A las puertas del Grupo de Brenta


Por encima de Cles, 7 de agosto de 2023 

Cuando suena el despertador el sol ya ha empezado acariciar algunos rincones del bosque. Las cumbres de Latemar aparecen inhiestas llenas de luz sobre las copas de los abetos. Una media luna parece suspendida en el firmamento como escapada de la noche. Un avión cruza el cielo bajo su penacho de nieve. 

Es pronto, espero a que el sol llegue a mi tienda. Me pregunto de qué animal sería ese bronco bramido que me despertó dos veces por la noche. Sería extraño encontrarse por aquí osos, aunque el bosque realmente es impenetrable en muchos lugares. No tendré hoy oportunidad de preguntar. Sí, Tamara Junger, la compañera de Simone Moro que se quedó en invierno a 70 metros de la cumbre del Nantes Parbat, cuenta en Io, gli ottomila e la felicita, que corriendo por alguna parte del Alto Adige un día se tropezó con un oso. Sabía lo que tenía que hacer y la cosa no pasó del susto. Estando las Dolomitas tan pobladas sería un caso raro. Algo me inquietó sin embargo. Una vez me encontré caminando en Muniellos con un oso y creo que tenía él más miedo que yo, porque salió pitando desapareciendo en un plis plas entre la espesa vegetación. Victoria y yo pasamos un verano en las Rocosas y en las montañas de Alaska y allí, después de recibir un cursillo acelerado en el PN de Denali por parte de los rangers, aprendimos a cantar a voz en grito cada vez que pasábamos por algún lugar sospechoso de osos. A decir verdad salimos afónicos de nuestras caminatas por aquellas montañas. Era una manera de alertar a los osos, más bien a aquellos acompañados por alguna cría. La Lonely Planet no se andaba con chiquitas contando de la agresividad de los grizzli, y de los fallecidos en lugares frecuentados por montañeros. 

Osos, tormentas, ríos que vadear… se pueden encontrar muchas diversiones en las montañas…

De todos modos era mañana soleada y con el sol las cosas se ven de manera más humanizada. No, no había moros en la costa. 


Un par de horas caminando en el bosque bajo las moles del Latemar y ya estaba en la  parada del bus que me llevaría a Bolzano. Podría haber intentado llegar al grupo de Brenta caminando pero no soy nada aficionado al asfalto. De hecho se pueden atravesar todos los Alpes de parte a parte por diferentes lugares, las llamadas Vias Alpinas lo hacen, sin apenas tocar el asfalto, pero los alrededores de Bolzano y Trento son la excepción. En Bolzano aproveché para facturar mi material de ferratas del que había venido previsto “por si acaso”. Un peso menos. 

A las cuatro de la tarde estaba en Cles, localidad de donde arranca mi nuevo itinerario que pretende atravesar el grupo de Brenta de norte a sur. En el grupo había escalado hace medio siglo en dos ocasiones y más tarde con toda la familia. En esta ocasión Mario me acompañó en una de las ferratas más conocidas de la zona. En Cles, ante la incertidumbre de lo que pudiera encontrar por delante, mi mochila volvió a experimentar a la salida del supermercado un notable aumento de peso. Así que cargado como un asno tiré al final de la tarde sendero arriba pensando en instalar mi tienda en el primer rincón en que ésta pudiera mantenerse. 

Hoy, que bajé de las alturas y caí de sopetón en la civilización, en ese rato que estuve allí, el contacto corriente con la gente, la amabilidad de la camarera del restaurante, el empleado de  correos que me solucionó el envío del material de ferrata a casa, el empleado del ferrocarril que me atendió, etcétera, creí que tenía que hacer un acto de contrición por las tantas veces que me he quejado de las cosas que no funcionan “a mi gusto” en este mundo en que me ha tocado vivir. Así que he hecho acto de contrición y me he prometido no volver a meterme con unos y con otros con los que discrepo. Uno está tan creído de lo que piensa… que cree que a veces se le va la mano, así que se acabó eso de llamar analfabetos a la entera corporación municipal de Serranillos del Valle porque gasten el dinero común en pijadas en vez de arreglar el camino que llega a nuestra comunidad de vecinos, condenados hasta ahora a abrirnos paso en el barro en invierno para llegar a nuestra casa; se acabó meterme con todos los que votando al PP y a los del Moco Verde, votan contra sus intereses; en fin, hasta prometo dejar de meterme con ese Yahvé ególatra del Génesis… 

Eso, que uno baja del monte a la civilización y cae, sí, acaso, en que uno se pasa de salvaje y ácrata repartiendo papirotazos por aquí y por allá porque el mundo no funciona como él desearía. Un pelagatos no debería meterse en camisas de once varas, no señor. Así que a partir de ahora, chitón ;-), que por esta tarde he  llegado a la conclusión de que una santa resignación viene mejor a mi espíritu que andar de litigante por el mundo… eso, al menos por esta tarde, que mañana ya veremos . 



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