Arenal d'en Castell,
9/06/12
No hay enemigo pequeño
dicen; eso debió de aprender ella a juzgar por lo creída que
interpretaba su papel. ¿Será así la Cospedal, la Aguirre, toda esa
fauna del PP que tan a menudo oímos engreídos ladrar amenazantes en
los medios? ¿Será así la bofia de siempre, armada hasta los
dientes delante de Bankia como defendiendo al emperador y señor de
nuestra tierra, el dinero? ¿Será así toda esa prole de
Undangarines, Gunters, Matas, cazadores de elefantes de turno, todo
este sistema que se acoraza tras la fuerza bruta de la policía
frente a pacíficos ciudadanos y lanza sus ladridos a la chusma
a través de los medios, que no se mezcla con la calle y que si es
necesario la evita en helicóptero?
La única persona con la
que hablé un largo rato estos días fue un pastor que recogía
alcaparras junto a los acantilados. Se le iban los demonios hablando
de Matas y del yerno del cazador de elefantes. Vivía en el puro
monte, pero se le iban los demonios con estas cosas; en su juventud,
también de pastor, cazaba, pescaba, recolectaba; ahora de cazar
nada, los señoritos se habían hecho con toda la caza y las tierras;
pescar no siempre, había que atravesar demasiadas tierras privadas,
ahora cerradas al paso; también tenía dificultades para recolectar
las alcaparras del monte que se echaban irremisiblemente a perder.
Los acaparadores, los
usureros, la codicia se extiende como una mancha de aceite por este
planeta. Lo decía Gandhi, mientras la codicia no se arranque del
corazón del hombre no habrá paz en el mundo, es decir, nunca.
Señor...
A mi culebra le podría
decir, tía: no vayas de farol, tras esas bravatas no hay más que
indefensión; sin embargo algo en mis genes, en la conciencia
colectiva, en conflictividad con los reptiles, mantienen vivo en mí
el temor por esos hermosos animales. El poder, los ministros, los
reyes, la gente encopetada, cada vez pierden más los viejos valores
de respeto y sometimiento que una población domesticada aprendió a
ejercer desde el nacimiento, transformándose también poco a poco
ello en lo que es en realidad. Los cauces que el sistema proporciona
a la codicia son tantos y tan universalmente aceptadas que pensar en
lo contrario parece cosa anómala. Las bases sobre las que se asienta
su poder el dinero, pero también ese miedo congénito de los
americanos a todo lo que huela a comunismo. Miedo a que los demasiado
ricos dejen de ser demasiado ricos.
He caminado desde antes
del alba. A media mañana la costa se pobló un poco, pero aun así
no dejó de perder su encanto. Menorca, hasta ahora, es la mejor
conservada de las islas de esta zona. Molesta tanta propiedad
privada, pero es sin embargo una propieda más humanizada; de momento
los responsables que han hecho posible este maravilloso Cami de
cavalls, que da la entera vuelta a la isla por sus parajes más
bellos, han logrado de los propietarios los permisos para que el
camino atraviese sus tierras, algo que en Mallorca ha sido totalmente
imposible hasta ahora. Menos da una piedra y hay que dar gracias por
ello a todos los que han hecho posible este proyecto único que pone
de ejemplo a esta isla junto a aquella otra isla bonita de La Palma,
donde también otro espléndido sendero la circunvala.
Mi ánimo se agita sobre
los acantilados, se suaviza en la arena verdidorada de Binimel.la, se
sosiega con el canto de los pájaros que pueblan los pinares y las
lomas que bordean la costa. Sin embargo, temprano, todavía era
oscuro el cielo, un salvaje graznido me había perseguido durante un
largo rato nada más echarme a andar. No podía ser más que una
gaviota madrugadora, pero no dejó de llamarme la atención; graznaba
estrepitosamente sobrevolando mi cabeza. Pájaro de mal agüero, me la
pensé como premonición de buitre que se aprestara a un inminente
festín a mi costa. Me hizo parar varias veces, ¡leche!, aquello era
mucho más grande que una gaviota, estaba oscuro y planeaba sobre mi
coronilla como la sombra de un enorme murciélago que quisiera
aterrizar sobre mi cuero cabelludo. Una fantasía descabellada pero
que, caminado en la oscuridad sin saber lo que pisaba era sólida, musgosa y translúcida urdimbre de medusa; imponía cierta inquietud.
Cuando la oscuridad cedió a la azulina y lechosa luz del alba, el
bicho oscuro que sobrevolaba mi camino, ser de la noche y los
maleficios, se esfumó; en su lugar, sobre un promontorio que
columbraba el sendero apareció el escabroso paisaje marino de una
atrevida cordal de tierra que abrazaba en su interior el agua
revoltosa en cuyos ribetes se recogía ya la primera luz del alba.
Paisaje azul de líneas y sombras donde las siluetas eran de carbón
y las olas enaguas que el viento arrastraba en volandas hacia la
curva oval de una playa todavía adormecida en el regazo del
amanecer.
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