Mi encuentro con cinco entusiastas mallorquines |
Refugio Passo di Valles, 8 de agosto de
2019.
Alta Vía Dolomitas 2. Refugio Contrin
– Refugio Passo di Valles.
Tengo ocho o nueve años. Es sábado
por la tarde y en el cine de mi colegio se proyecta una película
titulada Esa pareja feliz, Bardem-Berlanga, que protagoniza Fernando
Fernán Gómez.
Una corrala, Toni Leblanc vestido de recluta que
reclama sus gorra a gritos desde la calle, chiquillos corriendo por
la todos los lados, una vida vecinal que hierve en los corredores y
las ventanas. Todo parece parte de una gran familia en donde no
existe la intimidad.
En los Salesianos veíamos un par de
películas cada fin de semana; ocho años consecutivos con esta
programación dan un total de unas seiscientas películas al final de
mi escolarización. Eso era lo que resucitaba ayer noche cuando
volvía a ver Esa pareja feliz, todos los actores de mi niñez que yo
creía perdidos en el fondo de mi memoria, resucitaban y a la vez me llevaban a las corralas y a los modos de vida de los años
cincuenta, a mi propia casa vecinal donde el día del baño, el
domingo, un gran barreño de zinc con agua se calentaba al sol de la
mañana para preparar el baño semanal de los críos, allí mismo en
el centro del patio comunal; que me llevaba al cercano campo de
fútbol a la sombra de los cipreses del cementerio de San Isidro,
junto a General Ricardos, donde todos los vecinos se reunían para
jugar a la lotería sentados en una banqueta baja de madera; que me
llevaba a lo taludes donde destrozábamos los fondillos de los
pantalones en los toboganes del declive; que me recordaba a las
mujeres asomadas a las ventanas cantando aquello de Por el camino
verde mientras sacudían la alfombra u oreaban las sábanas; que me
recordaba las bodas y a los novios bajando por la calle Iglesias y
tirando puñados de calderilla al aire que la chiquillería alborotada
buscaba entre los pies y bajo las faldas de los acompañantes de los
novios; que me recordaba, sí, a mis seis tíos mayores en la casa de
mis abuelos en camiseta afeitándose en el corredor o gritando a la
abuela que si había planchado su camisa, mientras mi abuelo, con la
sempiterna pipa en los labios sintonizaba la radio galena buscando un
canal de música clásica o mi madre trataba de marcar con tiza sobre
una tela los bordes de un patrón de unos pantalones que tendría que
entregar dos días después en un taller de la calle General
Ricardos.
No entiendo bien que el prestigio del
neorrealismo italiano no esté acompañado en la historia del cine
con el nuestro, que se me parece, con su particularismo posbélico,
de una fuerza extraordinaria y de una gran firmeza fílmica, que ha
trascendido el mundo meramente recreativo del cine para incorporarse
a la memoria de nuestra niñez como formando parte de nuestra propia
vida, precisamente porque lo que el cine de la época nos mostraba
era el desarrollo de otras muchas historias que bien podían suceder
pared con pared de nuestras propias vidas.
Anoche pensaba en todo lo que en
nuestra memoria duerme ajeno a nuestro recuerdo y que al leve soplo
de la brisa de una película, un relato, brota repentinamente como si
de una cosa de ayer mismo se tratara. Los actores, sus gestos, sus
tics, tantos rostros guardados desde la niñez de nuestras primeras
películas, que duermen ahí y se vendrán acaso con nosotros al otro
mundo sin que sepamos que los llevamos dentro de parecida manera que
teniendo páncreas o hígado vivimos ajenos a ellos y que, sin
embargo, puestos a hacerse conscientes, como fue la pasada noche,
vuelve a resucitar esa idea de que el tiempo no existe y que hoy son
los años cincuenta y el baño en el barreño de zinc y a la vez soy
yo en este instante viendo una película en un valle de Las Dolomitas
mientras fuera el aguacero de todas las tardes canta su nana sobre el
techo de mi tienda.
El cielo estaba pichí pichá nada más
amanecer. Me desayuné, que no había otra cosa, un tazón de
capuchino con pan, y, ah, milagro, cuando probé el gas todavía dio
para calentar ese desayuno infantil de leche y pan de cuando los
tiempos de la peli de la noche. Quedaba un panini con jamón, pero
eso era la reserva del siempre por si acaso.
A poco de comenzar a caminar pasé a un
grupo de cinco. Me seguían a cierta distancia y de vez en cuando me
llegaba al oído alguna palabra suelta. Me dije, será ladino, que
según me explicó el responsable del refugio de la forcella del
Pordoi era la primera lengua en la zona seguida por el italiano.
Cuando paré a quitarme ropa se lo pregunté. Ni ladino ni nada,
resultó ser catalán de Mallorca. Un grupo de cinco mallorquines que
seguían la misma ruta que yo. A nuestras espaldas poco a poco se fue
alzando espléndida la cara sur de La Marmolada. Al oeste aparecían
también como un mundo pétreo propio la masa del Sassolungo con
le Cinque Dite en medio, un paisaje conocido y que Victoria recuerda
por razones muy particulares. En un refugio que hay en su base nos
esperó, que entonces estaba ella embarazada de cinco meses, mientras
Pepe Moreno, Ignacio Aldea y yo hacíamos la vía normal al
Sassolungo. Es bonito atravesar montañas e ir reconociendo aquí y
allá cumbres que escalaste y recordando también con ello a amigos y
compañeros de cordada de aquellas ocasiones.
Desde el Passo
delle Cirele una enorme y empinada pedrera lleva hasta los prados
altos del refugio Fuchiade. El camino de bajada, distinto al sendero
de subida, es en realidad una especie de pista de esquí, una de esas
divertidas pedreras en que sólo tienes que hincar los talones de las
botas y dejarte arrastrar por la inercia de tu peso en medio de
centenares de piedras que bajan contigo. Más abajo de las pedreras,
mientras un grupo nos descalzábamos para quitarnos el quintal de
piedras que nos había entrado en las botas volví a oír hablar
castellano. Ya somos cuatro madrileños y cinco mallorquines haciendo
la Alta Vía.
En el refugio Fuchiade hay tanta
gente, incluido un enorme coro alpino de más de un centenar de
personas que, sentadas en la hierba, entonan canciones alpinas, que
siento necesidad de alejarme de allí enseguida. Cosa que hago cuando
en el refugio me dicen que no sirven comidas hasta dentro de una
hora. Compro un estrudel, cojo agua y quince minutos más abajo
sentado en un prado doy cuenta de mi bocadillo de reserva y del
estrudel mientras veo pasar camino arriba a cientos de personas.
Llegué hacia las tres a mi destino, el
refugio Passo di Valles. En una pequeña salita encontré mi retiro
para comer, escribir y cargar un poco mis baterías. Entre tanto
llegaron los mallorquines. Charlamos un poco y abandoné el refugio,
era hora de darme mi acostumbrado baño de soledad. Del otro no hablo
porque empiezo a sospechar que voy a necesitarlo ya mismo si no
quiero asustar a los que se me acerquen. Sí, echo de menos los ríos,
un arroyo junto al cual pueda sentarme media mañana a poner en orden
mi cuerpo y mi ropa.
Sólo tuve que subir un centenar de
metros para encontrar un bonito balcón sembrado de hierba que
esperaba mi llegada para hacerle compañía.
5 comentarios:
Querido amigo, ya de vuelta de Irán, y realizadas las labores rutinarias, lavado de toda la ropa, limpieza a fondo de uno mismo, puesta al día de los asuntos pendientes y alguna otra cosa más; he leído todos tus últimos blogs. Desafortunadamente en Irán no permiten la conexión con facebook y no pude seguir tus rutas Dolomiticas.
Dices en algún lugar que tus blogs no los leen casi nadie, no es cierto, he conseguido compartiendo tus escritos que tengas unos seguidores fieles que te leen día a día y se interesan por ti.
Por wsp te adjuntaré algún comentario de tus seguidores.
No te aconsejo Irán para hacer rutas, no la hay, exceptuando si quieres hacer alta montaña, esta vez hicimos un 4000 el Tochal y un 5610 el Damavand por la arista NO, Irán es un país maravilloso y su gente acogedora y culta, ellos a sí mismo se llaman persas y son bastantes escépticos con su republica islamica, en cuanto a religión se refiere, un país para visitar sin prisas y sin mochila.
Hablamos
Querido amigo Alberto, buenos recuerdos del Sassolungo y de aquella zona espectacular de Las Dolomitas, he tardado en leer tus últimos blogs ya que en
nuestra querida Pedriza no hay apenas cobertura y me acordé de ti ya que estuve durmiendo en la cueva que acondicionamos allá por finales de los años sesenta y principios de los setenta y que en uno de tus blogs publicaste una fotografía en donde se veía como estos incultos y desaprensivos dirigentes del Parque del Guadarrama habian destrozado y desmantelado . Despues de la cueva subimos mi hermana Conchita y yo por Cuatro Caminos a Las Torres para llegar al vivac de la base de La Esfinge , dormir en el y al dia siguiente continuar por el collado Ventana al collado de la Dehesilla ir al Yelmo y bajar al Tranco en busca de una refrescante cerveza. Todos los años en estas fechas hago una escapada y me pierdo dos o tres días por mi querida Pedriza
Thanks for share,.
Gracias a ti.
Tu comentario me dice que tengo muy abandonada a la Pedriza. Quizás un día de estos vuelva a recordar yo también esos viejos tiempos dándome una vuelta por ella. Un abrazo.
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