Refugio Hofpürglhütte, 17 de julio de
2019.
Via Alpina. Tramo Morado. Gosau -
Refugio Hofpürglhütte.
Los pequeños ranúnculos amarillos se
agitan temblones con la brisa. Salpican el prado con su delicadeza,
lo adornan y propician un primer plano para las altas montañas que
se yerguen al otro lado del valle, a esta hora ya, en el
contraluz del final de la tarde, como inmensas moles de sombras
azuladas que se disuelven en la distancia en planos sucesivos cada
vez más claros. Más allá, protegidos del viento crecen la genciana
acaulis y los pequeños lotus arracimados que recuerdan a sus primas
hermanas los arbustos de la genista y a las retamas pero que crecen
humildes a ras del suelo.
Ha sido un día bonito, un recorrido
por laderas de montañas realmente bellas y estiradas como ciertas
partes de las Dolomitas. El sendero, después de superar ochocientos
o mil metros de desnivel, se ha visto tan contento a semejante altura
y tan rodeado de picachos altivos, incluso a primera hora de la
mañana un gran glaciar adornaba el frente de las montañas que poco
a poco fueron quedando atrás; se ha visto en tal ambiente alpino que
no ha dudado en mantenerse a altura en todo momento retando incluso
al vacío con trozos aéreos y espectaculares que las bondades de los
responsables de los caminos de este país habían equipado
suficientemente para que este peregrino dado a patear montañas no
tuviera que unir a su admiración por la belleza del trazado de la
ruta un miedo reticente. Austria en sí misma es un universo alpino
deliciosamente variado y lleno de de posibilidades para pasarse aquí
media vida disfrutando de sus bosques y montañas que cuidan,
señalizan, abastecen de refugios suficientes para tener siempre en
tres o cuatro horas un lugar donde descansar, comer y, lo que es
importante, tomarte una buena jarra de cerveza.
A ratos, cuando el terreno era sencillo
de caminar, hoy leí largamente a Octavio Paz en El laberinto de la
soledad. A veces leyendo a determinados autores me siento imbécil de
remate. Uno, que vive en la confusión y cuando quiere analizar
cualquier realidad o asunto no encuentra manera de organizar aquello
de una manera secuencial, en relación causa efecto o separar las
cosas para poner un poco de orden en el pensamiento, alucina cuando
se encuentra con gente como Octavio Paz que no duda un momento y es
capaz de infundir un orden tal en la realidad que a veces hace dudar
si no nos estará tomando el pelo con esa seguridad con la que
define, nombra, separa, saca conclusiones. El laberinto de la
soledad, a lo que llevo leído, es un trabajo de análisis del pueblo
mexicano y su idiosincrasia, su sentir, las formas de ser de sus
hombres y mujeres, el fundamento y razón de sus fiestas… todavía
estoy en los primeros capítulos.
Bien, al margen de lo que voy
conociendo de la mano de la escritura de Paz, lo que esencialmente me
llamaba la atención esta mañana, al margen del asunto del libro, es
el rigor, que a mi me parece, la fuerza, como si aquello fuera la
última palabra a decir sobre el asunto, de sus aseveraciones. La
mujer mexicana es así y así y así, y del hombre otro tanto; y el
porqué de esto y lo otro es tal y cual… etc. Y probablemente tenga
razón. Pero me sucede algo parecido con Ortega y Gasset o José
Antonio Marina cuando veo con qué fluidez de mueven en el mundo de
las ideas y cómo sus discursos encuentran en su momento el adecuado
encuentro con una “verdad” tras las que sus palabras han ido en
persecución desde el principio. ¿Asunto de inteligencia? Una vez un
amigo me comentaba que una de las grandes cosas que había de
agradecer al destino era haberse casado con una mujer tres o cuatro
veces más inteligente que él. Yo, que cada vez voy encontrando más
mi lugar entre la generación de los torpes, que leo mucho, pero que
sé que mis luces no llegan a entender, por ejemplo, a clásicos como
Hegel, cuya mirada de por sí ya me fulmina, en Fenomenología del
espíritu, que empecé a leer un par de veces y que tuve que dejar
por imposible; pues eso, que me admira y me pone en situación de
entender que eso de que todos somos iguales, nanais. No voy aquí a
airear aquello que leí no hace mucho de que la distancia que hay
entre un chimpancé y un hombre corriente es muchísimo menor que la
que hay entre ese mismo hombre corriente y los hombres y mujeres
notables de nuestra civilización, pero la cosa sirve para ilustrar
lo que digo.
Obviamente la educación y las
motivaciones recibidas desde el nacimiento son un elemento también
esencial, así como la gimnasia mental a que nos hemos sometido
durante toda la vida pero me temo que, aún así, para llegar a la
sinapsis que hacen posible determinados alumbramientos mentales la
materia prima tiene que ser de un orden superior.
Uno, a cada momento no sólo descubre
paisajes nuevos o es instilado por un arrobamiento venido de la
música o de la sonrisa encantadora de una fémina, también sucede
que junto a lo que aprende, hace unos días asuntos relacionados con
las cartografías del deseo y hoy mismo sobre el alma de ese pueblo
amigo, el mexicano; junto a lo que aprende, decía, siente que el
roce con los libros alimenta la necesaria humildad poniendo al
individuo en su sitio y haciendo de éste un hombre agradecido que
puede mirar al mundo como el resultado de la acción y el pensamiento
de hombres y mujeres superiores que con su voluntad e inteligencia
han podido empujar el carro de la historia hacia delante. Decía
Ortega el otro día que la tónica general de un país, no la dan
estos hombres superiores sino la generalidad de la población,
teniendo bien en cuenta que sin aquellos, no obstante, el progreso
estaría congelado. Ergo, vamos, que si hacemos una media que recoja
a toda la población, ésta saldrá adelante de milagro.
Paréntesis. Ruido de cascos de
caballos. Decidí quedarme aquí porque había un abrevadero
solitario. Los caballos estaban muy lejos así que no había cuidado.
Pues no, o es su hora o tienen un
comportamiento errático. He puesto en función
todos los vientos, doce en total, que se han mostrado muy
convenientes en las tormentas y con viento fuerte. Ahora bastaría
que un caballo tropezara con uno de ellos para que desgarrara la
tienda: toda una broma. De todos modos ha habido suerte, de momento.
Mientras terminaba el párrafo anterior los caballos poco a poco se
han ido yendo. Han bebido su ración de agua antes de dormir y uno
tras otro se han marchado a su olivo como los mochuelos.
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