Pon un abuelo en tu cordada



  

Bajo el Monte Pelmo, 22 de julio de 2018

Alta Vía Dolomitas 1: Passo Gallina – Refugio Averau – Passo Giau – Refugio Cittá di Fiume – bajo el Monte Pelmo 

No suelo asomarme mucho al FB, pero cuando lo hago siempre siento una leve compañía al encontrarme con entradas de veteranos de la montaña que suscitan mis recuerdos o me sugieren lo muy vivos que estamos después de medio siglo de bregar en torno a las montañas como mariposas que no supieran despegarse del farolillo que alumbra las noches del verano. Después de medio siglo cada uno ha hecho su vida, ha ejercido una profesión, se ha casado, ha tenido hijos, se ha jubilado y… ergo, ahí sigue la montaña como uno de esos grandes amores que a la chita callando, como si ya formara parte de nuestro ADN, nos sigue acompañando ya sea en directo empujándonos a seguir en la brecha, ya sea en diferido compartiendo recuerdos y aventuras que probablemente formaron una parte importante de nuestra vida. No conozco personalmente a muchos de los compañeros de los que voy leyendo o sabiendo en las redes, o no los recuerdo (nunca me disculparé lo suficiente de mis problemas de memoria), y sin embargo son tantas las veces que sus comentarios, sus entradas en las redes han suscitado entrañables recuerdos o me he sentido parte de un mundo que tanto tiene de extraordinario, de hermoso, de entrañable… Un día leo de alguien que ha vivaqueado en invierno en alguna cumbre del Guadarrama o ha caminado por ellas de noche y habla de la sensación de soledad, del mordisco de los crampones en el hielo, y entonces soy yo vivaqueando en Cuerda Larga después de haber subido Cabezas de Hierro por la norte hace cincuenta años… y mis sensaciones y mi memoria se disparan; en otra ocasión, ayer o anteayer, An Rima habla de Macario y en ese instante vuelvo casi medio siglo atrás, a la rutina de los fines de semana cuando pasábamos por su casa antes de subir a pernoctar al refugio, o recuerdo a Goyo, el autocarero que nos llevaba los fines de semana hasta Guisando. Y si me apuran y estoy mano sobre mando entonces voy más adelante y recuerdo la caída de veinte metros de Mayayo en el diedro de la Oeste de la María Luisa, o el rescate en invierno en la Oeste de la Amezúa con José Ángel Lucas, o la elegancia de Moisés Castaño subiendo la Sur del Torreón. Pero es lo mismo, alguien comenta en las redes que todavía hoy, después de ese medio siglo, cada vez que atraviesa el collado de Quebrantaherraduras siente que le sube por dentro una fuerte emoción. Dios, cuánta vida encerrada entre ese maravilloso mundo de pedruscos en donde aprendimos tantas cosas sobre la vida y sobre nosotros mismos, donde aprendimos a amar el riesgo y la aventura.


Bueno, pues si además de la experiencia de compartir esos pequeños momentos, pedazo de vida que confirman una vez más el acierto de haber elegido en la adolescencia o en la temprana juventud el ámbito de la montaña como terreno de esparcimiento y experiencia de vida; si además, surgen iniciativas como la suscitada por Uge Viaclásica García, que menciona An Rima en su FB, como esa de: “PON UN ABUELO EN TU CORDADA” algunos van a poder rizar el rizo de todas las añoranzas. Ello sin menoscabo de tantos abuelos que todavía siguen en activo, ¡chapeau! para todos ellos, subiendo riscos de muchos grados o incluso ochomiles.


Hoy, después de haber abandonado la casa okupa por la ventana, era un placer para el vagabundo encontrarse en un paisaje totalmente conocido y visitado desde ese medio siglo que tanto aparece hoy por aquí como leimotiv de una vida dedicada a la montaña. Con Victoria preñada de seis meses, con José Luis Moreno, con María, con Moisés, con Ignacio Aldea, con mis hijos, con Fernando Vázquez, con… tantos para los que las Dolomitas eran una pasión largamente esperada durante todo el año. A mi espalda la Tofana ofrecía su mejor aspecto de grandes paredes; al monte Cristallo, el gran señor al otro lado de Cortina, le costaba quitarse el gorro blanco de dormir que llevaba desde ayer en su cabeza; las simpáticas Cinco Torres, afeadas miserablemente por un teleferico (… los responsables deberían ir directamente al Infierno a penar esta barbaridad). Y más arriba, llegado al refugio Averau, el espectáculo del Sorapis, Antelao, el gigantesco monte Pelmo; la Civetta enfrente, la Marmolada y el manto blanco de su glaciar, a la derecha.


En el refugio Averau tocó desayuno pantagruélico. Tuve que hacer justicia al precio, doce euros. Con eso podía tirar hasta las tres de la tarde en que llegaría al Cittá di Fiume, justo debajo del Monte Pelmo. Apenas había bajado un centenar de metros cuando reconocí el itinerario de mi paso por aquí hace un año siguiendo el recorrido de la Vía Alpina. Durante tres o cuatro horas compartiría el sendero del año anterior que descendía al Passo Giau, ascendía a la focellas de Giau y a otras tres posteriores, siempre un sendero por encima de los 2400 metros, hasta la forcella de Roan donde la Vía Alpina y mi actual itinerario se separarían, el mío ahora camino del monte Pelmo y la Civetta. Se trataba de un largo recorrido unas veces por grandes praderías, otras atravesando pedreras, pero siempre con el espectáculo del Pelmo de frente. Hacia el este las nubes se habían adueñado de las cumbres. Llovió durante un rato pero nada del otro mundo.


En el refugio Cittá di Fiume había algo de cobertura y aproveché para ver qué se cocía por las redes. Aparte de mi familia me encontré con dos felicitaciones de cumpleaños. Ya se sabe que uno es un poco raro y no deja por ahí la fecha de su nacimiento, no por otra razón que por timidez y porque al caminante le abruma un poco ser centro de atención de otras personas (tendré también que pedir disculpas por mis rarezas… uno nació así, qué le vamos a hacer), pero aún así se ve que alguien ha tenido accesos a mi partida de nacimiento. Nací en 1948, así que si las cuentas no están mal hoy es la fecha oficial de mi ingreso en el club de los septuagenarios.


Ya me daba algo de corte mostrar aquí el regalo que me hizo Antonio Creus, pero en fin, todo sea para que no parezca un tipo poco sociable, como afirmaba, cariñosamente, claro, hace un tiempo, el amigo Laure Esteras, en uno de estos portales.

Me preguntaron en el refugio si me quedaría a dormir. Les contesté que todavía no sabía, que dependía de la lluvia. Estaba, eso, pichí pichá, pero a las cuatro probé suerte. El chico del refugio me había dicho que no había grandes prados, que era una ladera, pero que seguro que hallaría un trozo para mi tienda. Estaba lloviznando cuando encontré mi sitio en el bosque, justo bajo el gran señor de esta parte del mundo, el monte Pelmo. Ahora llueve a ratos pero así, como de broma, por entretenimiento.


Mi tienda ha recibido una buena ración de impermeabilizante, hay quien dice que este no sirve para nada, y mi colchón anterior se quedó en la casa okupa. Estreno pues nueva cama. Veremos. Yo no sé con qué se come eso de que el suelo de la tienda tiene una columna de agua de 3000 o 5000 mm, pero después de ponerla encima de la hierba, naturalmente mojada de mucha lluvia, al rato el suelo había calado. Me da que los fabricantes juegan al corro de la patata con los clientes. Cuando te compras un colchón te ponen en letras enormes que es autoinflable y el vendedor es lo primero que te dice. Algo que va contra las leyes de la física, pero los tíos dale que dale. En Decatlon otro tanto de lo mismo, y me divertí una vez con un vendedor a raíz de esto. El invierno pasado me compré unas botas por 300 euros, goretex, impermeable naturalmente. A la primera lluvia haciendo el camino de Santiago Portugués me calaron. O esta gente no camina bajo la lluvia o miente descaradamente.
Lo de la columna de agua debe de ser algo parecido. Eso o las condiciones de trabajo de laboratorio no tienen nada que ver con las condiciones en que se anda en el monte o se duerme bajo una tienda. 

















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8 comentarios:

Paci dijo...

Felicidades compañero, bienvenidos al club de los 7, soy algunos meses más viejo, pero tú me ganas en fuerza y ganas de recorrer montañas. En dos días salgo para el Trek del Baltoro y el CB del K2, estaré fuera del mundo de la comunicación durante dos o tres semanas, no te leeré, pero estaré contigo en espíritu recorriendo lo que te queda de la vía Alpina.

Alberto de la Madrid dijo...

Bueno, te echaré de menos sabiendo que no estoy ahora con tu desayuno. Tienes por delante un espléndido tiempo de bellas montañas y glaciares. Alimento para los ojos y el espiritu que siempre está tan necesitado de belleza y de naturaleza plena. Te deseo una bella pasegiata por el Himalaya. Cuando vuelvas creo que no todavía seguiré vagando por esta parte del mundo. Un abrazo.

Montserrat de la Madrid dijo...

Bueno hermano ,parece ser que cuando quiera verte voy a tener que ir alas montañas ,besos

Cive Pérez dijo...

Pues bienvenido al club, de los septua, digo. Yo ahora estoy en dique seco, retenido por una agenda de pruebas médicas, que dejé aplazada para después de Marruecos, Sierra Nevada.... Un abrazo y buen camino.

Ignatius dijo...

Llega unos dias de retraso mi deseo, pero da gusto felicitar a mi amigo Alberto por sus años y su coraje... Un abrazo
Desde los Pirineos...

Alberto de la Madrid dijo...

Bueno, espero que las pruebas estén en esa linea cooperativa con que todos deseamos sentirnos bien dentro de nuestro cuerpo.

Alberto de la Madrid dijo...

Con retraso también mi respuesta. No vi hasta ahora tus líneas. Gracias y espero que por el valle de Arán toso vaya bien. Un abrazo.

Alberto de la Madrid dijo...

A ver si es verdad, porque si mi pierna va a peor me voy a tener que quedar en casa a crial malvas.