![]() |
Bailanderos. Al fondo Peñalara |
Cima de
Bailanderos, 8 de abril de 2025
En esta
ocasión no tuve que pensar mucho mi lugar de destino. Abrí la página del Cara
de Libro y lo primero que me apareció fue un papá (Álvaro Nieto) y su nene correteando
por la cumbre de
Lo que
no está tan bien es subir a las tres de la tarde con la peor nieve que cabe
esperar, nieve aguachirri, que decía mi madre. Tampoco había inconveniente
porque hoy, milagro, no me había olvidado nada en casa, así que poco más allá
de
Hoy me
esperaba un día un tanto especial. Antes de superar el repecho rocoso previo a
la pala de nieve que termina en la cima, me pasa un vecino de Soto con un
equipo un tanto rudimentario. Cruzamos unas pocas palabras y sigue adelante. Al
poco rato le veo darse la vuelta. Lleva los pies totalmente empapados, a lo que
suma un exceso de cansancio, me dice. Aprovecho para pedirle que me saque una
fotografía camino de la cima y cuando he guardado la cámara nos encontramos de
repente hablando del desierto de Mauritania. Mi compañero ha trabajado en las
embajadas de un puñado de países subsaharianos y del golfo de Guinea y nos
olvidamos de la nieve y
Mientras
hablábamos me había llamado la atención una figura que había aparecido por una
canal a la izquierda camino de la cumbre. Nos encontramos en la misma cima. Él
en la cumbre y yo por debajo de ella escuchándole. No me dio tiempo a llegar
hasta arriba, porque ya separándonos unos cuantos metros, empezó a hablar de
una manera tan emotiva que allí me quedé con el macuto puesto y los bastones en
la mano temiendo que si me desembarazaba del macuto y subía a la cumbre, iba a
cortar el hilo de su emocionado relato. Me decía que hacía unos instantes se
había encontrado en una zona peligrosa muy inclinada y que en cierto instante,
no llevaba piolet, esa situación le puso en relación con un momento importante
en su vida en circunstancias parecidas, en que sintiéndose inseguro en una
pendiente de hielo de cincuenta o sesenta grados, Roberto siempre va solo, había
sentido a su lado a su amigo Charly como dándole fuerzas y disponiendo su ánimo
para superar aquel canalón de hielo. La presencia de su amigo estaba tan
presente en él, tan cerca… vi como se le saltaban las lágrimas. Fue después que
lo comprendí. El amigo que había estado a su lado protegiéndole en su soledad,
Charly, era su amigo Carlos Suárez fallecido unos días atrás. Lloraba.
Hablamos
tanto y de tantas cosas, su madre muy mayor con quien acababa de hablar por teléfono,
su padre, esa filosofía de la vida que llevamos dentro desde que descubrimos la
montaña. Roberto siempre va solo, tiene el aspecto de uno de esos indígenas de
Norteamérica que hemos visto tantas veces en las películas del Oeste; lo ojos
brillantes, la mirada firme e inquisitiva. Hacía fresco, pero él permanecía con
una ligera camiseta y los brazos desnudos; su aspecto fuerte, la melena al
aire, su estar ahí en medio de sus montañas de ese modo eran un canto a la
virilidad. Era un hermoso espectáculo mirarle mientras hablaba. Hacía rato que
habíamos hecho una pausa y yo habían subido hasta el cilindro geodésico y me
había sentado frente a él. Él a la derecha y Peñalara a su izquierda componía
un cuadro armónico. Quise hacerle un retrato. Accedió. También yo quise uno
para mí. Antes de despedirnos nos dimos un fuerte abrazo como sólo los amigos
de toda la vida se los dan. Cargó con su mochila y desapareció tras los bloques
de granito de la cumbre. Más abajo le vi ponerse las raquetas de nieve y bajar
briosamente camino de
Me
quedé solo con Manuel, que había llegado a la cumbre un momento antes y había
mantenido una discreta distancia mientras Roberto y yo hablábamos. Estaba
admirado por el tono de nuestra conversación, me dijo cuando estuvimos solos.
Fue el primer momento que tuve para admirar lo que teníamos a nuestro
alrededor.
Total,
tras las fotografías correspondientes, me despedí de Manuel, me calcé las
raquetas y eché a andar camino de Bailanderos. Vería si podría llegar antes de
la hora de los milagros a su cima. De Bailanderos para allá el manto de nieve
lo cubría todo con la elegancia que dejan sobre las laderas las grandes
nevadas. Viendo aquello ya empecé a pensar que sería buena idea subir al día
siguiente hasta Asómate de Hoyos y bajar después hacia las Torres y desde allí
hasta Canto Cochino, una ruta que había proyectado hacía tiempo con Julio Gosan
y que habíamos ido posponiendo. Entonces habíamos pensado dejar un coche en
Canto Cochino y otro en Morcuera. En esta ocasión sólo hay un coche, el mío, y
está en Moncuera. Ya pensaré qué se me ocurre mañana para regresar desde Canto
Cochino.
Hoy va
larga mi escritura. Si alguien desea socializar, nada más tiene que venirse al
monte solo, que si hay suerte como la hubo hoy, el día se llena de encuentros y
amigos. Con los que van hasta ahora podría haber cubierto unas cuantas
tertulias, pero todavía quedaba una sorpresa, la guinda sobre el pastel de la
tarde.
No las
tenía todas conmigo. Cualquier parte de la cuerda que eligiera para dormir me ocultaría
la salida del sol, que seguro se alzaría tras
Luego
encontré un sitio muy chulo entre unas rocas y allí me aposenté. Abajo, sobre
el valle, el Principito farolero había cumplido su cometido y la luz
desperdigada de las farolas salpicaban el llano. Cuando me puse a derretir
nieve las luces de la llanura de Madrid brillaban como siempre me parecen a mí
que brillan, es decir, como lucecitas de barcos pesqueros que faenan en el mar
nocturno de allá bajo mis pies. Cuando vivaqueo en las cimas de Gredos, me
sucede lo mismo, sólo que allí el mar a mis pies es más profundo, más negro.
Hoy no
sé si voy a acabar con la paciencia de los que suelen leerme, pero es que el
día se llenó de tantas bondades inesperadas… Así que estaba yo preparándome un
poto de caldo de verduras en la negrura de la noche, cuando por encima del
ruido del infiernillo y de mi sordera, me pareció oír algo. Ni caso, a lo mejor
era un oso que al olor de mi sopa se había acercado. El dato es que como no le
hice caso al oso, éste resoplo más fuerte dando las buenas noches. ¡Hostia!, me
dije, lo mismo es un oso que quiere charlar conmigo. Así que me di la vuelta y
resultó que no era un oso, que ahora el vecino que tenía ante mí no era de Soto
del Real, sino de Bustarvejo. Se trataba de Moisés Moilibelula que,
aprovechando la media luna crecida, se estaba dando una vuelta por estos parajes.
Nos presentamos. Moisés, que había dado las buenas noches y al no tener
respuesta pudo pensar que se había tropezado con un montañero borde y
maleducado, casi se disponía a seguir su camino cuando yo caí del guindo. Creo
que es la primera vez que tengo una visita nocturna en estas circunstancias. No
puedo decir qué aspecto tenía Moisés porque en la penumbra sólo atisbaba parte
de su rostro. Pero, coño, que agradable encuentro. Mi poto de caldo estaba
precisamente a punto para dar cuenta de él. Parecía como si hubiera estado
esperando la llegada de Moisés. Moisés, se quitó los esquís, yo me incorporé, él
se sentó enfrente y ya estábamos ahí de charla, no como la cosa más normal del
mundo, sino como la cosa más agradable de la noche. El universo sobre nosotros;
Mas de
la una de la madrugada y yo mañana queriendo ver amanecer. Veremos.
***
El
Chorrillo, 9 de abril de 2025
Amaneció
pichí pichá. Esto de los amaneceres es una auténtica lotería. Hoy no hubo
suerte. Tendría que haber madrugado para pillar la nieve dura, pero no fui
capaz. Fue agradable, no obstante, desayunar al sol mientras éste se abría paso
entre las nubes del horizonte. Hoy tendría por delante un día realmente
fatigoso. Me calcé los crampones y funcionaron bien, pero frecuentemente la
nieve cedía. Desde Asómate de Hoyos, Peña Lindera, alzada solitaria sobre el
llano nevado, ofrecía un bello espectáculo junto a las Torres un poco más a la
derecha. Llegué cansadísimo al collado de Prado Pollo. Allí me quité los
crampones, me hidraté, tomé un piscolabis y me sumergí en el valle frente a
En
Canto Cochino estaba tan cansado que no dudé en sentarme en la carretera a
esperar a que alguien me llevara en auto-stop hasta un lugar donde hubiera
cobertura y pudiera localizar un taxi que me llevara de nuevo al puerto de
No hay comentarios:
Publicar un comentario