Sobre Bad Goisern, 16 de julio de 2019.
Via Alpina. Tramo Morado. Bad Goisern -
Gosau
Escucho el sonido de un arroyo cercano.
Mi tienda está colocada en un bosque húmedo tapizado por una gruesa
alfombra de mullidas algas. No creí que mi cuerpo fuera a hallar
acomodo entre los bultos del suelo, pero sí, hubo suerte, encontré
entre las protuberancias el modo de instalar todo eso que es mi
cuerpo, espalda, piernas, incluso esa adaptación a lo huecos del
suelo resulta confortable.
No estaba en el ánimo de escribir ni
de hacer cualquier otra cosa y, metido ya en la tienda, el no hacer
nada se ha convertido en un caer dormido. Hoy habría correspondido
meterme con mi hija en mi crónica a raíz de su inveterada afición
a querer censurarme cuando hablo de algunas cosas bonitas que me
gustan, por ejemplo, cuando días atrás hablaba de cierto escote;
censurarme a mí precisamente para quien un bonito y generoso escote siempre fue
una promesa de felicidad. Podría hablar también del mundo de
Tarkovsky, del que anoche terminé de ver Sacrificio, que siempre
me llena el espíritu del esplendor de sus secuencias, todavía
recuerdo encantado el Andrei Rubliov que me acompañó hace dos
inviernos en las noches de Galicia mientras hacía el Camino de
Santiago de Invierno en medio de una lluvia interminable, noche tras
la lluvia a la espera de ese trozo de película que compensaba mis
caminatas tan húmedas, que acaso me deja in albis en ocasiones para
obligarme a trastear a mi sensibilidad adormecida la abundancia de la
belleza de algunos planos. O por qué no, también podría hablar de
los efectos afrodisíacos de la lamprea para chinchar a mí hija que
siempre anda ponderando la lamprea como una inolvidable fiesta
culinaria. Chincharla porque precisamente ayer me encontré de
repente en medio de una sabrosa lectura de Álvaro Cunqueiro, La
bella del dragón, en la que el fabulista gallego se extendía
largamente sobre los efectos afrodisíacos de la lamprea, lo que me
hacía poner en duda la razón verdadera por la que ella pondera
tanto ese pescado estacional. Bueno, y no sólo ella que su chico, al
que también iba dirigido el artículo de Cunqueiro que les envié,
su título era Sangre de lamprea, enseguida me contestó con en un
barroco whatsapp lo siguiente: “Muy de acuerdo, soy gran
lampreófago por herencia romana y por reticencia anglofóbica...
? 😜. Por herencia
romana lo entendí, aquella gente comía muy bien, pero a lo de por
reticencia anglofóbica no llegaron mis luces; quizás tuviera que
ver con la paliza que nos zurraron los ingleses con lo de la Armada
Invencible, ¿o fue la batalla de Trafalgar?
De todos modos a Cunqueiro uno no sabe
si leerlo como fabulista, como artista de las artes culinarias o como
experto en asuntos eróticos históricos; a juzgar por lo que se dice
en la introducción del libro, en la que se afirma que el autor nos
invita a participar en banquetes afrodisíacos o a compartir recetas
de sensuales efectos, yo creería que de sus investigaciones pueden
sacarse muy sabrosas enseñanzas.
A mí, hace un par de años, un día
del mes de marzo que yo hacía de peregrino entre Lisboa y Santiago,
mi amigo Sergio me invitó a lamprea, que en aquellos días
precisamente estaba en sazón, la lamprea en marzo para el amo y en
abril para el criado, dice el refrán. He de confesar que en aquella
ocasión fue cosa de mucho gusto al paladar el convite y más debido
a la concurrencia del Ribeiro. Sin la invitación de Sergio estaría
hablando sin conocimiento de causa. El único inconveniente que tuvo
la tal ocasión fue que no recuerdo en absoluto si la lamprea tuvo o
no repercusión sobre mi libido porque esa noche me tocó dormir en
un monasterio y mis ojos no tuvieron oportunidad de solazarme en
alguna moza que hubiera actuado de fermento a la capacidad
afrodisíaca de la lamprea.
Ah, sí,
monólogos crónica. Me olvidaba. Subí un millar de metros, me
desayuné a media mañana una sopa y un zumo en el refugio
Goisererhütte, bajé otro tanto y, mientras descendía, admiré el
magnífico farallón de montañas al otro lado del valle por donde
transcurrirá mi jornada de mañana. Me hice la comida junto a un
riachuelo, sesteé, etc., etc.
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