusto porte, despedía por sus ventanas una acogedora luz de hogar. Cinco metros cuadrados, el lugar perfecto para vivir en las cercanías de los bosques y las costas. 

El bosque de hoy era rabiosamente bello; no obstante en algún momento pensé que a dos semanas de continuada belleza otoñal bien le podría venir el contrapunto de una visita al mar que pusiera algunas gotas de diversidad en nuestro paseo estacional. El mar también es hermoso en esta época. 

















No hay comentarios: