46,25531146°N, 11,41843200°E, 17 de agosto de 2025
Fue entrar junto al cauce del río y encontrarme con la fragancia del olor de las lilas, una especie arbustiva diferente de la que tenemos en casa pero mucho más olorosa. Todo el margen del río está lleno de esta fragancia inesperada. Si la de mi casa no huele tan bien creo que debo echar la culpa a mi suegra cuyas cenizas yacen bajo el lilo. Tuve tantas discusiones con mi suegra en vida que cada vez que paso junto al árbol me entran ganas de echarle una regañina. Ahora lilo y suegra están íntimamente relacionados recuperando a cambio de esa eternidad que ella pensaba para su alma (y en la que no parecía creer demasiado a juzgar por su comportamiento en sus últimos momentos de vida) una pequeña prolongación de su vida en la fragancia del lilo que se nutre de la sustancia de sus cenizas. Eso que dicen de que una persona sigue viviendo mientras perdure en el pensamiento de otros, lo refuerza cada primavera la eclosión de las flores del lilo. Así que mientras vivamos nosotros en El Chorrillo, o alguno de nuestros hijos, o pasen por allí los nietos, o sus propios hijos, la abuela Mary tiene asegurada su pequeña eternidad.
Me dan ganas de contar algo más de mi suegra. Hoy ha sido un día de mucho caminar por senderos que discurrían siempre atravesando un bosque tras otro. No tuve ganas de leer y se me fue el tiempo de toda la mañana y parte de la tarde vagando con el pensamiento de un lado para otro. Nada interesante, mientras que mi suegra sí lo era por diferentes razones.
Recordándola esta tarde tumbado a la vera del río Cadino y envuelto por el olor de los múltiples lilos que me rodean, se me avivan los recuerdos, así que, amigo diario, dejemos a un lado esta tarde los asuntos del camino y recordemos a la abuela Mary. Yo siempre he sospechado que el catolicismo incrustado por el franquismo, y el propio franquismo, han sido para muchas personas una férrea cerrazón, una puerta hermética, para hacer posible la capacidad de razonar. Ser católico a la usanza de la generación posterior a la Guerra Civil suponía tener aseguradas algunas necesidades básicas. No hacía falta leer el Evangelio, ni atenerse a las palabras de Jesús, bastaba con ir a misa y seguir a pies juntillas todo ese mensaje político y religioso con el que ladrillo a ladrillo se levantó el edificio del franquismo. La responsabilidad personal estaba ausente, porque o la detentaba Dios o en su lugar el Caudillo. Un día sentados en un banco de los jardines de Luxemburgo de París, ella, Victoria y yo: Mary hablaba del egoísmo de los matrimonios que no querían tener hijos. ¿Por qué?, preguntamos. Contestación: porque es voluntad de Dios. ¿Y vosotros por qué tuvisteis tantos hijos con lo mal que estaban aquellos tiempos?, preguntamos, idem de ídem. Los hijos venían por voluntad de Dios. No se podía hacer nada contra eso. Discutíamos mucho de religión, pero era imposible hilar ningún tipo de razonamiento aclaratorio. De política, lo mismo, votante del PP, o sus parecidos, toda la vida. Su atrincheramiento tras los sacos terrenos que había levantado la ideología dominante contra las hordas rojas, era infranqueable.
¿Hasta qué punto realmente creen la mayoría de los católicos lo que desde el púlpito sigue lloviendo sobre ellos? Mi suegra con su religiosidad de toda la vida a cuestas, el tiempo que pasó en el hospital, y siendo consciente de que eran sus últimos días, en ningún momento pidió la presencia de un sacerdote o hizo referencia al sacramento de la extremaunción. Estuvo muy muy valiente. Todavía recuerdo emocionado un día ya cercano al final, cantando con cierta energía lo que la voz le permitía, aquel tema, me parece del Dúo Dinámico, de Resistiré. Tantas discusiones sobre el más allá tras la muerte y llegado el momento, valiente y lúcida, ¿ni acordarse de su Dios, ni de un sacerdote para la última hora?
Me suena que hay una buena parte del mundo de los creyentes que funcionan así. Ser creyente para muchos es tener la vida asegurada, no tener que preocuparse ni pensar demasiado en asuntos discutibles y farragosos difíciles de comprender. Que piensen otros por nosotros. Una buena filosofía si se quiere. La fe del carbonero, que decía Unamuno, y que acaso sea la fe de un altísimo porcentaje de creyentes.
Hoy los mosquitos me han dado tregua y he podido pasar el final de la jornada fuera de la tienda. Ha intentado llover pero en ello ha quedado. El Sendero Italia cuando entra en los dominios de las Dolomitas, se divide en dos. El primero, el norte, atravesaba lugares que he visitado demasiadas veces incluso en mi juventud, así que opté por el sur, unas Dolomitas menos conocidas, por lo menos hasta llegar a San Martino de Castrozza. Mañana por primera vez el sendero se sube por encima de los dos mil metros. Me espera un largo recorrido de más de veinte kilómetros y una ganancia en altura de más de mil cien metros. Y sin refugio de destino, una malga que acaso proporcione comida, acaso, lo que me ha obligado a sobrecargar el macuto por si eso mismo…
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