Junto al refugio Migliorero, 44,28017142°N, 07,01651037°E, 27 de junio de 2025
A veces es difícil entender que a esta hora, casi las siete de la tarde hoy, pueda tener fuerzas para ponerme a escribir. Si no fuera porque es un hábito adquirido desde hace muchos años y consolidado en momentos difíciles, ya sea en invierno como en verano, creo que coger el teléfono para escribir algo me exigiría un trabajo imposible de emprender. El hábito hace al :-). Fuera bromas, después de muchas cuestas que subir y muchas que bajar y haber marchado en torno a las diez horas, a paso lento, eso sí, porque de otro modo nanáis, uno está tan hecho unos zorros que lo único que vendría a cuento sería despanzurrarse en el colchón inflable. Comí en San Bernolfo, cuatro casas y un restaurante, y quise dormir allí mismo porque venía muy tocado, pero no había manera. Cargué tras la comida con agua, cena y desayuno con la intención de buscar un lugar en los alrededores para pasar la noche, pero naranjas. Tuve que chuparme más de 800 metros de desnivel y cuatrocientos de bajada para encontrar un lugar posible, en realidad no muy lejos del refugio Migliorero. Estar hecho unos zorros y caminar con el solazo 900 para arriba y 400 para abajo ni soñando hubiera pensado que fuera posible.. Bueno, subí y bajé por esta parte de los Alpes pero en realidad estuve en el Madrid de los tiempos de Cánova, es decir cuando nuestra ciudad era poco más que un pueblo grande. A uno le sale una sonrisa cuando Baroja, recuerdo que voy leyendo desde ayer Aurora roja, describe las calles de entonces, Ferraz, Hortaleza, todas lidando con el puro campo, calles por donde circulaba el ganado, donde no era difícil chapotear en el barro. Los tiempos adelantan que es una barbaridad, que se cantaba, creo, en alguna zarzuela. También donde yo viví en mi infancia lindaba con el puro campo, los altos del Paseo Extremadura.
Las nubes, que cubrían el cielo hace poco, han empezado a bajar arrastrándose indolentemente por las laderas. El bronco sonido del riachuelo cercano y el insistente liar de algún pajarillo son la música de esta hora de la tarde.
Recuerdo ahora esa sensación de cansancio y de dolor de los músculos de brazos y piernas cuando esta mañana desperté. No todos los días soy consciente de ello. Esta mañana dio el sol en la tienda antes de que sonara el despertador y vagueé durante un buen rato sintiéndome muy cansado. Luego te echas al camino y es como si el cuerpo se olvidara de tu cansancio. El otro día Tatiana me decía que después de seis días caminando hubo de descansar un día completo porque su cuerpo no aguantaba. Lo he oído decir muchas veces, eso de tomarse un día de reposo. Yo nunca lo he hecho. Creo que perjudicaría al ritmo interno que desarrolla el cuerpo. De hecho te despiertas cansadísimo, como hoy, y luego eres capaz de caminar nueve o diez horas y además hacerlo de subida en la hora de más calor. No es fácil entender al cuerpo. Éste sabe tantas cosas que nosotros no sabemos… no sólo de los esfuerzos que es capaz de hacer en determinadas situaciones, también de nuestras emociones, nuestras querencias, nuestros deseos. No es difícil que en algún momento especial nos sorprenda la humedad en los ojos, unas lágrimas, una emoción súbita ante una escena, un momento de plenitud en medio de una tormenta o una intensa lluvia.
En la novela de Baroja, “Aurora roja” es el nombre del local donde se reúnen semanalmente un grupo de anarquistas con tendencias muy variadas, y que sirven al autor para ofrecernos un amplio abanico de conceptos y pensamientos de los movimientos de la época. En algún momento me sonreí leyendo la descripción que hace del Parlamento uno de los personajes. Sonrisa al comprobar lo poco que ha cambiado el comportamientos de los próceres de nuestra castigada España:
“—¿Vosotros habéis visto la jaula de monos del Retiro?…, pues una cosa parecida… Uno toca la campana, el otro come caramelos, el otro grita…
—¿Y el Senado?
—¡Ah! Esos son los viejos chimpancés… muy respetables”.
Reír por no llorar, cuando efectivamente uno comprueba lo poco que han cambiado los políticos a lo largo de un siglo, especialmente en la bancada de la derecha.
Las marmotas también andan por aquí rondando. Aquí son precavidas y asustadizas. En cuanto te ven desde su promontorio, un alto, una roca, como quien monta guardia, ya están dando la alarma. Al norte del Mont Blanc, en una ocasión las vi acudir junto a los caminantes con la evidente intención de buscarse una variación a su dieta corriente. Se alzaban como perritos pidiendo una golosina. Se trataba de un caso muy especial porque como mucho lo que hacen es jugar contigo. Chillan, salen pitando, se meten en su madriguera y desde allí, como una vecina que quiere cotillear lo que sucede en la escalera, sacan primero el hociquillo, luego la cabeza, te observan y si no te acercas allí se quedan descaradas sentadas sobre los cuartos traseros observándote.
Las ocho. Voy a ver si ceno algo, carne de cabra que me ha sobrado de la comida, un trozo de bocadillo que me sobró también de anoche y de postre algo de chocolate con un trozo de torta.
5 comentarios:
Estoy intentando seguir tus andanzas, pero das pocas pistas o la aplicación que utilizo no es muy buena. Que tengas buen camino.
¿Quién eres? Todos los post vienen encabezados con las coordenadas del final de jornada. Seguí al principio el GR52, después la Vía Alpina Roja y ahora está última la GTA (Gran travesía se los Alpes)
Palizón el de hoy, yo si soy partidario de después de varios días, un día de descanso.
Ok. Veremos.
Me he dado cuenta que salia como anónimo, la aplicación que estoy usando es Gaia gps, pero desde el movil y no veo como meter las cordenadas.
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