Atravesando el grupo de Latemar


 

Bajo el Latemar, 6 de agosto de 2023 

Mañana de sol pero de intenso frío a la sombra. La altura se nota. La gente sale del refugio abrigada hasta las cejas. Caminé por la umbría casi hasta el mediodía. Un largo descenso hasta el passo Costalunga, siempre enfrente las aserradas cumbres del grupo de Latemar. En Dolomitas, camines por donde camines, es difícil hacer jornadas en las que no te encuentres a nadie. Probablemente son las montañas de Europa más caminadas. Nada se opone a los caprichos que los senderos dolomíticos llevan en la cabeza. Si a algún collado o forcella no se puede llegar, si hay que atravesar una pared o un despeñadero, si hay que descender por un precipicio, estos senderos no se arredran, se arman de cables, escaleras o lo que sea y allá van. Recuerdo una expresión de una pareja que me encontré en un sendero que a mí me parecía más una vía de escalada que otra cosa. Aquí las cosas son así, me dijeron cuando alcancé una forcella y solté un joder. Aquí las cosas son así y nadie parece extrañarse o hacer alguna alusión a la dificultad. Caminan, atraviesan collados, lugares abruptos y ni mu; además casi todos cargados con respetables macutos. Ayer tarde, por  ejemplo, para llegar al refugio Fronza en algunos tramos casi había que echar mano de un parapente, mientras que en otros arriba del todo tenías que abrirte paso en la niebla a machetazos. Hoy no, hoy era un frío pero agradable paseo. 

Paseo agradable por ración doble esta mañana que la suerte me deparó cruzarme con más de una encantadora sonrisa dibujada en el no menos encantador rostro de alguna de esas muchachas en flor que tantas páginas recorren en En busca del tiempo perdido, y que no faltan en los senderos de los Alpes. Encantadoras criaturas que caminan solas y parecen alegrar el aire que las envuelve allá por dónde pasan. 

Y si bonitas pueden ser las montañas, qué decir de estas muchachas. Dispuesto estaría yo a hacerme creyente si supiera con certeza que estas criaturas han sido creadas por un ser divino, aunque divina es ya de por sí la Naturaleza, capaz ella de traer al mundo tan gracioso modo de sonreír y mirar. Quien escribió el Génesis andaba un poco despistado, más bien despistada, para forjar una leyenda tan burda como la de que la mujer fue creada a partir de una costilla de Adán. Seguro que cuando escribió esto se encontraba ayuna de inspiración y escribió lo primero que se le ocurrió. Aunque bien pensado imaginando un dios tan corto de miras y tan ególatra como Yahvé no habría dado mucho más de sí el personaje. 


No es que las Dolomitas estén muy visitadas solamente, es que hoy es domingo, domingo de ferragosto por demás, unas fechas en que los italianos huyen a cualquier parte del país o del mundo abarrotando montañas, playas y cualquier lugar visitable. Aquí los italianos no sufren ese trauma que el PP y los del Moco Verde han inoculado a la ciudadanía de nuestro país, es decir, el trauma de pensar que cuando vuelvan de vacaciones van a tener su hogar asaltado por los okupas. El otro día comenté una entrada en FB en este sentido y el aludido me contestó que bueno, que hasta que te toca. No le respondí por no marear más la perdiz con el asunto, pero le podría haber dicho en la línea pepera que tampoco habría sido conveniente salir de vacaciones no fuera a ser que los de la ETA le pegaran un tiro mientras tomaba el sol en una playa del Mediterráneo.


Me encanta la facilidad que tienen a veces mis dedos para inesperadamente irse por las ramas. ¿Por dónde iba? Ah, sí, ferragosto y domingo, lo que quiere decir que todo está un poco petao, incluso el restaurante del Passo Costalunga donde paré a comer algo, una enorme lasaña a la boloñesa, cerveza, tarta de chocolate y capuchino. No era todavía mediodía pero era el último lugar de aprovisionamiento de mi jornada antes de llegar al passo Lavazé, donde después de atravesar Latemar me moveré al grupo de Brenta. Podría ir hasta allí caminando, pero es un paisaje poco agraciado y todo él lleno de carreteras. Así que mañana Brenta. Allí también iré de peregrinación por dos razones distintas, una para volver a encontrarme a mí mismo en el pasado. Algunas de mis primeras escaladas en Alpes fueron en este grupo, especialmente al magnífico Campanile Basso. En el grupo existe una pequeña ermita donde se conmemora a alpinistas fallecidos de la zona. Amigos y compañeros italianos de un tiempo que viví en Italia organizaron allí un acto de despedida de mi amiga y amante Nena Bazzana que falleció escalando conmigo en las cercanas montañas del Ortles. Su cuerpo quedó en el cementerio de Cevo, pero seguro que su espíritu hubiera preferido quedar allí en medio de esas montañas que ella amaba tan profundamente. Es la segunda razón. 

Cuando se tienen muchos años, como es el caso, conviene dedicar un tiempo a peregrinar hacia el pasado para volver a encontrarte con una antigua amante, para recordar a tantos amigos con los que compartiste las montañas y los lugares donde peregrinaste, para rozar como con el ala de la paloma tus propias raíces. ¿Quién eres tú, quién soy yo, quienes somos nosotros? No es cierto aquello que escribiera Machado que al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. No es cierto. Mirarse al espejo y reconocerse en las facciones del rostro, en los gestos, en el modo de mirar, un acto necesario de asunción de nuestro ser, tiene su réplica precisamente en ese volver la vista atrás. Somos lo que somos en lo que fuimos y en el sendero que cada uno ha transitado durante su vida. No, no somos sólo el ahora, por eso es necesario peregrinar al pasado y reconocernos en las huellas que fuimos dejando atrás. Sin ese pasado no somos nadie. Cuando yo me emociono frente a las Torres de Vajolet o recordando una vieja ascensión al espolón de la Brenva en el Mont Blanc, por fáciles o difíciles que sean esas ascensiones, lo que hago es tocar con las yemas de mis dedos una parte de mi propio ser. Acaricié, acaricio, el cuerpo de una mujer que amaba, de una mujer que amo, pero también acaricio mi propia vida cuando recuerdo mi pasado de maestro escuela, cuando peregrino a las Tres Cimas de Lavaredo, al Vajolet, a la travesía Bellavista del Bernina. Peregrinar es hermoso, la vida no tiene en absoluto ningún objetivo, como escalar montañas. Son nuestros actos, nuestro modo de vivir lo que otorga a la vida un sentido que sólo nosotros mismos reconocemos y sentimos. 

¡Vaya…! Filosófico me puse. Se hace camino al andar pero qué sería mañana, pasado mañana, si perdiéramos la memoria. ¿Cómo vivir sin eso que fuimos, sin reconocernos en ese transitar que es la vida desde que nacemos? 







No hay comentarios: