Ser parte del todo, las rocas, los
líquenes, la bruma, esa media luna que apunta por encima de mi vivac. La
sensación en este momento ya instalado en mi vivac. Un avión que cruza el
cielo, el canto lejano de un carbonero garrapinos. Es necesario hacer el
esfuerzo, cambiar el chip que nos tiene agarrados a la cotidianidad del mundo y
sus noticias y recuperarse a sí mismo en las cumbres rodeados de los elementos
primigenios que componen el planeta. Es necesario substraerse al ruido del
mundo, al menos esta tarde, esta noche, mañana por la mañana porque en cuanto
volvamos al mediodía al mundo de la insensatez y las miserias, el novio de la
tal Ayuso, el Koldo, el caso Gürtel, la misérrima vida parlamentaria que
propicia el PP, las mentiras, esa estupidez que recorre tantos sectores de la
vida pública, estaremos perdidos, nos liaremos, nos liarán con discusiones del
tres al cuarto y en menos que canta un gallo nos encontraremos discutiendo
sobre la sexualidad de los ángeles. Sí, la necesidad de protegerse de la
agresividad del medio en que vivimos, también de esas tantas cosas que tenemos
que comprar o de dar suma importancia a tantos asuntos sin chicha ni limoná.
Labor de limpieza esto de salir una vez por semana a dar una vuelta por las
cumbres.
Por cierto que el otro día Ramón
Portilla, que andaba por Sierra Nevada en un paraje desolado, decía que eran
montañas sin alma. Algo le comenté en el sentido de que son precisamente esos
lugares los que poseen todas las esencias del alma, donde se acrisola el
espíritu, donde nos desposeemos de lo superfluo y encontramos grandes raciones
de verdad. Me resultó raro en él, un amante de la belleza y las montañas, que
escribiera sobre la ausencia del alma allá donde sólo las águilas y ocasionalmente
el hombre aparecen. Y cuánto mejor si esa desolación fuera mayor y las masas no
aparecieran por ella jamás. Los desiertos,
Hoy me desperté triste, nervioso.
Debía de ser eso de la química y la física en que la amiga Dori el otro día
ponía el énfasis al hablar de asuntos de pareja y sexo, que también, aunque
sólo en parte, que no estaba yo muy de acuerdo con ella. Déjadme que me vaya de
momento por las ramas, y es que en la reunión éramos trece en una mesa alargada
y Dori y yo ocupábamos ambas cabeceras, con lo cual, a no ser que nos
pusiéramos a gritar y los otros se callaran, imposible decirle a Dori por qué
pensaba yo que no tenía razón, o por lo menos en parte, porque es que hablando
de sexo se mezclaban aspectos muy dispares. Que haya mucho de física y química
en el asunto, es claro, pero aún así demos gracias a esa física y a esa química
que sirve tantas veces para conseguir fines mayores y amores para toda la vida.
Que aunque la dopamina, la serotonina y otros neurotransmisores estén por ahí
añadiendo ternura, bienestar y pequeños
cacillos de felicidad a la vida, no por ello la cosa deja de ser lo que es,
esos momentos en que junto a otro cuerpo tocamos con las yemas de los dedos el
cielo. Si hubiéramos podido sobreponernos a la distancia y nos hubieran dejado
los otros afilar argumentos, seguro que habríamos llegado a un acuerdo. Lo
mismo con las copas en alto habríamos brindado por la física y la química. La
física y la química que hace que a las mujeres les apasionen los hombres y
viceversa.
Me desperté triste, decía, y en eso
pensaba, en la física y la química de Dori, porque ni yo había hecho nada malo
ni estaba en la expectativa de lucrarme con las desgracias ajenas, y menos si
hubiera sido tiempo de pandemia. Y tan nervioso estaba que no era capaz de instalar
adecuadamente las nuevas presas que quería añadir al rocódromo que estoy
construyendo en la fachada oeste de nuestra casa. Había perdido una llave alen
del 8 y con el taladro aquello no chutaba e Intenté relajarme un poco escalando
y evolucionando por la pared a poca distancia del suelo. Eso me dio un poco de
ánimo. Yo que pensaba que ya no iba a escalar hasta la próxima reencarnación,
verme a un metro del suelo como si estuviera en la oeste de
Se me pasó la neura por el camino.
Salí de casa sin saber a donde iba. Quizás subir a Peña Lindera por Hoyo
Cerrado, pero seguro que todavía quedaba nieve por allí, iba pensando. Y es que
después de la pasada semana que quedé rotísimo habriendo huella en una nieve
terrible… No, Peña Lindera para otro día, Hoyo Cerrado es un bello rincón de
Subí de un tirón hasta el collado de
Cerromalejo y allí sí, allí algo de nieve había, pero poca. Estaba tomándome un
tentempié cuando a unos metros descubrí unos crocus recién brotados. Qué
delicadeza la de estas flores tempranas. Me entretuve un rato intentando hacer
una toma algo decente. Miraba a través del visor en la posición macro y
mientras enfocaba, le decía al enanito quisquilloso que siempre me está dando
la vara para que me sobreponga a mis ratos bajos: qué maravilla, ¿verdad?, ¿no
te parece que es una maravilla que una cosa tan bonita pueda brotar así sin más
de la tierra? Y naturalmente mi enanito se ríe, se ríe, porque sabe cuántas y
cuántas veces un servidor se para a admirar la belleza de estas pequeñas
criaturas con las que se tropieza siempre allá por los montes.
Hoy el paisaje ha salido de la
cubeta del revelador en blanco y negro, una copia gris no demasiado bonita que
hace que veas
Sobre mi cabeza un cachito de luna y
nada más. Y si me incorporo, el mundo de los sapiens a mis pies, hoy un poco
desvaído. Voy a tratar de hacer alguna fotografía en esta noche de bruma a ver
qué sale.
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