Día 2. El cansancio me abruma



7.442651N, 43.989387E, 19 de junio de 2025

Sospel – Cercanías del refugio Camp d’Argent 

El despertador sonó a las seis de la mañana. Mi cuerpo estaba atorado, sobre él caía el cansancio de la jornada anterior como un gran pedazo de plomo.

Pero era necesario espabilar para intentar quitarme de encima una buena ración de calorazo. Tras el desayuno, venga, para arriba. Una hora y media más tarde mi cuerpo emitió un quejido que decía, no puedo más. Le tuve que buscar una sombra y dejarle allí tumbado durante un rato. No llegaban a los cuatrocientos metros de desnivel ganados y éste ya daba señales de un extremo cansancio. Antes de incorporarme para seguir eché una ojeada a mi biblioteca y elegí El corazón es un cazador solitario, una obra universal que escribiera Carson MacCuller a los veintitrés años. Quizás leyendo podría engañar brevemente a mi cuerpo con la distracción de la lectura, me dije. Poca cosa si es que eso pretendí porque una hora más tarde ya estaba de nuevo al borde del no puedo más. Trescientos metros más. 

Los primeros días de estas caminatas veraniegas siempre son así, ratos de caminar al límite. Y esperando que en una semana o un poco más el placer de caminar vuelva a hacer su presencia con el cuerpo ya habituado a cuestones interminables. Después está el calor, que a esta hora ya fragela los sentidos.

Nueva parada frente a un lirio martogon, esa bella flor solitaria de la que en muchas semanas sólo llegas a ver media docena. Encontrarse con ella es siempre un hallazgo. La elegancia de este lirio ofreciendo sus pistilos como una bella cortesana la insinuación de sus pechos, la rara belleza de sus pétalos plegados sobre sí, todo él inhiesta belleza para mi cuerpo cansado. El lirio martagón fiel a su condición de solitario, apenas se deja ver. Sin darme cuenta quedo profundamente dormido. En los últimos abetos del recorrido hago una nueva parada. Más allá es el desierto y el tórrido calor. Los pájaros emiten un monótono piar y una muy ligera brisa mueve las ramas de los árboles. Cada paso es una determinación que me cuesta llevar adelante. Creí estar mejor preparado. Cada poco mi cuerpo me pide imperativamente un nuevo descanso. Una y otra vez se repetirá durante toda la jornada esta sensación de no poder más.

Hacia las dos decidí definitivamente pararme.



El sendero de Sospel ha ido subiendo por una escarpada ladera y en su punto final, cerca de la cota de los dos mil, decidí hacer una larga parada y aprovechar para comer algo. El mar ha desaparecido desde ayer de mi vista y ahora poco a poco las montañas van cogiendo altura y profundidad. Hacia el norte también han aparecido los primeros neveros. A los lados de este espinazo ahora descienden empinadas vertientes de hierba que desaparecen en la oscuridad del bosque. El resto del día será cabalgar por un abrupto lomo que sube y baja por muchos kilómetros. En las subidas dos o tres veces me paro, me siento a la sombra para dar tregua a mi descanso; descansar, sujeto sin lugar a dudas de toda esta jornada.

 


Todo el mundo está construido sobre una mentira, dice un personaje de El corazón es un cazador solitario. Y me lo quedo pensando y me digo que es una una gran verdad. Y pienso en tantos políticos, sus juergas, sus putas, siempre una corrupción galopante que aprovechando el estatus de su condición, pervierten, hacen de la política una mentira. Toda esa mentira que metida en el envoltorio de un programa trabaja como los topos socavando la democracia. O la mentira de las religiones donde sus papados, sus lujos, el gusto por el becerro de oro, la hipocresía sistemática de una institución que durante toda su historia cavó bajo sus pies el hoyo de su descrédito. O tantos jueces corruptos que hacen de la justicia un uso espurio con que satisfacer las necesidades de sus allegados. Mentira la Historia que nos han pretendido inculcar, mentira el sistema económico que nutre las bajas pasiones de unos pocos y deja a una mayoría de la población mundial en la pobreza. Una pura mentira la Unión Europea, mentira la OTAN, que en absoluto es un órgano defensivo, mentira lo que nos contaron para invadir Serbia o Libia. Mentira las armas de destrucción masiva de Irak. Y ya mismo las mentiras que nos contarán para justificar una posible invasión de Irán. Somos un planeta construido sobre una enorme cantidad de mentiras.

 


No me sentía con fuerzas para alcanzar el refugio de Camp d’Argent, al que para llegar a él tengo que dar un gran rodeo. Apenas tengo comida y es el único lugar en ruta en que aprovisionarme. Me ha bastado encontrarme con un riachuelo para que decida no seguir adelante. He potabilizado el agua, he puesto la tienda y me echado la manta a la cabeza. Mañana me quedará apenas algo para desayunar, unos frutos secos y unas pasas y con ello intentaré llegar directamente al refugio de Merveilles, en el corazón del Mercantour. Una apuesta un tanto arriesgada pero que me evita una gran vuelta que supone pasar por el refugio Camp d’Argent. Veremos, porque si al cansancio que llevo encima le sumo el ayuno no sé qué va a pasar.

Son las ocho de la tarde, comeré algo de lo que queda e intentaré dormir a ver si con un largo sueño algo me recupero.






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