La ascesis del camino

Sangüesa, 09/04/11
Bueno, hoy, después de caminar desde bastante antes del amanecer, todavía parece que no me he muerto... y es la una y media pasada; las cosas van mejor, aunque el calor aprieta parece que mi cuerpo debidamente dormido y comido en esta ocasión, tira con más fuerza. El camino transcurrió por lomas y valles, recreándose entre pinos y encinas; de vez en cuando hasta una fuente cantarina apareció en el camino. Se ve que a mis piernas, y a mi cuerpo en general, le faltan todavía el hábito que dan los largos recorridos, esos instantes en que el caminante y el camino son casi una misma cosa, como dos amantes que yendo de la mano por el mundo se miran a los ojos y viven el uno en el otro y el otro en el uno como si ambos fueran la misma cosa; cuando el camino deja de ser un medio para llegar a alguna parte y se hace fin en sí mismo. Eso quisiera que fuera el camino, aunque no es fácil de conseguir; uno está, aunque no lo quiera, excesivamente mediatizado por el lugar donde va, la distancia que recorre, la necesidad de encontrar un refugio, agua, comida, un lugar en donde pasar la noche. La ascesis del camino debería ser otra, quizás algo similar a una religión, no religión como las existentes en nuestro entorno, por favor, hasta ahí podríamos llegar; un modo de vivir en concordancia con uno mismo, con la naturaleza, algo que contribuyera mejor a hacernos seres equilibrados y satisfechos de nosotros mismos. Si caminar es una manera de meditar, que lo es, quizás el camino pudiera ser el templo, el lugar de la oración donde los ateos nos encontramos con nosotros mismos, con nuestros semejantes, nuestros anhelos, nuestra impotencia a veces.
Miro el mapa, las sierras al sur del pantano de Yesa. Muy pocos lugares para reponer fuerzas. Seguro que en estos días no me van a faltar ratos para una ascesis involuntaria. 






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