46,16873589°N, 11,56206429°E, 18 de agosto de 2025
Siempre me ha parecido que José Maria Pereda, Peñas arriba, era un peñazo. Recuerdos de la temprana juventud, que después no lo volví a leer y lo único que supe posteriormente de él es que era un machopirulo de órdago junto con Clarín, un tiempo en que ambos se empeñaron en ridiculizar a Pardo Bazán por querer incursionarse en un mundo de la literatura que creían ellos privativo de los “machos”. Es el caso que en esta ocasión algo de las dotes descriptivas de Pereda necesitaría para describir el paisaje por el que he caminado hoy, una cosa que se me da mal a rabiar porque cuando lo hago, si comparo la realidad con lo escrito, me da ganas de mandar la escritura a la papelera. En fin, ni la maravillosa narrativa de Clarín ni el paisajismo exagerado de Pereda les exime de un machismo que en nuestra época nadie habría aceptado.
Digo que me gustaría porque el tránsito paso a paso del paisaje de ayer al de hoy merecería esas dotes. Ayer un paisaje de caminar todo el día por los bosques tras el que cuando se abrían un hueco en la espesura, aparecían praderías de recortado verde que, como le decía días atrás al conductor del autobús, parecía como si los prados los hubiera rasurado un peluquero. Así de cuidados estaban. Recoletos rincones, como el del molino, alguna que otra malga abandonada, el tolón tolón de las vacas en la lejanía, las campanas de las Iglesias dando las horas. A ese paisaje humanizado en el que el bosque parecía el rebelde de la peli por su salvaje aspecto, siguió hoy, tras el larguísimo ascenso a la plataforma superior de la montaña, el reino ya de la cota superior a los 2000 metros, un paisaje que poco a poco se hizo híbrido, entre pastoril y salvaje primero y más tarde con las grandes montañas ya del grupo del Langarone, que sin ser las atrevidas moles clásicas de las Dolomitas presentaban ya, más allá de los altos prados, afilados roquedos y cresterías parcialmente cubiertas por las nubes.
Me llevó cinco horas alcánzar la cota más alta. Fue desde ese primer collado, la forcella de Valsorda, que por primera vez desde que emprendí la ruta hacia las Dolomitas, me encontraba con montañas de porte alpino. Estoy todavía en el reino del cuarzo, feldespato y mica, es decir, del granito. Probablemente necesitaré todavía algún día para que el paisaje dé lugar al componente calcáreo, la dolomita, que en esta parte del mundo tuvo la osadía de forjar ambiciosas y bellas paredes que más tarde algunos sapiens convertirían en el terreno de hermosas y atrevidas aventuras.
En medio de este tránsito paisajístico se encuentra el refugio Conséria. Eran pasadas las tres de la tarde cuando llegué a él. Cosa poso mangiare, pregunté. Respuesta: bocadillos. Breve silencio por mi parte. ¿Ni siquiera me podéis preparar una ensalada? Negación. Qué se le va a hacer… El agua del refugio es potable, pero se niegan a darme agua del grifo. Vale, usaré después la botella para la leche del desayuno, que ya ha empezado a coger sabor. Mientras me como el bocata observo el panorama. El refugio está casi vacío. La cocinera con una cara de aburrimiento de padre y señor mío, está en un rincón tratando de distraerse con el teléfono. Dos camareras en otro rincón se cuentan cualquier cosa. Dos empleados más, ociosos, se dan una vuelta por aquí y por allá. Pero “la cocina está cerrada ya”. Es una expresión usual en algunos lugares cuando llegas después de las dos. Y como está cerrada a la cocinera no le sale del higo hacerme una ensalada. Todo el personal está de brazos cruzados, pero como son más de las dos, etcétera… Es el imperio de las normas. Prolifera en nuestra sociedad con harta frecuencia ese imperio. En 1926 se creó el PN del Gran Paradiso para proteger a las cabras que estaban en peligro de desaparecer. La razón de que esté prohibido acampar es que se molesta a las cabras. En cuatro o cinco días que empleé en atravesar el parque no vi ni una sola cabra. Ya… se molesta a las cabras… Alguien desde un despacho coge el boli y establece la norma y da sus razones, se molesta a las cabras. Así, por las buenas. Normas. En el PN del Stelvio, las mismas normas, las mismas razones. Las vacas pueden empozoñar todas las aguas, tú y tus meadas sin embargo son las que degradan el paisaje. El imperio de las normas, como los pastores eléctricos, teniendo al ganado humano controlado. En Aragón no se puede poner una tienda en ningún lado porque se degrada el entorno, pero están las pistas de esquí, los complejos hoteleros, lo que da pasta. Alguien en algún despacho dispone una norma… así por las buenas. Y san Seacabó. Y todo el mundo chitón.
No se crea que defiendo el hacer lo que a uno le de la gana en todo momento. Sólo se trata de una llamada al sentido común. ¿La cocinera del refugio cobra por tocarse el higo o por dar servicio, dentro de la lógica del sentido común, a los clientes? ¿Los parques nacionales están para el disfrute de los ciudadanos y la conservación del medio o sólo son un elemento de exposición y propaganda de “algo” bonito e interesante que tiene un país? En Menorca existe un precioso itinerario para caminar que da la vuelta a la isla, el Cami de Cavall? En el aeropuerto se exhibe en cartelones esa joya, pero es imposible hacerlo tal cual si te atienes a la normativa, porque no hay refugio ni lugares en el circuito donde pernoctar. Y ya se sabe que en este mundo de paletos e interesados la acampada libre está prohibida.
Al sistema se la trae floja el disfrute del ciudadano, el sistema aboga por dar cauce a lo grupos económicos de presión, el sistema aboga por criterios pastoriles, es decir tratar al ciudadano como borrego domesticado. Así que: ¡Vivan las normas!
El personal del refugio que dejaba atrás podría haber sido sustituido perfectamente, y con mayor eficacia, por robots. Asepsia, normas, indiferencia.
El último tramo del día prometía. Un recorrido de collado en collado, variopinto, de nuevas perspectivas y montañas. Mirando el mapa en el refugio había colocado un waypoint en un collado cercano a un pequeño lago que marcaba la posibilidad de instalar la tienda allí. Buen ojo el mío. Resultó el lugar ideal para pasar el resto de la tarde y la noche. Hoy no fue mi ángel de la guarda sino mi intuición y experiencia las que encontraron previamente el lugar ideal.
* * *
Cerrado este post me llega en un guasap de Victoria un viejo tema de Serrat que oí muchas veces. Lo dejo de nuevo aquí. Todos los días los hombres y mujeres de este mundo deberían oírla cada mañana. Quizás así tomáramos conciencia de lo que estamos haciendo con nosotros y con el mundo que habitamos.
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