Cercanías
de Agordo, 24 de julio de 2018
Alta
Vía Dolomitas 1: La Civetta – Refugio Vazzoler - refugio Bruto Carestiato –
Cercanías de Agordo.
El
sol entró esta mañana en mi tienda a despertarme, no hizo falta despertador. Asomaba
por encima de la cordal de la Civetta anunciando un día benigno. Estaba
recogiendo la tienda cuando oí un alegre bon
giorno que venía de lo alto del camino. Eran mis dos compañeras de la Alta
Vía con las que coincidí dos días atrás en el mismo itinerario. Las saludé, la
misma hora que ayer, ¿eh? Rieron. Ayer bajaban del refugio Cittá di Fiume, y
hoy lo hacían del Atilio Tissi. A la hora de la comida nos volveríamos a
encontrar en el refugio Bruto Carestiato.
Caminé
media jornada rodeando el reino de la Civetta. En una torre rigurosamente
vertical cuya pared estaba surcada por un gran diedro y varios techos
horizontales oí el rutinario “dame cuerda” pero no logré localizar en la
inmensidad de la pared a los escaladores. Era la primera vez en todos los días
que llevo en las Dolomitas que sentía la presencia de actividad de escalada,
algo que ya me había llamado la atención días atrás, ni siquiera me había
cruzado en caminos o refugios con alguien que cargara con cuerdas o material de
escalada. Sí
con gente que junto al sendero practicaba en algunas rocas de cuatro o cinco
metros de altura, pero nada más. No encontré en los refugios tampoco ese
ambiente que se respira de gente que se apresta preparando su material para la
escalada del día siguiente. Las Dolomitas se inundan de turistas que hacen
pequeñas excursiones a partir de los terminales de los funivías, mucha, mucha
gente que hace recorridos entre refugio y refugio pero de las cordadas que yo
pensé que me iba a encontrar en las paredes de la Civetta nada de nada. No lo
entiendo.
Esta
mañana, cuando me crucé con algún grupo de chicos y chicas, me dio por pensar
en la cosa sencilla de qué bonito era eso de que en el mundo hubiera hombres y
mujeres. Tenía la sensación de que esta cuarentena ya de soledad entre las
montañas empezaba a depurar una vez más mis sentimientos respecto al mundo y la
realidad que me rodea. Era la grata sensación que venía de las cosas sencillas,
las sonrisas, la calidez de un saludo, la relación entre unos y otros, la
caricia del sol o el monótono repicar de la lluvia sobre la tienda. Mientras me
recreaba en estos pensamientos pasaba bajo grandes paredes que han retado el
arrojo de generaciones de escaladores que lo único que habían hecho había sido
intentar conocer la medida de sí mismos, su audacia, su creatividad, esa mirada
sobre la propia alma que suscitan las situaciones de peligro libremente
enfrentadas. Dos realidades que me acompañaban mientras descendía hacia el
refugio Vazzoler entre prados y bosques que desperezaban con los primeros rayos
del sol. De repente veía las cosas de la vida tan sencillas, tan amables. Era
algo parecido a cuando nos tumbamos en uno de esos prados de los que
atravesamos montones al cabo del día, de repente multitud de flores, hierbas,
insectos aparecen ante nuestra retina como un minúsculo y hermoso mundo, que
visto desde la cercanía de quien se tumba para descansar entre la hierba
adquiere una nueva dimensión, una única belleza a pocos centímetros de nuestros
ojos. Estamos hartos de pasar todo el día por estos prados pero no descubrimos
su verdadera belleza hasta que en un momento de ocio tenemos una relación de tú
a tú con el manto de flores.
Imagino
que el espíritu también se depura después de tantos días de soledad y contacto
estrecho con la naturaleza; se sensibilizan los sentidos y allá en donde antes
veíamos una panda de chicos y chicas, esta mañana descubrimos las bondades de
ser hombres o mujeres, nos miramos y encontramos que eso de que haya hombres y
mujeres es una gran cosa, descubrimos como si fuera la primera vez la alegría
de vivir que hay en nuestras relaciones desde que fuimos niños, en la
percepción de un rostro, en la suave caricia de la yema de un dedo deslizándose
por una mejilla o la curva de un cuello, en esas ininterrumpidas bromas que
surgen entre los miembros de una pandilla.
Luego,
sí, aterrizamos en la civilización y una parte de esta realidad simple del
estar el individuo consigo mismo y su relación elemental con la naturaleza o
con los otros algo se debilita, pero hay que creer que estas experiencias
acumuladas sedimentan sobre nuestras vidas una visión muy particular de la
existencia que hace de nosotros espectadores de excepción de una realidad más
global en que el peso de las cosas sencillas y la vida más austera adquieren
mayor relevancia.
Después
de que dejé atrás el refugio Vazzoler ya
todo me fue totalmente desconocido, pese a haber pasado por allí hace un par de
décadas con Victoria, cresterías, grandes paredes y hacia abajo grandes
derrumbaderos que terminaban en abismos. Una de las características de esta
Alta Vía es que apenas baja un puñado de veces de los dos mil metros; la
elegancia del trazado, que transcurre por lugares inverosímiles vistos desde
abajo, permite tener una bella visión de todos los macizos que atraviesa.
El
trayecto hasta el refugio Carestiato superaba un desnivel de seiscientos metros
y se me hizo muy largo. Cuando llegué a él mis amigas iban por su segunda cerveza.
Mientras
me servían la comida eché un vistazo a mis anotaciones para ver el recorrido de
días posteriores y quedé sorprendido al encontrarme con que mi destino último,
Agordo, estaba a no más de tres horas de camino ladera abajo. Cosas así suceden
cuando uno vive tan en el presente. De repente me había quedado sin camino para
los días posteriores. Tuve que dedicar un buen rato a ver por dónde tirar,
seguir hacia el sur, hacia la Schiara no me convencía del todo, así que busqué
otras opciones. Se me ocurrió investigar por donde discurren las otras Altas
Vías de las Dolomitas y encontré que la número dos empezaba a una treintena de
kilómetros de Agordo, cerca de Feltre, en el Parque Nacional de Belluno. Me
costó poco encontrar la guía del recorrido, aunque descrita en sentido contrario.
El track, parte de él, lo encontré en la acostumbrada web de Wikiloc. Pasaré la
noche en los bosques superiores de Agordo y mañana después de comer espero
estar al comienzo de otro gran recorrido.
El
proyecto sigue una línea sur-norte y discurre por zonas como la Pùtia, Odle,
Sella, Pale di San Martino, Cimónega,
Marmolada, Plose, Pùez, Padón, Bocche y Vette finalizando en Bressanone, en la
provincia de Bolzano. Tratando de seguir haciendo de vagabundo no parece mala
idea.
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